«Portugal ha vivido una semana bajo el fuego intenso en los mercados financieros. Una presión que ha llevado a la economía lusa a ingresar en el grupo maldito de los diez países con seguros de protección al incumplimiento de la deuda pública (en inglés, credit default swaps) más costosos, lista negra donde sólo le acompañan Grecia e Islanda entre los países europeos. La prima de riesgo respecto al bono alemán también alcanzó máximos desde la creación de la zona euro.»
Los ronósticos de diferentes gurús sobre la situación portuguesa han ido de mal en peor desde que el pasado 15 de abril, Simon Johnson y Peter Boone escribieran en el New York Times que la situación de Portugal es tan dramática como la de Grecia. Ambos autores dibujaron un cuadro tremendo al afirmar que los dos países "están económicamente al borde de la bancarrota", y su situación es igual o más grave que la que padeció Argentina en 2001 con la suspensión de pagos y la crisis del corralito. Su conclusión es que Portugal esperará a que la situación vaya a peor y entonces irán a Bruselas a pedir dinero. La UE tendrá, nuevamente, que acudir al rescate hasta que alguien se canse de ser el salvavidas de los países más débiles. "Los alemanes serán, probablemente, los primeros". (EL PAÍS) ABC.- La crisis griega ha puesto a los países periféricos europeos, y a España entre ellos, en el punto de mira no sólo de los inversores, sino también de los principales organismos internacionales. Hay un punto de no retorno en la pérdida de credibilidad que, en el caso del presidente Zapatero, está a punto de alcanzarse, argumentaba hace unos días un lúcido Carlos Solchaga. El ex ministro de Felipe González ponía incluso fecha a ese punto de inflexión: el próximo mes de septiembre, cuando se presenten los Presupuestos de 2011. Y es que la cuentas de este próximo ejercicio son la prueba de fuego que demostrará el grado de compromiso del Gobierno con el prometido ajuste fiscal. EL ECONOMISTA.-Todos los PIIGS -en diferentes grados- se enfrentan a problemas serios de deuda pública y sostenibilidad del déficit, déficits externos y sostenibilidad de deuda pública y privada extranjera, pérdida de competitividad debido al aumento relativo de los costes unitarios laborales y complicados obstáculos para restaurar el índice de crecimiento robusto y persistente necesario para recuperar la competitividad, la sostenibilidad de la deuda y hacer aceptables políticamente la austeridad y las reformas. Si estos desafíos no se abordan con éxito en los próximos años, no puede descartarse el riesgo de que algunos de los países rezagados de la unión monetaria acaben decidiendo o se vean forzados a abandonarla. Sin duda, la probabilidad de una salida de la unión de sus Estados miembros más débiles es cada vez más alta. Opinión. El País Los mercados apuestan a que Portugal será la próxima Grecia Francesc Relea Portugal ha vivido una semana bajo el fuego intenso en los mercados financieros. Una presión que ha llevado a la economía lusa a ingresar en el grupo maldito de los diez países con seguros de protección al incumplimiento de la deuda pública (en inglés, credit default swaps) más costosos, lista negra donde sólo le acompañan Grecia e Islanda entre los países europeos. La prima de riesgo respecto al bono alemán también alcanzó máximos desde la creación de la zona euro. Y sólo tras la petición de ayuda de Grecia del viernes, que dará paso al paquete de rescate de la UE y el Fondo Monetario Internacional, amainó el temporal. La profundidad de la crisis y el peligro de que Portugal siga los pasos de Grecia configuran el debate de estos días. Algunos economistas advierten que la situación no es tan grave y arremeten contra los ataques especulativos, mientras el Gobierno y la oposición están enzarzados en la eterna discusión sobre recorte del gasto o subida de impuestos para cumplir el objetivo de reducción del déficit establecido en el Plan de Estabilidad y Crecimiento presentado a Bruselas. "Portugal está en una situación incomparablemente mejor que Grecia", pero los especuladores "se vuelven contra nosotros porque huelen sangre", ha dicho José Silva Lopes, ex gobernador del Banco