Ante la magnitud de las sanciones, y ante el clamor de una opinión pública internacional que le exige que detenga su agresión contra Ucrania, el presidente ruso enseña su botón nuclear. El que fue coronel de la KGB y lleva tres décadas dirigiendo con mano de hierro -o de polonio- los destinos de Rusia, saca ahora el manual de negociación del socialfascismo soviético. «Mostrémosles nuestros misiles»
La invasión rusa de Ucrania coloca a la situación internacional en su momento más tenso desde los atentados del 11S, y hay quien dice que desde la crisis de los misiles en 1962. Si bien ahora sólo hay una superpotencia, EEUU y la superioridad militar del Pentágono y la OTAN es abrumadora, la Rusia de Putin tiene una poderosa carta en la manga -el arsenal nuclear heredado de la URSS, comparable al de EEUU- y no está vacilando en enseñarla de manera de manera terrorista, para amedrentar al mundo entero.
Mientras las tropas rusas avanzaban por Ucrania, y por tercer día consecutivo, se combate en las calles de Kiev y Jarkov, el presidente ruso, Vladimir Putin, despachó con el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, y el jefe del Estado Mayor ruso, Valery Gerasimov. La reunión, grabada en video y emitida urbi et orbi para que todos podamos temblar, llegaba al momento terrorífico cuando Putin ordenaba a sus subordinados activa fuerza nuclear rusa «como respuesta a las sanciones y la actitud agresiva de miembros de la OTAN».
“Los altos funcionarios de los principales países de la OTAN hacen declaraciones agresivas contra nuestro país. Por lo tanto, ordeno al ministro de Defensa y al jefe del Estado Mayor que dispongan las fuerzas de contención del Ejército ruso en un modo especial de servicio de combate”, dijo Putin sus altos mandos.
Las fuerzas de contención estratégica rusas incluyen todos sus misiles nucleares, entre ellos los de alcance intercontinental, así como sus sistemas de defensa antimisiles y sus fuerzas estratégicas no nucleares: bombarderos de largo alcance y submarinos, navíos de superficie y aviones capaces de portar armas largas convencionales.
La orden del Kremlin eleva aún más la tensión internacional, y estuvo antecedida, horas antes, por una muy explícita amenaza a Suecia y Finlandia, ambos países neutrales, pero que habían asistido a una teleconferencia de la Alianza Atlántica. Si estos dos países se unen a la OTAN, «tendrá consecuencias militares y políticas», ha dicho Moscú
Independientemente de que realmente esté dispuesto a usar las armas nucleares, no son amenazas vacías. Rusia ha exhibido su arsenal nuclear hace pocas semanas, cuando sus fuerzas armadas probaron todos los misiles de nueva generación rusos al mismo tiempo que se celebraban las maniobras militares conjuntas en Bielorrusia. En ellas puso a prueba sus proyectiles supersónicos, que Moscú asegura podrían eludir al escudo antimisiles de la OTAN.
Hace tiempo que se viene barruntando la posibilidad del despliegue de armas nucleares rusas en Bielorrusia. Justamente el régimen de Lukashenko, estrecho aliado de Putin, va a aprobar una nueva Constitución que, entre otras novedades, permitirá legalmente desplegar misiles rusos en su territorio.
Amenazas y victimismo, todo en uno
Además de elevar el tono de sus amenazas enseñando el botón nuclear, Putin acusó a Occidente de adoptar “medidas ilegítimas” contra su país en forma de sanciones. Como si al invadir un país -causando de momento cerca de 200 víctimas mortales y casi 400.000 refugiados- estuviera cumpliendo escrupulosamente con la legalidad internacional.
Las últimas sanciones incluyen la desconexión de varios de sus principales bancos de la plataforma de intercambios Swift y la congelación del fondo de unos 570.000 millones de euros en reservas extranjeras que ha guardado el banco central ruso estos años para hacer frente a contingencias.