La utilización de la “amenaza atómica”, según la cual Teherán estaría avanzando hacia la consecución del arma nuclear, carece de sentido. Irán sólo es capaz de enriquecer el uranio hasta el 3,5%, y ha anunciado que aumentará ese porcentaje hasta el 20%, suficiente para un reactor de investigación de uso civil, pero todavía muy lejos del 80% que se requiere para un engendro militar atómico.
La “excusa” de la defensa de la democracia en Irán es ridícula. En Arabia Saudí el nivel de libertades es sensiblemente menor que en Irán, pero claro, Riad es un aliado norteamericano y no tiene problemas.
Los únicos que han hablado francamente han sido, curiosamente, los militares israelíes. Ehud Barak, ministro de Defensa y el militar judío más laureado, confesó que Irán no supondría una amenaza existencial para Israel incluso en el supuesto de que se hiciera con la bomba atómica. Los militares israelíes no creen que Irán se atreviera a utilizar el arma nuclear en caso de que algún día la fabricara. El problema es otro: “con un Irán nuclear cambiarían radicalmente las reglas del juego en Oriente Próximo”. Y esta es la sustancia del asunto. El Pentágono ha decidido hacer frente a la emergencia china en casa del rival, interviniendo activamente en el tablero asiático. Han situado el principal teatro de operaciones en un triángulo en forma de cuña que apunta directamente hacia Xingxiang, la región china más vulnerable escenario de los recientes disturbios étnicos. Uno de los vértices del triángulo está en Yemen, donde Washington está desplegando una ofensiva para hacerse con el control de la entrada al Mar Rojo y el Golfo de Adén, la puerta de entrada a Asia y una de las rutas comerciales estratégicas para Pekín. En el otro extremo de la cuña, el ejército norteamericano desplegó en Afganistán la mayor ofensiva militar desde 2001. Pero, si miramos el mapa, en el centro de este triángulo vital para los estrategas norteamericanos está Irán, un Estado relativamente incontrolable para Washington, dado su alto grado de independencia, y que ha aprovechado los fracasos de Bush para incrementar considerablemente su protagonismo en Oriente Medio. Irán es el principal elemento discordante de ese triángulo mágico norteamericano. Con capacidad de movimientos para alterar el equilibrio de fuerzas regional. Washington aspira a poder concentrar su dominio sobre esa cuña regional para concentrar sus fuerzas contra China. Y el “problema iraní” es una de sus mayores preocupaciones. Este es el objetivo de la ofensiva actual norteamericana contra Irán, que sólo podemos explicar desde la agudización de los movimientos de Washington por contener la emergencia china.