de Portugal. Por su parte, Vítor Bento, consejero de Estado y presidente de la Sociedad Interbancaria de Servicios (SIBS), considera que "Portugal está más cerca de Alemania que de Grecia si se tiene en cuenta la calificación y los vencimientos de deuda". El Gobierno socialista de José Sócrates propone un aumento de la presión fiscal para reducir este año el déficit del 9,4% al 8,3%. El plan gubernamental incluye un incremento del 20% a las plusvalías inmobiliarias; aumento del Impuesto a las Personas Físicas (IRS) del 42% al 45% para los ingresos colectivos superiores a 15.000 euros; congelación de las prestaciones sociales no contributivas hasta 2013 (bono a la familia, subsidio de desempleo, complemento social para ancianos, entre otras); y aumento de la edad de jubilación de los funcionarios a 65 años. Actualmente puede jubilarse con 62 años y seis meses quienes cuentan con 25 años de servicio. El Partido Social Demócrata (conservador), principal fuerza de la oposición, propone como alternativa al aumento de impuestos un recorte de lo que llama "gastos inútiles del Estado" de 1.700 millones de euros, que significaría el 1% del PIB, aunque de momento no ha dado mayores precisiones sobre dicho reajuste. Los pronósticos de diferentes gurús sobre la situación portuguesa han ido de mal en peor desde que el pasado 15 de abril, Simon Johnson, antiguo economista jefe del Fondo Monetario Internacional, y Peter Boone, investigador de la London School of Economics escribieran en el New York Times que la situación de Portugal es tan dramática como la de Grecia. Ambos autores dibujaron un cuadro tremendo al afirmar que los dos países "están económicamente al borde de la bancarrota", y su situación es igual o más grave que la que padeció Argentina en 2001 con la suspensión de pagos y la crisis del corralito. En referencia a Portugal, reprocharon el excesivo gasto de los últimos años hasta acumular una deuda del 78% del PIB a finales de 2009, que en 2012 podría llegar al 108% si aplica su plan de estabilización. La conclusión de Johnson y Boone es para salir corriendo. Portugal esperará a que la situación vaya a peor y entonces irán a Bruselas a pedir dinero. La UE tendrá, nuevamente, que acudir al rescate hasta que alguien se canse de ser el salvavidas de los países más débiles. "Los alemanes serán, probablemente, los primeros". EL PAÍS. 25-4-2010 Opinión. ABC ZP se la juega Yolanda Gómez La crisis griega ha puesto a los países periféricos europeos, y a España entre ellos, en el punto de mira no sólo de los inversores, sino también de los principales organismos internacionales. Y esto no puede dejar indiferente a un Gobierno, el de Rodríguez Zapatero, que se juega en los próximos meses no sólo su credibilidad dentro y fuera de nuestras fronteras, sino lo que es más importante, el futuro de España. A partir de ahora no valen los titubeos, las reformas a medias, los globos sonda y los desmentidos constantes. España, su presidente, su Gobierno y su política económica van a ser examinados con lupa y, si no responde a las expectativas generadas, el castigo será inevitable y doloroso. Hay un punto de no retorno en la pérdida de credibilidad que, en el caso del presidente Zapatero, está a punto de alcanzarse, argumentaba hace unos días un lúcido Carlos Solchaga. El ex ministro de Felipe González ponía incluso fecha a ese punto de inflexión: el próximo mes de septiembre, cuando se presenten los Presupuestos de 2011. Y es que la cuentas de este próximo ejercicio son la prueba de fuego que demostrará el grado de compromiso del Gobierno con el prometido ajuste fiscal. Pero incluso antes del verano Rodríguez Zapatero tiene la oportunidad de poner en marcha un cambio de rumbo en una política económica que hasta ahora se ha demostrado errónea. La contundencia o laxitud con la que el Gobierno aborde la reforma laboral, la reordenación del sector bancario y la prometida reestructuración del sector público será determinante para saber si Rodríguez Zapatero está finalmente dispuesto a coger el toro por los cuernos y hacer lo que España necesita y los mercados le exigen o, si como nos tiene acostumbrados, vuelve a actuar en