PSOE y PP rompen el sello de 1978

«El sello se ha roto con la reforma exprés de la Constitución iniciada ayer para ser votada el viernes. El Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular consideran superado históricamente el pacto de 1978. Ese pacto se ha roto. Ni José Antonio Alonso, compungido portavoz del PSOE, ni Soraya Sáenz de Santamarí­a, ayer vibrante oradora, se refirieron a él en sus intervenciones. Resumen: España está en riesgo y este es un asunto exclusivo de Antonio Cánovas Del Castillo y Práxedes Mateo Sagasta. Los demás, si quieren, que se adhieran.»

Caras largas en el PSOE. Muy largas. Frialdad entre Zaatero y Rubalcaba, que ve dinamitada la zona más sensible de su estrategia electoral: la que intentaba tender puentes con la reverberación del 15-M, esa nebulosa social de indignación y conjuro: la religiosa creencia de que la República Democrática de Facebook y el sistema nervioso de Twitter rescatarán a la democracia. Reforma constitucional exprés en 48 horas, sin debate ciudadano y sin referéndum. ¡Toma Twitter! Pánico al hundimiento financiero, obediencia debida al Directorio europeo. En el PSOE pueden acabar mal, incluso muy mal, peor que Prieto y Negrín, pero siguen siendo un partido disciplinado. (LA VANGUARDIA) LA REPÚBLICA.- Después de años de jurar y perjurar que la Constitución de 1978 es poco menos que intocable, los dos partidos mayoritarios deciden una reforma de la misma. Lo deciden por imposición externa y da lo mismo que esa imposición haya sido o no explícita, haya venido o no por carta, haya sido impuesta por Merkel o por el Banco Central Europeo. Muy, muy mal, peor de lo que se conoce, debe estar nuestra economía para que se apruebe a toda velocidad una reforma como ésta. Este procedimiento de urgencia y en única lectura de algo tan importante como una reforma constitucional no es de recibo, es absolutamente rechazable. Todo un rosario de agravios a algo tan importante como la soberanía nacional, ninguneada una vez más. EL PAÍS.- Como consecuencia del deterioro progresivo de la moneda estadounidense, los Estados latinoamericanos se ven obligados a comprarla para reserva, a fin de que su deterioro no continúe y dificulte aún más las exportaciones. Por esa vía, Brasil superó los 300.000 millones de dólares en reservas y México los 130.000, verdaderos récords históricos. Lo peor es que el dólar no tiene perspectivas de fortalecerse. Desde la quiebra de Lehman Brothers, en 2008, a hoy, la circulación de dólares se ha triplicado. Así como suena. Pasó de 834 a 2.390 billones norteamericanos (millones de millones). ¿Puede ser ello gratuito, puede resultar inocuo? No somos economistas, pero -desde la experiencia- no dudamos en afirmar que este empapelamiento se seguirá reflejando en la cotización monetaria. Opinión. La Vanguardia PSOE y PP rompen el sello de 1978 y abren la vía de la recentralización Enric Juliana España, quinientos años de historia como formación estatal, imperio católico en el que no se ponía el sol, muro de contención de la Reforma luterana, martillo de herejes erasmistas y leyenda negra. Potencia decadente durante tres siglos, furiosa barrera contra Napoleón, guerrillas, país de juntas y de vaguadas. Laberinto de pasiones y nido de intrigas durante todo el siglo XIX, liberalismo siempre inconcluso, revolución industrial en la periferia, nacionalidades que no se dejan asimilar, dos repúblicas que acaban mal: estallido y tragedia africana en 1936. Una sórdida dictadura de cuarenta años, apuntalada por la guerra fría, que acaba en pacto, un amplio pacto de los moderados. Legitimación de la monarquía y apertura de una inédita etapa democrática. Retorno a Europa, dinamismo, crecimiento, modernización, globalización, fortificación económica del centro y aires de nuevo rico. Quijotadas de derecha y de izquierda. Borrachera inmobiliaria. Cataclismo financiero mundial, riesgo de suspensión de pagos y ruda intervención alemana. De