La reivindicación de la “memoria histórica” se ha convertido en una bandera cada vez más multitudinaria y reivindicativa. Tras tantos años de silencio, esta debe ser una excelente noticia. ¿Pero qué es exactamente lo que debemos de reivindicar?
Si seguimos la historia que recuerdan muchas organizaciones de izquierdas, quienes murieron entre 1936 y 1939 eran “luchadores por la democracia”. ¿Acaso no lo hemos conseguido ya? Asistimos a una programada “lobotomización” de la memoria. Para que nos olvidemos de lo más revolucionario que nuestros mayores defendieron.
Cuando Roosevelt le dio la mano a Hitler
La inteligencia franquista había planeado el “18 de julio” como un “pronunciamiento” que acaparara todo el poder en unas pocas horas. La reacción popular les cambió el libreto.
Ante el equilibrio de fuerzas, cuando no la posición ventajosa de las fuerzas republicanas en los primeros momentos de la guerra, será la intervención imperialista –tanto la abierta de Berlín y Roma como la subrepticia de Londres, París y Washington- el elemento decisivo que decantará la balanza hacia el bando franquista.
La intervención alemana será decisiva al propiciar el puente aéreo entre Marruecos y la península, interrumpido por la fidelidad de la marina a la República, trasladando a las tropas africanas, las fuerzas de choque de ejército franquista, a la península.
Las fuerzas germanas, especialmente la “Legión Cóndor”, aportarán la decisiva superioridad aérea del bando fascista. Inaugurando en Gernika la época de los bombardeos a la población civil como método de terror militar.
La ayuda italiana –a través de créditos que los gobiernos franquistas no dejaron de pagar hasta 1960, aviación y un contingente de 120.000 soldados- resultó también decisiva.
La paralización del golpe del 18 de julio por la movilización popular, el creciente protagonismo de la clase obrera, y de un PCE que multiplica sus fuerzas y su influencia, es no sólo una amenaza para la oligarquía, sino también, y sobre todo, para las potencias imperialistas dominantes en España –Inglaterra y Francia-.
Junto al respaldo activo de Berlín y Roma, la oligarquía española contará –antes, durante y después del golpe- con el apoyo encubierto de Inglaterra y Francia, con las que jamás, especialmente con la primera, dejará de mantener una relación privilegiada.
Todavía hoy permanece oculta la abierta intervención de las “potencias democráticas” a favor del bando fascista.
El Comité de No Intervención, creado en Londres en agosto de 1936 y al que se sumaron EEUU y todas las potencias europeas, igualaba a través de la bandera de la neutralidad un gobierno democrático y a los golpistas, y será la ficción jurídica que encubrirá, no ya la permisividad ante la ayuda germana e italiana o la dejación de funciones en respaldo a la República, sino la abierta intervención en apoyo al régimen franquista.
Inglaterra, a pesar de la aguda crisis que sacudía su imperio, era la potencia dominante en España. Poseía el 40% de las inversiones extranjeras, controlaba importantes sectores productivos, mantenía históricamente privilegiadas relaciones con círculos oligárquicos –los sectores de Neguri, uno de los pilares del alzamiento franquista- y en los principales aparatos políticos y estatales.
Desde un primer momento, la posición de Londres y París está presidida por la frase de Pasionaria: “Ni el capitalismo inglés ni la burguesía francesa deseaban el triunfo de la España popular por múltiples razones, entre otras por su constante enemiga hacia España, a la que necesitaban pobre y atrasada para imponerle tratados ominosos y pactos leoninos”.
Según un despacho de la diplomacia gala “el embajador inglés no oculta que sus simpatías en el conflicto español están con los rebeldes, a quienes considera como los únicos capaces de derrotar la anarquía y la influencia soviética”. Las comunicaciones del embajador británico con Londres son suficientemente claras: “De un lado están actuando las fuerzas militares y de otro se les opone un Soviet virtual (…) si el gobierno triunfa y aplasta la rebelión militar, España se precipitará en el caos de alguna forma de bolchevismo”.