clave electoral. Al presidente del Gobierno español le quedan muy pocas balas en la recámara y esta vez no puede errar en el tiro. ABC. 25-4-2010 Opinión. El Economista La tragedia griega de los PIIGS Nouriel Roubini Vistas las dificultades de Grecia, los demás PIIGS buscan sus propias soluciones, pero siguen soportando graves problemas de sostenibilidad de deuda pública y pérdida de competitividad. Italia está ahora -en términos relativos- en mejor forma que el resto de PIIGS. Aunque el índice de la deuda italiana respecto al PIB es alto -por encima del cien por cien-, su déficit fiscal se contuvo al 5 por ciento en 2009. Las autoridades italianas sólo permitieron que los estabilizadores automáticos aumentaran el déficit y se prestó muy poco al estímulo fiscal contra-cíclico. Además, Italia ha llegado mucho más lejos que Grecia y España en la implementación de las reformas necesarias para contrarrestar el pasivo no financiado inminente de los sistemas de Seguridad Social. Puesto que los bancos italianos estaban bien regulados y supervisados por el Banco de Italia, el país se ha ahorrado los masivos costes fiscales del rescate de entidades financieras que se incurrieron en Reino Unido, Irlanda y Estados Unidos (entre otros). Aun así, no hay lugar para la complacencia en Italia respecto a unas reformas fiscales muy necesarias, la reducción del tamaño de un sector público inflado, la gestión de la evasión fiscal, la reducción del déficit y la aceleración de reformas que restauren el crecimiento. En la última década, las exportaciones italianas apenas han crecido (+0,4 por ciento anual), muy por debajo de la media europea de +3,5 por ciento, y mucho menos que España y Portugal, por no mencionar a una superpotencia de la exportación como Alemania. Italia también presentó un crecimiento real anémico y la renta per cápita ha caído el 4,1 por ciento en la última década. En algunos sentidos, España está en mejor forma que Grecia, aunque, en muchas otras mediciones, se encuentra en peores apuros y presenta un riesgo potencial mayor para la eurozona. España tiene un déficit fiscal y deuda pública inferiores, y un mayor índice de ahorro (todo ello relativo al PIB) que Grecia. Ésa es la buena noticia. Veamos ahora el resto. Primero, el paro alcanza el 20 por ciento en España frente al 10 por ciento de Grecia y la necesaria consolidación fiscal que los custodios de los bonos le están imponiendo ahora podría conducir a mayores caídas en la producción e incrementos de una tasa de desempleo ya sumamente alta. Segundo, la burbuja inmobiliaria española estalló y el país está sufriendo los daños colaterales en la economía real. Tercero, pese a un aprovisionamiento dinámico, la burbuja del crédito de los bancos y cajas era masiva, y el aumento de los préstamos sin rendimiento ya es grave, con unos costes fiscales previstos muy elevados para el rescate de entidades financieras españolas. Cuarto, la pérdida de competitividad del sector comercial español ha sido más grave que en Grecia, puesto que en los años del boom los sueldos (impulsados por la burbuja inmobiliaria) crecieron mucho más deprisa que la productividad. Ahora que el alto crecimiento artificial del PIB alimentado por la burbuja inmobiliaria se ha venido abajo, la pérdida de la competitividad española se ha hecho patente. Está claro que el emperador español no tenía traje. Quinto, la burbuja inmobiliaria provocó una nueva ampliación peligrosa del déficit por cuenta corriente, que se disparó hasta llegar a dos dígitos en porcentaje del PIB y condujo a un enorme aumento del pasivo extranjero en el sector privado (por encima del sector público). España no está aún al borde del mismo abismo que contemplan los griegos, pero va de camino si no emprende un rápido avance de la consolidación fiscal y reformas estructurales -empezando por la flexibilidad del mercado laboral– para estabilizar los índices de deuda pública, reducir los déficits exteriores y restaurar la competitividad y el crecimiento. Portugal ya ha vivido una década de casi estancamiento económico, con muy poco crecimiento del PIB, amplios déficits fiscales, gran reserva de deuda pública, costes unitarios