golpe, un país perplejo y desorientado. Un orgullo triste y desangelado ayer por la mañana: reforma constitucional en 48 horas para ofrecer garantías de pago y salvar la cara al Banco Central Europeo, que ha evitado la catástrofe de la deuda en agosto. Ejecución sumaria del pacto de 1978 entre centro y periferia. El sello se ha roto. El sello se ha roto con la reforma exprés de la Constitución iniciada ayer para ser votada el viernes. El Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular consideran superado históricamente el pacto de 1978, que agrupó a la derecha posfranquista que aceptaba la democracia, al centro amalgamado alrededor de Adolfo Suárez, a los socialistas recién salidos de una larga hibernación, a los comunistas –los primeros en hablar de reconciliación nacional en 1956– y a los catalanistas. ETA mataba entonces cada semana. Ese pacto se ha roto. Ni José Antonio Alonso, compungido portavoz del PSOE, ni Soraya Sáenz de Santamaría, ayer vibrante oradora, se refirieron a él en sus intervenciones. Resumen: España está en riesgo y este es un asunto exclusivo de Antonio Cánovas Del Castillo y Práxedes Mateo Sagasta. Los demás, si quieren, que se adhieran. Caras largas en el PSOE. Muy largas. Frialdad entre José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba, que ve dinamitada la zona más sensible de su estrategia electoral: la que intentaba tender puentes con la reverberación del 15-M, esa nebulosa social de indignación y conjuro: la religiosa creencia de que la República Democrática de Facebook y el sistema nervioso de Twitter rescatarán a la democracia. Rubalcaba y su equipo vuelven a la casilla de partida. Reforma constitucional exprés en 48 horas, sin debate ciudadano y sin referéndum. ¡Toma Twitter! Pánico al hundimiento financiero, obediencia debida al Directorio Europeo y estrategia personal de Zapatero: quiere retirarse tranquilo y ya invita a José María Aznar a tomar café en la Moncloa. Artículo malhumorado de Felipe González en el diario El País: "Esta reforma contiene un cierto fracaso". Temen la debacle electoral. En el PSOE pueden acabar mal, incluso muy mal, peor que Prieto y Negrín, pero siguen siendo un partido disciplinado. Sólo el diputado Antonio Gutiérrez Vegara, ex secretario general de CC.OO, rompió ayer las órdenes de arriba. No repetirá. Satisfacción y orgullo en el PP, con mirada grave de Mariano Rajoy, que sabe lo que le espera. Antes de ganar las elecciones ya se está ejecutando su política. Sáenz de Santamaría ejerció de vicepresidenta. Discurso sólido y con empuje. Discurso nacional español con una leve radiación girondina: "Con esta reforma no habrá menos autonomía; habrá más responsabilidad". El PP marianista sabe que tiene el rodillo al alcance de la mano y está estudiando cómo usarlo. Duran huyó del tópico que existe sobre Duran. Habló claro. "El consenso constitucional se ha roto y podemos ir a un choque de trenes". Parole, parole, parole, si lo dice un partido menor. Si lo dice la coalición que gobierna Catalunya, primera comunidad en producción industrial y exportaciones, la longitud de la onda es otra. Rajoy le escuchaba con atención. Duran hizo ayer un movimiento italiano: alzare lo scudo (levantar el escudo). CiU, sin embargo, tiene un límite: no puede repetir el no a la OTAN de 1986, del que Jordi Pujol dice arrepentirse. No puede huir del consenso europeo. Sin Europa, el catalanismo pasa a ser un regionalismo excitado. Barcelona no puede indisponerse con Berlín. CiU no votó –no pulsó el botón– para expresar su rechazo al método sin maridar con el Partido Comunista de España ante Jean-Claude Trichet. Lo que queda del PCE busca el 15-M, sin saber que este no es comunista. La señora Rosa Díez es la que ofrece la bandera jacobina a los indignados. ERC, que ya se alió con el PSOE en el error de 1934, vuelve a saber lo que vale ese peine. El PNV, distante, ignaciano y preocupado, optó por la ironía corrosiva de Josu Erkoreka. A favor votó la Unión del Pueblo Navarro, prima hermana de la Comunión Tradicionalista. ¿Y el PSC, presente en la ponencia constitucional de 1978? Disciplina, mucha disciplina. LA VANGUARDIA. 