Los círculos más reaccionarios de la burguesía inglesa trataron de impulsar, desde el primer momento, algún tipo de acuerdo con el bando franquista. Desde Gibraltar se proporcionaron a Franco buques portugueses, y pusieron a su disposición las líneas telefónicas de Gibraltar, a través de las cuales el bando fascista podía ponerse en contacto con Marruecos sin pasar por Madrid.
La burguesía gala impondrá el cierre de la frontera, imposibilitando cualquier ayuda a la República.
El subsecretario del ministerio de asuntos exteriores franquista contestaba así a un representante norteamericano en 1945. “Usted debe comprender que no odiamos a los Estados Unidos. Sin el petróleo americano, sin los camiones americanos, sin los créditos americanos, nunca hubiésemos ganado la guerra”. Los monopolios petroleros americanos negaron tratos con las tropas republicanas al tiempo que abastecían generosamente al ejército franquista. El coronel norteamericano que dirigía la telefonía madrileña puso líneas privadas a disposición de los conspiradores en los días previos al golpe para que pudieran celebrar conversaciones con Mola y Franco.
Los sectores más reaccionarios y vendepatrias de las burguesías nacionalistas –virulentamente enfrentados a las líneas representadas por Companys en Cataluña o los gudaris vascos en Euskadi- conspiran ofreciéndose a las grandes potencias.
El ejemplo más nítido lo constituye la traición de Santoña. Los servicios secretos del PNV negociaron, en el 37, la rendición del Ejército del Norte y la entrega a los italianos de Santander. La traición a la IIª República se consumó entre viajes de destacados dirigentes peneuvistas a Roma para entrevistarse con el conde Ciano y conversaciones clandestinas entre los comisarios de los “servicios exteriores” del PNV y el cuartel general del ejército italiano en el norte instalado en Vitoria.
Otros sectores, como Batista Roca, delegado en Londres de la Generalitat, o Lizaso, representante en Inglaterra del PNV, presentaban a la diplomacia británica proyectos de armisticio –donde se ofrecían como instrumento de presión para quebrar la resistencia republicana- a cambio de la formación de gobiernos autónomos en Cataluña y Euskadi.
La Conferencia de Munich acelera las maniobras de las grandes potencias para acabar con la España popular. Londres será el centro sobre el que pivotará esta última ofensiva. Chamberlain tratará con Mussolini la posibilidad de un pacto entre las cuatro potencias –Inglaterra, Francia, Alemania e Italia- para imponer un armisticio.
El representante británico en España establece que “la solución debe venir de la eliminación de los comunistas, ya que están dispuestos a morir o vencer (…) los líderes republicanos moderados están esperando el liderazgo británico (…) Si el gobierno británico pudiese apoyar a las personalidades moderadas a desembarazarse del Gobierno de Negrín (…)”.
Las presiones inglesas agudizaron radicalmente la desintegración política interior de la República, acentuando el enfrentamiento entre los partidarios de continuar la resistencia a ultranza, encabezados por el PCE, y los sectores seducidos por la posibilidad de negociar la rendición ante Franco con el aval de las potencias occidentales.
Movidos por un mismo resorte se suceden las rebeliones militares en el bando republicano, las negociaciones secretas entre representantes ingleses y destacadas personalidades republicanas –desde Azaña y Besteiro a los sectores más vendepatrias de las burguesías nacionalistas- para alcanzar un armisticio.
Junto a estas maniobras, la posición del nuevo gobierno francés de Dadalier –que clausurará definitivamente la frontera- asfixia la capacidad de resistencia.
Esa situación permitió que el avance franquista sobre Cataluña, iniciado a finales de diciembre de 1938, terminara con el colapso completo de la resistencia militar republicana.
El 27 de febrero de 1939 el Gobierno inglés comunicó oficialmente al Gobierno Negrín que ese mismo día se presentaría a la Cámara de los Comunes la resolución que reconocía al Gobierno de Franco y que retiraba la representación diplomática inglesa cerca del Gobierno legítimo de España. Al reconocimiento del Gobierno inglés se sumó con el suyo el Gobierno francés.