laborales en ascenso y pérdida de competitividad. El motivo por el que Portugal resistió y aceptó el estancamiento se debe a que los cuantiosos fondos estructurales de la UE reforzaron marginalmente su renta nacional pese a un rendimiento mediocre del PIB. Sin embargo, la actual recesión internacional asestó un duro golpe a la economía y ha exacerbado las considerables debilidades de crecimiento y deuda, justo cuando el flujo de fondos estructurales y ayuda de la UE va a disminuir en la próxima década. Después de Grecia, Portugal se presenta como el eslabón más débil en la cadena de los PIIGS. Por el momento, a Irlanda la han castigado menos los custodios de bonos, porque se ha comprometido antes con un ajuste fiscal más fuerte, pero todavía quedan problemas graves. En el cuarto trimestre de 2009, la economía irlandesa seguía contrayéndose bastante acusadamente y la recuperación en el primer trimestre de 2010 todavía está por verse. Además, pese a un rígido ajuste fiscal, el déficit tributario permanece del orden de dos dígitos en porcentaje del PIB. Por último, los costes fiscales de rescatar a bancos insolventes se están volviendo enormes y podrían poner en peligro la capacidad del Estado para ayudar a un sistema bancario demasiado grande para quebrar pero, probablemente también, para que le salven. Para terminar, es digno de mención que, en todos o la mayoría de los PIIGS, las reservas efectivas de deuda pública podrían superar los cálculos oficiales por varias razones. En primer lugar, si es necesaria la deflación para lograr una depreciación real, la caída de los precios aumentaría el valor real de la deuda pública en porcentaje del PIB. En segundo lugar, si un ajuste fiscal conduce a una menor producción, el índice de deuda pública/PIB aumentará. En tercer lugar, casi todas estas economías sufren un envejecimiento de la población que reduce el crecimiento potencial y aumenta, con el tiempo, el índice deuda/PIB. En cuarto lugar, el envejecimiento también incrementa el pasivo público implícito sin financiación, derivado de unos sistemas de Seguridad Social de prepago y un coste sanitario a largo plazo no financiado, que además tendrá que atender a la tercera edad. En quinto lugar, si surgen nuevos apuros del sistema financiero derivado de la deflación y una recesión persistente, los costes fiscales crecientes del rescate de entidades financieras insolventes se incrementarán con el tiempo. En sexto lugar, si la necesidad de restaurar la competitividad acaba exigiendo la salida de la Unión Económica y Monetaria, la consiguiente depreciación nominal y real de la nueva divisa nacional aumentaría bruscamente el valor real de la deuda pública, dados los efectos de balance del pasivo en moneda extranjera (por ejemplo, en Argentina el índice deuda pública/PIB se triplicó del 50 al 150 por ciento en cuestión de meses cuando el colapso de la moneda conllevó que el peso se depreciara de la paridad con el dólar estadounidense a un tipo de cambio de 3 a 1). Estos seis factores implican que las reservas efectivas reales de deuda pública en porcentaje del PIB podrían ser considerablemente mayores que los cálculos oficiales. Es decir, la sostenibilidad de la deuda pública presentaría una problemática más intensa de la que sugieren unos índices ya de por sí elevados. En conclusión, todos los PIIGS -en diferentes grados- se enfrentan a problemas serios de deuda pública y sostenibilidad del déficit, déficits externos y sostenibilidad de deuda pública y privada extranjera, pérdida de competitividad debido al aumento relativo de los costes unitarios laborales y complicados obstáculos para restaurar el índice de crecimiento robusto y persistente necesario para recuperar la competitividad, la sostenibilidad de la deuda y hacer aceptables políticamente la austeridad y las reformas. Si estos desafíos no se abordan con éxito en los próximos años, no puede descartarse el riesgo de que algunos de los países rezagados de la unión monetaria acaben decidiendo o se vean forzados a abandonarla. Sin duda, la probabilidad de una salida de la unión de sus Estados miembros más débiles es cada vez más alta. EL ECONOMISTA. 24-4-2010