Cuando se pregunta qué es la filosofía, el pensamiento dominante la considera como un mero conjunto de elucubraciones teóricas, totalmente desligadas de la realidad actual y que sólo están al alcance de unos pocos sabios que tienen la vocación, y la capacidad, de dedicar sus vidas enteramente a tal ejercicio sin ningún resultado práctico real. Otras veces, se le dará un papel en apariencia más digno, y se dirá que es la doctrina encargada de sintetizar y organizar todo el cúmulo de saberes a los que la humanidad ha llegado en una etapa concreta. El mismo Diccionario de la Real Academia Española define a la filosofía del siguiente modo: «Conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del saber humano». En otras palabras, se trata de doctrinas que buscan las abstracciones más puras posibles del conocimiento. En cualquiera de estas interpretaciones, la filosofía acaba destinada a ser completamente marginada, y son gracias a ellas que es considerada socialmente como una disciplina teórica alejada de los problemas concretos de la sociedad y que no tiene ninguna influencia no ya política sino científica o social. La realidad no podía ser más distinta. Desde una posición marxista, la filosofía es fundamental para el desarrollo mismo de la lucha de clases. Y la propia historia del marxismo así lo ha demostrado numerosas veces.
En cualquiera de estas interpretaciones, la filosofía acaba destinada a ser completamente marginada, y son gracias a ellas que es considerada socialmente como una disciplina teórica alejada de los problemas concretos de la sociedad y que no tiene ninguna influencia no ya política sino científica o social. La realidad no podía ser más distinta. Desde una posición marxista, la filosofía es fundamental para el desarrollo mismo de la lucha de clases. Y la propia historia del marxismo así lo ha demostrado numerosas veces. Podemos partir ya con Marx, quien en el “Prólogo a la Contribución de la Crítica a la Economía Política” afirmaba lo siguiente: “Federico Engels había llegado por distinto camino al mismo resultado que yo. Y cuando, en la primavera de 1845, se estableció también en Bruselas, acordamos elaborar en común la contraposición de nuestro punto de vista con el punto de vista ideológico de la filosofía alemana; en realidad, liquidar cuentas con nuestra conciencia filosófica anterior”.
También les ocurrió a Lenin y a Mao Tse Tung. Lenin se encerró en 1908 en las bibliotecas de Ginebra y Londres durante meses para escribir “Materialismo y Empiriocriticismo”, una obra de naturaleza claramente filosófica en donde critica severamente las posiciones, que desde el empirismo (llamado en aquel entonces Empiriocriticismo), acusaban al marxismo de dogmático. Posiciones que estaban tomando cuerpo dentro de los partidos socialdemócratas y en el movimiento obrero internacional.
Y Mao, al poco de acabar la Larga Marcha en 1937, se tuvo que encerrar en el cuartel de Yenán para escribir dos textos filosóficos fundamentales (“Acerca de la Práctica” y “Sobre la Contradicción”) con el objetivo de combatir posiciones tanto dogmáticas como metafísicas que se estaban asentando dentro del Partido Comunista Chino. ¿Estaban Marx, Lenin y Mao haciendo mera especulación teórica, sintetizando el saber científico del momento o tratando de alcanzar los principios generales con el que ordenar el conocimiento de la realidad? Nada más lejos de eso. Estaban llevando a cabo una lucha política, tremendamente feroz, en la que se estaba jugando el destino del movimiento obrero y la revolución.
Y es que para el marxismo, la filosofía es, lo fue en sus inicios y lo será siempre mientras haya clases sociales, lucha de clases en el terreno de la teoría. ¿Qué es en concreto la filosofía desde el marxismo? La Filosofía es una concepción del mundo sistematizada, ordenada y jerarquizada, un cuerpo teórico abstracto formado por categorías y tesis filosóficas.
Categorías y tesis que expresan, en el terreno de la teoría, una determinada toma de posición. La filosofía no es una ciencia, pues no parte de leyes objetivas y universales de la materia en movimiento, sino de una concepción del mundo que es subjetiva y en consecuencia indemostrable. Pero tampoco es ideología, ya que no se limita a ser una mera representación del mundo, sino que es un cuerpo teórico sistematizado, ordenado y jerarquizado de manera racional, encerrando dentro de sí toda una toma de posición ante el mundo.
La filosofía es siempre una toma de posición ante el mundo. Y sólo existen dos posiciones, totalmente antagónicas la una con la otra: el materialismo y el idealismo. Por eso, la filosofía se da siempre en lucha. Así ha sido siempre, desde el origen mismo de la filosofía. Platón, el primer filósofo en cuanto que plasmó el primer sistema filosófico que ha conocido la humanidad, ya advertía de ello en su obra “El Sofista”, en donde utiliza la metáfora de una gigantomaquia o batalla de gigantes entre los dioses defensores de lo ideal y los titanes defensores de lo terrenal. Metáfora que indicaba ya la aguda lucha que se estaba dando, ya hace 2.500 años, entre los defensores de la posición materialista y la posición idealista que Platón representaba.
¿Pero qué nos jugamos al adoptar una u otra posición? ¿Por qué es tan importante la filosofía y la batalla que se juega en ella? Todo buen marxista sabe que la lucha de clases lo recorre todo, pero el caso de la filosofía es mucho más decisivo. Porque es la filosofía la que determina que una ciencia avance o se paralice. Y sin la ciencia, nada de valor se puede transformar. Ya lo decía Lenin: “Sin teoría revolucionaria, no hay práctica revolucionaria”.
Louis Althusser, filósofo marxista, menciona lo siguiente en “La Filosofía como Arma de la Revolución”: “En última instancia la lucha filosófica es la lucha por la hegemonía entre las dos grandes tendencias de las concepciones del mundo (materialista e idealista). El campo de batalla principal de esta lucha es el conocimiento científico: por él o contra él. La batalla filosófica numero uno se desarrolla de esta manera en la frontera que separa lo científico de lo ideológico.”
Siempre que se ha hecho un avance fundamental en ciencia, ha sido porque se ha partido de una posición materialista ante la realidad que se estudia. Newton no hubiera sido posible sin los avances científicos de Copérnico, Galileo o Kepler. Pero tampoco hubiera sido posible sin la posición materialista mecanicista de Descartes, Spinoza o Hobbes, que desafiaban abiertamente las posiciones dominantes en aquel entonces de la teología cristiana, la forma en que era representada la ideología feudal. La burguesía, para poder destruir el orden feudal y hacer su revolución, tuvo que desarrollar el materialismo, mas por su condición de clase explotadora, sólo podía hacerlo de manera mecanicista y aplicada a las ciencias naturales. Si el proletariado quiere hacer la revolución, también tiene que aplicar el materialismo, desarrollarlo plenamente (el materialismo dialéctico) y aplicarlo también en las sociedades humanas para poder desarrollar a su vez el materialismo histórico.
El marxismo es una ideología (la ideología comunista), una filosofía (el materialismo dialéctico) y una ciencia (el materialismo histórico). Esas tres partes forman una coherencia orgánica, no se puede sustraer una sin eliminar el resto. Por eso mismo, tomar posición a favor y seguir desarrollando la filosofía del materialismo dialéctico es una tara fundamental para que los pueblos del mundo nos podamos liberar. Louis Althusser tenía razón al decir que la filosofía es el arma de la revolución.
* Álvaro Fernández es licenciado en Filosofía por la Universidad Compluten de Madrid