Sólo seis días después –ante la negativa del PCE a abandonar la resistencia- el coronel Casado –en conexión con los sectores más reformistas y pro británicos del partido socialista, encabezados por Besteiro- se sublevó en Madrid contra el Gobierno republicano, constituyendo una Junta encabezada por Besteiro y por él, titulada «Consejo de Defensa». Desatando una campaña represiva contra los comunistas e imponiendo una capitulación incondicional ante las tropas fascistas. Las conexiones entre la embajada inglesa y los promotores del golpe fueron notorias, admitidas por parte de un coronel Casado que huyó de España en un barco inglés.
“Una España “roja” e “independiente””
Si a lo largo de los dos últimos siglos la izquierda española ha estado ciega ante la intervención del imperialismo, ha habido, sin embargo, un período excepcional, la Guerra Nacional Revolucionaria de 1936-1939, en el que la comprensión profunda por parte del PCE de José Díaz y Pasionaria del carácter y el contenido democrático y nacional de la revolución en España permitió, resistir durante tres años al fascismo y además, creó las condiciones en que nuestro pueblo más cerca ha estado nunca de derrotar a sus enemigos, tomar el poder e iniciar un camino de transformaciones revolucionarias. “Se ha transformado en una guerra por la independencia de España, gracias al apoyodescarado que los fascistas alemanes, italianos y portugueses han prestado a los facciosos”. (Declaración del C.C del PCE. Enero de 1937)”
“El camino de la victoria”. Con este título, a mediados de enero de 1937, el Comité Central del PCE hace pública una declaración -que es a la vez un llamamiento a «todos los pueblos de España y a cuantos aman la paz, el progreso y la libertad»- en que se establece ya con toda claridad el contenido nacional y democrático de la guerra. «Seis meses van a cumplirse desde que estalló la sublevación militar fascista. En estos seis meses, la guerra se ha transformado profundamente.
Se ha convertido en una guerra nacional, en una guerra de ejércitos organizados, en una guerra en la que intervienen en contra de nuestro pueblo, del brazo de los facciosos, fuerzas armadas extranjeras (…)
La lucha del Poder legítimamente constituido contra un grupo de traidores, lucha que pudo terminarse, que pudo haberse liquidado rápidamente, se ha transformado en una guerra por la independencia de España, gracias al apoyo descarado que los fascistas alemanes, italianos y portugueses han prestado a los facciosos. Este apoyo del fascismo internacional a los sublevados contra el gobierno legítimo de España, ha ahondado y extendido la lucha y nos obliga hoy a combatir no sólo contra los rebeldes nacionales, sino también contra los verdugos fascistas extranjeros.
Hoy el pueblo español no se bate solamente contra los monárquicos, los moros, los bandidos del Tercio y las pandillas de fascistas y requetés, armados por el fascismo internacional. Hoy, nos batimos contra fuerzas de mayor volumen y de más grande significación. Merced a la ayuda extranjera pudieron los primitivos grupos de sublevados lograr incluso algunos avances, pero fueron paulatinamente liquidados en combates gloriosos por nuestras bravas tropas leales y milicias.
La guerra iba acortándose y se veía ya cercana la gran derrota de los facciosos, cuando éstos, al ver agotadas sus fuerzas, acudieron a Hitler y Mussolini para que éstos les enviasen, además de nuevos materiales de guerra, contingentes armados de sus respectivos ejércitos. Los Gobiernos de Italia y Alemania, solícitos a las llamadas de auxilio de los generales traidores a nuestro país, han enviado ya a España los primeros destacamentos de tropas fascistas y se proponen desembarcar nuevos contingentes en nuestra Península (…) Que sepan en el extranjero que todo el pueblo español, que todo lo que hay de sano y progresivo en nuestro país, está luchando para defenderse de una agresión cobarde perpetrada a mansalva por españoles traidores a su patria y contra las fuerzas invasoras del fascismo alemán, italiano y portugués, que sueñan con convertir a España en un pueblo de esclavos».