ETA anuncia su disolución definitiva

Que caiga sobre ellos el peso de la ignominia

En un comunicado publicado por el diario Gara con motivo del Aberri Eguna, ETA ha anunciado su inminente disolución, que debería materializarse en fechas todavía por determinar el próximo verano. Esta es una excelente noticia de la que debemos felicitarnos todos los demócratas y antifascistas. Hemos ganado quienes hemos defendido la libertad. Y han sido derrotados los que pretendían imponer un negro proyecto fascista bajo la fuerza del terror.

Pero la disolución de ETA, cuando realmente se confirme, no cierra en modo alguno la batalla contra el fascismo étnico. No debe quedar piedra sobre piedra de sus reaccionarias ideas y valores. No podemos permitir que quienes sembraron el terror sean homenajeados, o simplemente justificados. Ni que quienes se beneficiaron de él queden impunes y a cubierto.

Como sucedió con el nazismo tras la IIª Guerra Mundial, debe caer sobre ellos el peso de la ignominia.

Disolución forzosa

Se puede tergiversar la realidad, dándole la vuelta hasta convertirla en su contrario. A este género de manipulaciones pertenece el comunicado con que ETA anuncia su disolución.

En él se afirma que la “autodisolución” es el resultado de “un proceso de debate y reflexión” para “avanzar y fortalecer el proceso político hacia la independencia”.

Es mentira. No ha sido una decisión tomada “en aras de la pacificación”. En 2009, la dirección de ETA afirmaba que no entregarían “nunca” sus armas y que no desaparecería, sino que “continuaría como organización política”. Si ahora hacen otra cosa es porque han sido derrotados y obligados a disolverse.

Y la fuerza principal que lo ha conseguido ha sido una rebelión democrática encabezada por vascos valientes que, con el apoyo de todo el pueblo español, se enfrentaron a cara descubierta al terror.

ETA nos dice que se disuelve porque ha terminado “su ciclo y su función”. No y mil veces no. El medio siglo de existencia de ETA no ha sido “un ciclo político” que ahora pasa a una nueva etapa, sino el intento de imponer por la fuerza un delirante fascismo étnico contra la mayoría de la población.

En su comunicado los fascistas de ETA se atreven todavía a hablar en defensa de “los sectores populares y la clase trabajadora vasca”, y en nombre “del proyecto político que tiene como meta la independencia y el socialismo”.

Incluso en su disolución, intentan seguir inoculando el veneno ideológico que presenta el fascismo, el tiro en la nuca o el coche bomba, como revolución.

Ni un atisbo de rechazo a lo hecho. Es más, reiteran que “ETA no renegará de su aportación”. Llegando a sobrepasar todos los límites al ensalzar “el sacrificio, el esfuerzo y la generosidad de nuestra militancia en estos 60 años”. Si, han leído bien, esos militantes de ETA que han asesinado sacrificada y generosamente durante décadas.

No es el momento de bajar la guardia.

La disolución de ETA debe hacerse efectiva, y no hay que darla por hecha hasta que esto suceda. Con la entrega total de las armas y la desarticulación absoluta de todo su tejido organizativo.

Quienes han participado en la ejecución del terror deben pagar por ello. Los que están presos han de cumplir sus condenas. Y se debe seguir investigando para resolver los más de 300 casos todavía sin resolver de la actividad criminal de ETA, persiguiendo a los culpables y llevándolos ante la justicia.

Pero, sobre todo, no podemos permitir que los verdugos, después de ser derrotados, puedan alardear de ello.

El indigno homenaje que recibieron en Andoaín, al cumplir su condena, los dos chivatos de ETA que proporcionaron la información necesaria para asesinar a Joseba Pagazartundua, no es desgraciadamente un hecho aislado.

La asociación de víctimas Covite ha documentado hasta 50 homenajes a etarras en el último año y medio.

En su comunicado, ETA afirma que sus militantes son “luchadores salidos del pueblo vasco”, y los homenajea como tales. En las manifestaciones de Basta Ya ya se dio una justa respuesta a esta burda manipulación: “¡No son gudaris, son fascistas!”. Y deben ser tratados como tales.

Ni olvido ni perdón

La más vergonzosa valoración sobre el final de ETA no ha surgido del llamado “entorno etarra”. Se ha publicado en el Deia, periódico vasco estrechamente vinculado al PNV, y lo firma José Ramón Blázquez, representante de los sectores más ultramontanos del nacionalismo étnico.

