Ikea y sus muebles de diseño ya tienen via libre para expandirse por Marruecos, aunque el precio es dejar en el barro a cientos de miles de saharauis que resisten 30 años en los campos de refugiados.
Marruecos había denegado el permiso a Ikea para abrir una tienda en Casablanca, declarando el boicot a los productos a los productos de este país por la decisión del Parlamento sueco en 2012 de reconocer al Sáhara Occidental como país independiente, algo que han hecho 82 de los 192 países del mundo.
Como respuesta, Estocolmo ha revisado su política respecto al Sáhara y ha retirado el apoyo a la autodeterminación saharui para facilitar el negocio de la multinacional sueca, el mayor gigante del mueble del mundo, presente en 44 países.
La ministra de exteriores se ha hecho la sueca y ha intentado revestir la compraventa con una justificación diplomática: “toda nuestra energía esta enfocada a apoyar el proceso de mediación de Naciones Unidas. El reconocimiento de la independencia del Sáhara no ayudaría”. Les hemos vendido por un puñado de dirhams, pero es por su bien, ha venido a decir.