La larga campaña electoral hasta el 20D acaba de comenzar y ya se está vendiendo la idea de que éstas van a ser unas elecciones decisivas. No es cierto. Por una sencilla razón. Las clases populares no tenemos todavía el grado suficiente de organización y fuerza política para plantear una batalla capaz de derrotar y echar abajo el proyecto de nuestros enemigos. El 20D va establecer, eso sí, una nueva correlación de fuerzas en el país, ¿pero qué es lo que verdaderamente está en juego en ellas?
La agresividad del proyecto hegemonista de intervención y saqueo que venimos sufriendo desde 2010 ha provocado una más que notable erosión del modelo político bipartidista, haciendo aparecer un fuerte viento popular y patriótico como rechazo a unas políticas que han supuesto un aumento insoportable de las desigualdades y el empobrecimiento de la mayoría de la población.
Todo esto ha creado una nueva situación en que la clase dominante no puede seguir gobernando como hasta ahora. El modelo bipartidista que ha gestionado los intereses y aplicado los proyectos oligárquico-imperialistas en las últimas tres décadas ha entrado en quiebra.
En las generales de 2008 la suma de PP y PSOE concentró el 80,9% de los votos. Pero en las europeas de 2014 ha quedado reducido al 49,1% de los votos, porcentaje que, punto arriba punto abajo, se ha reproducido en las municipales y autonómicas de este año y todas las encuestas apuntan a que se mantendrá el 20-D. Es decir, entre 2008 y 2015, los años que abarcan el estallido de la crisis, el bipartidismo ha perdido casi 30 puntos, más de un tercio de su peso electoral. Expresado en números, supone que cerca de 7 millones de españoles han dejado de votar a PP y PSOE.
Pero incluso si miramos más allá, a las grandes ciudades del país donde el voto es más libre y la injusta distribución de escaños de la ley electoral menor, el desplome es todavía mayor, como lo demuestra que el bipartidismo haya perdido las alcaldías de las tres principales capitales del país -Madrid, Barcelona, Valencia- y de muchas otras ciudades importantes -Zaragoza, Cádiz, A Coruña, Pamplona, Ferrol, Badalona, Santiago,…-
Hacia un cambio en el modelo político
Es esta nueva situación la que determina la necesidad de un cambio en el modelo político.
El viejo modelo bipartidista ya no sirve para gestionar los intereses de la oligarquía y el hegemonismo y como anunciaba a principios de 2013 el “Informe confidencial al embajador [norteamericano en Madrid] Salomon”, EEUU “no puede permitir que una pieza militar clave para el Norte de África como España entre en un período de desestabilización política, social y económica descontrolado”. En él se proponía que “como ocurrió en los años 70 con la transición”, las grandes potencias imperialistas con intereses en España se coaliguen para “ayudar y controlar” la situación española. O, en su caso, pilotar una “segunda transición”, una reforma constitucional que sustituya el viejo modelo bipartidista por otro. Y concluía advirtiendo sobre la inexistencia de nuevos dirigentes “no contaminados con el régimen que hoy se tambalea”, aunque aseguraba sin ningún genero de dudas que, “llegado el momento, los nuevos protagonistas de la reforma aparecerán”.
Los resultados del 20-D van a determinar en qué nueva correlación de fuerzas se va a producir este cambio y hasta dónde va a llegar.
