¿"Más OTAN" como alternativa por la paz y la seguridad en Europa?

¿Puede la paz venir… del peor de los matones?

La paz en Europa no va a venir de un mayor sometimiento y dependencia hacia EEUU y una ampliación de la OTAN. Nunca serán factores de seguridad y estabilidad, sino todo lo contrario.

«Rusia ha acabado con la paz en Europa. Es Rusia, y solo Rusia, la que ha elegido la escalada», ha dicho el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. Y, siendo así, detrás de esta afirmación está el interés de Washington, que está utilizando la espiral de tensión para dar grandes zancadas no ya solo en ampliar y fortalecer la Alianza Atlántica, sino en su proyecto de encuadrar a sus aliados y vasallos europeos en sus imperativos geopolíticos de confrontación de Rusia… y de China

La paz en Europa no va a venir de un mayor sometimiento y dependencia hacia EEUU y una ampliación de la OTAN. Nunca serán factores de seguridad y estabilidad, sino todo lo contrario.

Uno de los principales motivos esgrimidos por Putin para desencadenar una invasión de Ucrania que pone en peligro la paz en Europa y en el mundo es detener la ampliación de la OTAN hacia el este.

Pero paradójicamente, si hay un acontecimiento que está potenciando, consolidando y fortaleciendo a la OTAN, la principal alianza militar del mundo, con la que la superpotencia norteamericana ejerce su dominio político-militar sobre los países de su órbita… es la invasión de Ucrania.

Hace tres años (noviembre de 2019), ante los fingidos amagos de los EEUU de Trump por retirarse de la Alianza y las tensiones en la relación entre la Casa y unos maltratados europeos, el presidente francés Macron declaraba que «la OTAN está en muerte cerebral». Ahora, las bombas sobre Kiev sirven a Washington para sacar lustre a una alianza que es un decisivo instrumento de encuadramiento político militar, a la vez que una trituradora de la soberanía nacional.

EEUU refuerza la OTAN en Europa

 Actualmente, la OTAN mantiene cuatro grupos de combate multinacionales del tamaño de un batallón de 1.000 soldados cada uno en Estonia, Letonia, Lituania y Polonia, los cuales son ocupados de forma rotativa por los socios (entre ellos España, que tiene unos 700 soldados en el Báltico). Pero además, EEUU mantiene tropas propias en la región, y tiene sus propias bases en Lituania y Rumanía, junto a varias bases en Polonia. Biden ha aprobado el despliegue adicional de 3.000 soldados estadounidenses más en Polonia, Alemania y Rumanía, con otros 8.500 soldados en alerta máxima.

Además, por primera vez, la OTAN ha acordado desplegar las Fuerzas de Respuesta Rápida (NRF) en la región. Se trata de una fuerza multinacional «altamente preparada y tecnológicamente avanzada» que la OTAN puede desplegar rápidamente allá donde sea necesario. Su «punta de lanza» es la Fuerza de Tarea Conjunta de Muy Alta Disponibilidad (VJTF),  que permite ser desplegada en solo cinco días.

La paz ¿de los matones?

La Rusia de Putin invade Ucrania, y los EEUU de Biden aprovechan para encuadrar marcialmente a sus aliados y vasallos (por ejemplo una Alemania que después de años resistiéndose a hacerlo, ha terminado por cerrar el gaseoducto Nord Stream 2 que la vinculaba energéticamente con Rusia), y para explorar la posibilidad de incorporar nuevos miembros, como Suecia o Finlandia.

Al mismo tiempo que se llena Europa de tropas y material bélico, contribuyendo a retroalimentar la escalada de tensión, se lanza un gigantesco clima de opinión a la población: «sólo el poder militar de EEUU nos puede proteger del matonismo de Putin»; «sólo con más OTAN podrá Europa recuperar la paz y la estabilidad»; «la Alianza es ahora más necesaria que nunca».

Es preciso pararle los pies a Putin, pero es imprescindible detener la escalada bélica impulsada desde EEUU y la OTAN. Hay que impulsar la desmilitarización del suelo europeo

Estos nada inocentes climas de opinión buscan cegarnos ante el hecho de que la intervención norteamericana ha sido y es el primer factor de desestabilización, y la principal amenaza para la paz en el continente.

Es innegable que ha sido Rusia, y solo Rusia, la que ha prendido la mecha del barril de pólvora. Pero hay que preguntarse quién ha convertido a Ucrania en un polvorín. Fueron las maniobras de Washington las que convirtieron las legítimas protestas contra Yanukóvich en el Euromaidan en un «golpe de Estado blando» para cambiar de alineamiento internacional un pivote geopolítico como Ucrania. ¿Ese es el factor de estabilidad?

Es innegable que Rusia es una agresiva potencia imperialista, y como estamos viendo, una peligrosa fuente de inestabilidad mundial. Ha intervenido militarmente en Ucrania, Kazajistán, Siria, Libia, Georgia, Chechenia… Pero, ¿qué decir de EEUU, gran gendarme y principal responsable de la actual escalada militar en Europa y Asia, así como de las principales guerras y espirales de tensión, de las últimas décadas, en todo el mundo? En su ocaso imperial, lleva 20 años en una guerra eterna.

Sólo desde el 11S, la superpotencia yanqui ha provocado la destrucción de países enteros (Afganistán, Irak, Siria, Libia…), 38 millones de desplazados y más de 900.000 muertos, según un cómputo más bien benigno del proyecto «The Costs of War» del Instituto Watson de la prestigiosa Universidad de Brown (EEUU). ¿Estos son los que van a garantizar la paz en Europa y el mundo?

Es preciso pararle los pies a Putin, pero es imprescindible detener la escalada bélica impulsada desde EEUU y la OTAN. Hay que impulsar la desmilitarización del suelo europeo, frente al preocupante escenario de un nuevo salto en la presencia militar norteamericana en nuestro continente.

De otra manera, estaremos abocados a vivir, por la imposición de Washington y Moscú, bajo la amenaza de un nuevo «telón de acero».