Irlanda aprueba el Tratado de Lisboa tras la repetición del referéndum.

¿Punto final a los noes?

Edulcórese y/o sazónese el brebaje e insista a los votantes en que es por su bien. Y si con todo no funciona, advierta con una sonrisa que el paí­s se quedará sin postre, sin subvenciones y sin empleo. Esta es la receta de Bruselas para los referéndums fallidos. El Tratado de Lisboa -un refrito rancio de la Constitución Europea antes rechazado por los ciudadanos holandeses y franceses- fue vapuleado en las urnas irlandesas en 2008. Ha sido necesaria una Santa Alianza -Gobierno, oposición, medios de comunicación irlandeses y europeos, patronales y hasta la Iglesia Católica- haciendo campaña por el SÍ en una repetición de la consulta para que Irlanda se haya tragado a Lisboa. Las autoridades comunitarias respiran tranquilas, y proclaman confiadas en que Europa haya dejado por fin atrás las crisis polí­ticas e institucionales. ¿Seguro?

Seguramente ara las grandes potencias europeas y las instituciones comunitarias que controlan, no es tampoco plato de buen gusto tener que reeditar los plebiscitos, con lo mal que queda eso. A ellos les gustaría que colasen a la primera, pero la ciudadanía, esa masa tan irritablemente impredecible, no traga. Primero Holanda y Francia diciendo que NO a la Constitución Europea, e hiriendo de muerte el proyecto original franco-alemán. Luego, cuando logran salvar lo esencial y darle una nueva forma en Lisboa, es rechazado a la primera de cambio en la pequeña Irlanda. Y si tiramos de hemeroteca, veremos que los noes a los tratados de Maastricht (Dinamarca) o Niza (Irlanda también) también llenaron los titulares. ¿Qué tendrán los proyectos de las burguesías monopolistas más poderosas del continente que levantan tanto rechazo y recelo entre gran parte de los pueblos europeos?. Hace años que el euroescepticismo campa por sus respetos desde los Cárpatos a la Costa Gaélica, y no tiene pinta de remitir. La crisis financiera está azuzando el euroenfado por partida doble. Por un lado, Alemania y Francia, hace años las potencias impulsoras de la integración (y sometimiento) política de Europa, han abandonado su papel, o incluso lo han traicionado, convirtiéndose en buenos ejemplos del “sálvese quien pueda” en el terreno de medidas económicas. Por otro, según las principales potencias van tratando de descargar las pérdidas en las naciones más débiles de Europa –países del Este, Irlanda, Grecia, etc…- el sentimiento de rechazo a la UE gana terreno. Y no sólo entre los pueblos, sino entre sectores cada vez más radicalizados de sus clases dominantes y élites políticas, que se resisten a perder sus cuotas de poder y a que sus instrumentos de dominio –los Estados-Nación- se vacíen de potestad. La desmembración política de Europa es cada día más evidente y acelerada. Y frente a la miopía (¿o la estulticia?) de aquellos que se felicitan de que el SI irlandés haya “despejado el futuro de Europa”, la realidad es que cualquiera puede ver que el futuro de la UE en un mundo que cambia aceleradamente no puede depender de una pequeña isla, y que más noes están en camino. Y no de pequeños países díscolos, sino de miembros fundadores como Gran Bretaña. Al mismo tiempo que la popularidad de Gordon Brown se hunde en el Támesis, los tories –sempiternos euroescépticos- proyectan el referéndum británico para el Tratado de Lisboa. Al igual que los ingleses, yo me apostaría el resultado.