31-8-2011 Opinión. La República Reforma constitucional rechazable en forma y fondo Luis de Velasco Después de años de jurar y perjurar que la Constitución de 1978 es poco menos que intocable, los dos partidos mayoritarios, a iniciativa del gobierno de la nación, deciden una reforma de la misma. Lo deciden por imposición externa y da lo mismo que esa imposición haya sido o no explícita, haya venido o no por carta, haya sido impuesta por Merkel o por el Banco Central Europeo. Muy, muy mal, peor de lo que se conoce, debe estar nuestra economía para que se apruebe a toda velocidad una reforma como ésta. Este procedimiento de urgencia y en única lectura de algo tan importante como una reforma constitucional no es de recibo, es absolutamente rechazable. Un acuerdo bipartidista muy rápido y sencillo (por algo muchos dicen que PP y PSOE en los temas fundamentales son lo mismo, de ahí eso de PPSOE), una semana escasa de plazo para la tramitación, llamadas al consenso que en realidad son que se sume el que suscriba lo acordado sin cambiar nada, desprecio absoluto a organismos consultivos como el Consejo de Estado, todo ello impulsado por un gobierno amortizado y desacreditado. Todo un rosario de agravios a algo tan importante como la soberanía nacional, ninguneada una vez más. Recordemos que en democracia, incluso en una democracia tan comatosa como la nuestra, las formas son tan importantes como los contenidos. Esas formas, una vez más, se están pisoteando con este proceso. Porque lo que está en juego es nada menos que una reforma constitucional y además muy importante. No se trata de una reforma puramente técnica sobre un tema económico menor. Aquí se trata de constitucionalizar un instrumento clave, central, decisivo en la política de un país como es la política del déficit y deuda pública y por lo tanto la política presupuestaria. Con esta reforma, se impone una determinada visión económica y se le da una enorme rigidez al constitucionalizar ese dogma. Nadie discute la necesidad de una política de estabilidad presupuestaria (es lo que hace años se denominaba “la preservación de los equilibrios macroeconómicos fundamentales”, concepto incluso más amplio) pero de esa aceptación no se deduce necesariamente la constitucionalización. Más en nuestro caso cuando el gobierno tiene instrumentos suficientes, desde los tratados de la UE incorporados a la legislación nacional hasta una reciente sentencia del Constitucional sobre techos de gasto para las Autonomías, para desarrollar esa política. Si no lo hace es porque no tiene voluntad política para enfrentar determinados intereses muy poderosos. Lo querría intentar ahora con la coartada de la constitucionalización. Por su parte el PP quiere esta reforma (que por cierto podría haber sido peor) por razones ideológicas. Está convencido de la vigencia de la llamada “austeridad expansiva”: lograr un déficit presupuestario cero y todo lo demás se os dará por añadidura. Otro descubrimiento de la piedra filosofal, una más. A pesar de todo y a la vista tanto de los vericuetos de lo pactado como de sus plazos, no es descartable que todo o casi todo quede en nada. Se habla de 2020 pero por poner un ejemplo ¿alguien puede asegurar que para esa fecha seguirá el Euro o que la Eurozona estará integrada por los actuales miembros? Estos tres últimos años hemos visto cosas inimaginables y más vamos a ver en lo inmediato. LA REPÚBLICA. 