El curso más probable de los acontecimientos apunta a que una nueva fuerza, Ciudadanos, está en disposición de convertirse en una de las piezas claves del nuevo modelo, impulsando una regeneración del mismo que busque acabar con las manifestaciones más agudas de la corrupción, una mayor racionalización y eficiencia en el modelo económico y algunas concesiones a determinadas demandas de las clases populares en orden a una mayor transparencia y democratización de la vida política. Concesiones necesarias, ante el crecimiento del viento popular y patriótico, para poder seguir ejecutando lo que constituye las tres vigas maestras del proyecto hegemonista: la intensificación del saqueo contra el 90% de la población, la apropiación creciente por el capital extranjero de las principales fuentes de riqueza del país y la mayor integración de España en la maquinaria bélica de EEUU y sus planes de agresión y guerra contra otros países y pueblos. «El 20-D va a determinar en qué nueva correlación de fuerzas se va a producir el cambio en el modelo político y hasta dónde va a llegar»
El cambio político que se avecina no sólo no va a tocar estos tres pilares del proyecto hegemonista -dictados por las imperiosas necesidades de EEUU en una situación internacional de retroceso y declive de su poder hegemonista-, sino que va a estar a su servicio. No debemos llevarnos a engaño ni dejar que confundan a nuestro pueblo sobre esto con falsas banderas de que lo único relevante en estas elecciones es echar al PP, a la derecha, a los corruptos del gobierno.
El doble carácter de los emergentes
Las nuevas fuerzas emergentes llamadas a participar en este proceso de cambio político y regeneración democrática, Podemos y Ciudadanos, presentan un doble carácter.
Su irrupción forma parte del avance del viento popular y patriótico, dada la posición de sus bases y votantes, altamente movilizados en contra del bipartidismo y en el rechazo a las consecuencias del saqueo, especialmente en el caso de Podemos. Por eso los grandes medios de comunicación monopolistas están teniendo que maniobrar para limitar su emergencia a una horquilla que en ningún caso debe rebasar el 15-20% de los votos.
Pero al mismo tiempo, la línea impulsada por sus direcciones representa en cierto modo la “domesticación” de ese viento popular y patriótico, castrando su parte más rupturista y conduciéndolo a “integrarse” en el nuevo modelo sin desbordar los límites impuestos por los intereses fundamentales de la clase dominante.
Aunque las contradicciones con sus bases tengan una intensidad distinta, mayor en el caso de Podemos, tanto la dirección de ambas formaciones han hecho suyas las dos “líneas rojas” marcadas por Washington y Berlín como condición indispensable para participar en el nuevo juego político que se avecina: la ineludible aceptación del euro, y por tanto el acatamiento en lo sustancial de la Europa alemana. Y la permanencia de la OTAN y las bases, y con ello la aceptación del estatus quo de España como peón militar de la maquinaria bélica yanqui y plataforma para sus necesidades en Europa, el Norte de África y Oriente Medio.
Dado este doble carácter, nuestra posición ante ellas debe ser la de buscar la unidad, especialmente con sus bases y organizaciones locales en las luchas contra los distintos aspectos en que se manifiesta el proyecto hegemonista (desde las euromarchas contra el TIPP a las movilizaciones contras las maniobras de la OTAN), al mismo tiempo que criticamos y ponemos de manifiesto las posiciones políticas de sus direcciones opuestas a las demandas populares y a la voluntad de sus votantes, buscando influir en ellas a través de una política de relaciones que parta del principio de unidad-crítica-unidad. Porque, objetivamente, que la oligarquía y el hegemonismo tengan que verse obligados a apoyarse en fuerzas con este doble carácter para llevar adelante su proyecto, crea mejores condiciones para las clases populares.
No habrá cambio sin redistribución
No puede haber ningún cambio de verdad en España mientras no haya redistribución de la riqueza, es decir, sin enfrentar y golpear el centro del proyecto principal de nuestros enemigos. Este es el eje central de la campaña y de la propaganda de Recortes Cero ante el 20-D. «La redistribución de la riqueza es el elemento clave para que haya un cambio político de verdad «
La lucha contra el proyecto de intervención y saqueo, la denuncia del triple trasvase como origen del aumento de las desigualdades y el empobrecimiento de la mayoría y la alternativa de redistribución de la riqueza son el eje de nuestra campaña porque, por un lado, representa la única alternativa que se corresponde con las necesidades e intereses del 90% de la población. Por otro, porque es el elemento clave para cualquier cambio de verdad que no está recogida por ningún otro programa o alternativa política.