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¿Puede el resto de Europa hacer frente a Alemania?

A medida que los mercados financieros van hacia el desastre, abriendo apenas una pausa para celebrar el «éxito» de las elecciones griegas o el acuerdo para recapitalizar los bancos españoles, el proyecto del euro finalmente está revelando su error fatal. Un país plantea una amenaza existencial para Europa – y no es Grecia, Italia o España. Cada propuesta seria para resolver la crisis del euro desde 2009 -quitas para los tenedores de bonos bancarios, metas de consolidación fiscal más realistas, garantizar en forma conjunta mediante eurobonos, un fondo de rescate financiero paneuropeo, la flexibilización cuantitativa por el Banco Central Europeo- ha sido vetada por Alemania, y este patrón parece probable que se repita la próxima semana.Nadie debería sorprenderse de que Alemania se haya convertido en la mayor amenaza para Europa. Después de todo, esto ha ocurrido anteriormente dos veces desde 1914. Afirmar este hecho innombrable no es para estigmatizar a los alemanes con el pecado original, sino simplemente para señalar la inusual situación geopolítica de Alemania. Alemania es demasiado grande y poderosa para convivir cómodamente con sus vecinos europeos en cualquier estructura política gobernada exclusivamente por los intereses nacionales. Sin embargo, no es lo suficientemente grande y poderosa como para dominar a sus vecinos de manera decisiva, como EEUU domina América del Norte o como China dominará el Lejano Oriente.Muchos políticos alemanes reconocieron esta inestabilidad inherente a partir de 1945 y abandonaron la realpolitik del interés nacional a favor del idealismo de la unificación europea. En lugar de tratar de crear una «Europa alemana», el nuevo objetivo nacional era construir una «Alemania europea». Por desgracia, esta lección parece haber sido olvidado por Angela Merkel. Cualesquiera que sean los argumentos intelectuales a favor o en contra de la impuesta austeridad germana o del pacto fiscal de diseño alemán, no puede haber disputa acerca de su significado político. El objetivo declarado de Merkel es ahora crear una «Europa alemana», con todos los gobiernos de las naciones viviendo, trabajando y marchando de acuerdo a las normas alemanas.Merkel, sin duda, cree que está ayudando a Europa, jugando el papel de madre que instruye a griegos, italianos y españoles para que «hagan sus deberes», y así poder convertirse en buenos alemanes pequeños. Pero al igual que sus predecesores menos benignos, este esfuerzo para imponer la hegemonía alemana tiene garantizado el fracaso. Los líderes de Europa por lo tanto, deben empezar a considerar una pregunta, que hasta ahora no se podía ni mencionar, quizás tan pronto como en la cumbre de la próxima semana, si se intensifica la crisis del euro. Esta pregunta no es si Europa está de acuerdo en vivir bajo el liderazgo alemán, sino si Alemania está de acuerdo en vivir bajo el liderazgo de la UE – o si las otras naciones deben formar un frente unido en contra de Alemania para evitar la destrucción de Europa, como lo han hecho en repetidas ocasiones en el pasado.En concreto, la única oportunidad de supervivencia del euro depende ahora de un paso decisivo hacia la unión política y fiscal. Angela Merkel, apuesta de boquilla por tal unión política, llegando a afirmar que la responsabilidad democrática es su principal condición para los rescates financieros, pero lo que quiere decir es que se deben rendir cuentas a los votantes alemanes, a los periódicos alemanes y a los jueces constitucionales alemanes. Ella se compromete a «hacer todo lo posible para salvar el euro» Pero veta cualquier cosa que realmente podría funcionar, en nombre de respetar a la opinión pública alemana o los intereses nacionales.Europa debe contestar a este farol. En la cumbre de la próxima semana, Francia, Italia y España le pueden devolver la pelota a Merkel, presentándose con un ultimátum. Encabezado por el presidente Hollande, que ha abandonado las pretensiones gaullistas de paridad con Alemania del Presidente Sarkozy, los tres grandes países mediterráneos podrían ponerse de acuerdo sobre un programa que realmente puede salvar el euro: una unión bancaria, seguido de eurobonos emitidos en forma conjunta y respaldados por la flexibilización cuantitativa del BCE. Si Merkel tratara de bloquear estas políticas, los demás podrían invitarla con cortesía a abandonar el euro, ya que las presiones políticas de Alemania, evidentemente, son hechas en unos términos imposibles de aceptar por el resto de miembros – en esencia, la propuesta que Merkel hizo el mes pasado a Grecia. Sin Alemania, la zona euro tendría unos desequilibrios internos mucho más pequeños y mucha más coherencia política, con una moneda mucho más débil y una inflación más alta, lo que haría más fácil de resolver el problema de las deudas.Merkel es probable que insista en el derecho legal de Alemania a permanecer en la zona euro, irónicamente, haciéndose eco de la respuesta griega. En este punto, las otras naciones podría jugar su carta de triunfo: para reducir las tasas de interés y hacer que sus economías sean más competitivas debilitando el euro, los países deudores podrían votar por un número ilimitado de compra de bonos por parte del BCE. Los alemanes en el consejo del BCE, sin duda, se opondrían a esto, pero incluso con el apoyo de Finlandia, Eslovaquia, y tal vez Austria y Holanda, Alemania podría reunir no más de 7 votos de un total de 23. Entonces, Alemania se enfrentaría a la misma elección existencial acerca de sus relaciones con Europa que Merkel ha infligido a Grecia y otros países deudores.Los alemanes es casi seguro que apoyarían las concesiones políticas que puedan dar el euro una oportunidad de supervivencia, incluidas las transferencias fiscales y un poco de mutualización de las deudas, una vez que se dieran cuenta de que su única alternativa es el aislamiento del resto de Europa. Pero antes de aceptar una Alemania europea, los votantes pueden necesitar que se les recuerde que tratar de crear una Europa alemana siempre conduce al desastre.