SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Puigdemont: sombra andante

Me dice mi general Félix Sanz: «Los Estados Unidos están muy bien montados». Tiene razón. Son una república federal; cada estado tiene su autogobierno e incluso leyes propias, y todos mantienen lealtad a la nación y ponen la mano en el corazón ante la bandera de las estrellas.Pero la enfermedad pandémica del nacionalismo, que ha causado más muertes que la peste, ha llegado incluso a la democracia que nació luchando por la unidad de sus territorios. Su Constitución comienza con las palabras revolucionarias «We the people» y consagra que todos los hombres nacen iguales. Lincoln mandó a los soldados a la guerra para salvar la Unión. A la Guerra de Secesión se le llama «guerra civil» porque algunos estados querían abandonar la Confederación y, desde esa guerra, casi nadie puso en cuestión la unidad de Estados Unidos.

Después de la victoria de un nacionalista duro como Donald Trump, algunos ciudadanos de California pidieron su Calexit, por lo de siempre: no quieren que el oeste del edén financie a otros estados más pobres. Al «Yes, California» exigiendo referéndum, se unen los viejos separatistas de Texas y otros extremistas de derechas en el continente y en las islas.

El Gobierno de Washington no soportaría ni una broma secesionista; en el caso de que intentaran pisar la Constitución, enviarían a la Guardia Nacional. No sé si sabrá todo esto Puigdemont, president de la Generalitat, que confirmó hace unas horas que lo que es exagerado, al final resulta insignificante. Son exageradas, infames y traicioneras sus palabras en Harvard, Cambridge (Massachusetts). En la universidad que describe Quentin Compson, el personaje de William Faulkner, el catalán confirmó las palabras de Macbeth que dan el título a El ruido y la furia: «La vida no es más que una sombra andante, un pobre actor que se agita y jacta durante su tiempo en escena, y después no se oye más. Es un cuento que cuenta un idiota, lleno de ruido y furia, cuyo significado no es nada». En este caso, el significado es importante, pero el actor es una sombra andante que contó un cuento. Equiparó la Democracia española con la turca porque «autoriza al Ejército a actuar contra sus propios ciudadanos». Se refirió a la resolución de la Comisión de Venecia para recordar que España sigue modelos de países como Albania, Armenia, Moldavia y Ucrania y no cumple con la Carta Europea de los Derechos Humanos.

Ha mentido y ha desprestigiado a la Democracia española el dirigente de un partido que se organizó como una trama mafiosa. Ha utilizado agravios y embustes para desacreditarnos. Ha confirmado una vez más que el separatismo catalán es un negocio basado en la incultura, que sigue la máxima de que no hay medio más eficaz para gobernar a la masa que la superstición y la calumnia.

En sus últimos actos, los dirigentes de la guerra contra la Constitución siguen las palabras de Renan: «El olvido y el error histórico son un factor esencial en la creación de una nación».