30-8-2011 Opinión. El País Estados Unidos como problema Julio Sanguinetti En América Latina, históricamente hemos vivido la eterna lucha de los bancos centrales para defender nuestras monedas de las subidas del dólar. Las dramáticas devaluaciones jalonan la historia con una profunda marca. Nunca se nos ocurrió pensar que esos mismos bancos iban a luchar desesperadamente para mantener el valor del dólar y que no se devaluará aún más en nuestros mercados. Desde luego, hubo momentos, en ciertos planes de estabilización, que revaluaron nuestras monedas más de la cuenta con relación al dólar, momentos en los que este resultó en una moneda particularmente apta para importar. Fueron los tiempos -por ejemplo- del "deme-dos" que singularizó al público argentino en Miami, comprando de todo, cuando la famosa ley de convertibilidad de 1991 fijó, por una larga década, la igualdad de las dos monedas. Al principio fue muy útil a fin de quebrar las expectativas inflacionarias pero luego los costos internos crecieron más de la cuenta, desequilibraron la ecuación y se terminó en otra devaluación. O sea, que se trató de un fenómeno circunstancial y específico de Argentina, muy distinto a lo que hoy vivimos como resultado de una situación general, nacida del deterioro progresivo de la moneda estadounidense. Como consecuencia, los Estados latinoamericanos se ven obligados a comprarla para reserva, a fin de que su deterioro no continúe y dificulte aún más las exportaciones. Por esa vía, Brasil superó los 300.000 millones de dólares en reservas y México los 130.000, verdaderos récords históricos. Lo peor es que el dólar no tiene perspectivas de fortalecerse. Basta observar que, pese a los problemas de Europa, el euro, el amenazado y discutido euro, sigue valiendo un 40% más que un dólar, luego de comenzar su vida debajo de la paridad. Y si seguimos observando que la emisión norteamericana no se detiene, la conclusión se robustece. Desde la quiebra de Lehman Brothers, en 2008, a hoy, la circulación de dólares se ha triplicado. Así como suena. Pasó de 834 a 2.390 billones norteamericanos (millones de millones). ¿Puede ser ello gratuito, puede resultar inocuo? No somos economistas, pero -desde la experiencia- no dudamos en afirmar que este empapelamiento se seguirá reflejando en la cotización monetaria. A partir de esa situación, ya de por sí escandalosa, el Congreso norteamericano ha ofrecido un espectáculo digno de nuestras peores épocas de populismo latinoamericano, dándole al mundo la sensación inequívoca de encontrarse en el umbral de una catástrofe por falta de entendimiento parlamentario entre las bancadas de los dos grandes partidos. La generalidad pensaba que era irreal que los legisladores llevaran la situación hasta el extremo de producir esa caída y que, en algún momento, iba a aparecer la autorización para aumentar el tope del endeudamiento a cambio de restricciones en el gasto de gobierno u otras condiciones. Pero el solo hecho de que todos los diarios, en los cinco continentes, estuvieran alertando sobre la posibilidad de la quiebra, configuró un daño irreparable. No se trataba simplemente de un asunto financiero. Mostraba mucho más que un tema monetario porque desnudaba, incluso, un sistema político que no luce a la altura de sus responsabilidades. Michael Rostovtzeff, el clásico historiador ruso de la economía de la Roma Antigua, el primero en mirar en su conjunto el desarrollo de esa notable construcción que fueron la República y el Imperio, señaló ya la importancia que tuvo en su declinación el envilecimiento de la moneda. Cuando hoy observamos lo que está ocurriendo en Estados Unidos, no dejamos de recordar aquel lejano antecedente, tan revelador. La lógica de los hechos, desgraciadamente, es implacable: no hay sustituto para el equilibrio fiscal y no hay moneda que no se deprecie cuando su emisión supera la oferta de bienes y servicios. Aun sin afiliarnos a las teorías apocalípticas, que anuncian con clarines triunfales la decadencia de la superpotencia, lo que nadie puede discutir es que por este camino va muy mal y nada de lo que ocurre le resultará gratuito. Ni a Estados Unidos, ni a nosotros, porque si antes fue un problema por su poderío, ahora empieza a serlo por sus fragilidades. EL PAÍS. 31-8-2011