La lucha contra las dictaduras fascistas en Hispanoamérica enarbolaba la máxima “ni olvido ni perdón”. Ahora, Blázquez nos propone su contrario, y titula su artículo “El que olvida no es traidor”.

Todo su artículo está destinado a defender “el derecho natural al olvido”, frente a los que “fuerzan y retuercen la obligación del recuerdo”.

Para Blázquez hay que olvidar, borrar de nuestra memoria, lo sucedido en Euskadi en las últimas décadas. Vivir como si no hubieran existido nunca verdugos, ni tiros en la nuca, ni coches bombas, ni persecución al disidente, ni víctimas…

El jelkide etnicista se revuelve para clamar contra quienes “para promover la obligación de la memoria crearon el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo en Gasteiz”. Calificando, con una bilis tan rancia como hedionda, este centro de homenaje y memoria a las víctimas de ETA como “otro Valle de los Caídos, un chiringuito rojigualdo”.«Es necesario dar una batalla ideológica contra los cimientos del fascismo étnico, señalando a quienes lo ejecutaron y a quienes se beneficiaron de él»

Y renueva sus ataques más agresivos para calificar “Patria”, la novela de Fernando Aramburu que disecciona el viscoso fascismo impuesto por el nacionalismo étnico en Euskadi como “un apéndice bufo del españolismo”.

Blázquez nos propone toda una operación de lobotomía social, con la extirpación completa de la memoria del fascismo. Advirtiéndonos que “la paz y la memoria vivirán eternamente enemistadas”.

Para que haya paz hay que olvidar… un olvido que protege a quienes ejecutaron el terror y a quienes se beneficiaron de él.

El delirio de Blázquez es interesado. Por eso señala que el mayor peligro viene de quienes se empeñan en denunciar “la maldad original el PNV. Como aquello del árbol y las nueces”.

Hay que hacer memoria. Hay que recordar que Arzallus definió la “complementariedad” entre “quienes arrean el árbol” -ETA imponiendo el terror- y quienes “recogen las nueces” -los sectores más etnicistas del PNV recogiendo los frutos políticos-.

Blázquez quiere que olvidemos que existieron verdugos… para proteger a quienes se quedaron con las nueces ensangrentadas.

Una batalla todavía por ganar

Tras la IIª Guerra Mundial no bastaba con haber derrotado al nazismo. Era necesario demolerlo, arrojar sobre él el signo de la ignominia, promover el rechazo a sus representantes y bases ideológicas, vacunándose colectivamente para el futuro.

En Euskadi no es suficiente con “el fin de la violencia”. Es necesario dar una batalla ideológica contra los cimientos del fascismo étnico, señalando a quienes lo ejecutaron y a quienes se beneficiaron de él.

Tiene razón Maite Pagazaurtundua cuando señala que existe “una asignatura pendiente: que el mundo de ETA y sus estrategas condenen sin paliativos toda la historia del terror. Si escamoteamos esto, iríamos hacia el crimen perfecto del terrorismo”.«Debemos felicitarnos por el final de ETA. Pero el fin del terror no puede ser aprovechado para fines espúreos»

Acierta Fernando Savater cuando denuncia que “eso de que no tiene que haber vencedores ni vencidos es un cuento chino. Naturalmente que los terroristas tienen que ser derrotados”.

No podemos permitir que dentro de cuarenta años sea necesario impulsar una ley de memoria histórica porque se ha despreciado a las víctimas y se ha ocultado lo que el fascismo étnico significó.

Hay que hacerlo ahora.

Debe quedar tajantemente claro que ETA, no es que “utilizara métodos violentos”, sino que sus mismos objetivos eran negros, al pretender imponer un fascismo étnico que suponía la eliminación del disidente.

Debemos saber quién se beneficio del terror. Quienes fueron en Euskadi esas “manos blancas que mandan matar” que Raimon denunciaba en pleno franquismo. En Euskadi tienen nombres y apellidos. Todavía hoy Ibarretxe puede aparecer haciendo declaraciones como si fuera un líder respetado.

ETA busca hoy cobertura internacional para protegerse incluso en su disolución. Debemos tener la conciencia que ya expresó Suárez en plena transición: “me voy de la presidencia sin saber si ETA cobra en dólares o en rublos”. Porque quienes se presentan falsamente como “abertzales” -patriotas- han sido en realidad un instrumento de intervención que las grandes potencias han utilizado para dominar nuestro país.

Debemos felicitarnos por el final de ETA. Pero queda todavía mucho por hacer. El fin del terror no puede ser aprovechado para fines espúreos.