Muchos, dentro y fuera de la Argentina, se han sorprendido del resultado de las elecciones legislativas, recientemente celebradas el 26 de octubre. Contra todo pronóstico y sin que ninguna encuesta lo vaticinara, el ultraderechista Javier Milei se ha alzado con el 40% de los votos. Un veredicto que amplia su poder parlamentario en ambas cámaras (saca 64 diputados, 29 más que en 2023; y 13 senadores, 6 más), que sumados a los de sus aliados le dan una amplia capacidad para imponer su agenda de recortes y ajustes antipopulares.
Hace apenas dos meses, Milei y su formación -La Libertad Avanza- habían sufrido un sonoro batacazo, al perder las elecciones en la Provincia de Buenos Aires, el gran distrito electoral argentino, que concentra el 40% del censo. Además de ser contestado permanentemente en la calle con movilizaciones contra sus reaccionarias políticas, Milei y su hermana han sido señalados por un escándalo de corrupción que afecta a los discapacitados. No parece un panorama que explique el inesperado triunfo electoral de Milei. ¿Qué ha pasado?
Hay dos factores que, si no dibujan por completo una explicación, si ayudan a entender los contornos del radical giro de guión de la política argentina.
El primero es el factor Trump. El presidente norteamericano ha irrumpido con toda su fuerza en la campaña de las elecciones legislativas, al conceder un crédito de 40.000 millones de dólares a Argentina… y luego vincular que ese crédito estaba vinculado a que los argentinos votaran lo que él mandaba, es decir, a Milei.
Más que el efecto del chantaje de Washington, el factor Trump y los 40.000 millones son cruciales porque han permitido al gobierno de Milei esquivar en el último momento -días antes de la jornada electoral- un colapso económico de consecuencias devastadoras: el precio del dólar no tocaba techo.
La estabilización de la economía ha tenido un considerable «efecto llamada» para sectores sociales que son susceptibles de votar a Milei: las clases medias relativamente acomodadas, que aunque han sufrido en parte las draconianas políticas del ultra, no están tan directa y dramáticamente perjudicados como otros sectores trabajadores, empobrecidos y vulnerables. Aunque con una pinza en la nariz, estos sectores habrían apostado por la lluvia de dólares que Milei se ha traído de Washington, o sobre todo por el miedo a que el rescate se corte y sus ahorros vuelvan a estar en peligro.
Segundo, entendamos lo que ha pasado en las urnas. Porque a los efectos de la agudísima polarización política que vive el país -donde importantes sectores sociales guardan un enorme rencor al peronismo, tanto como otros claman contra Milei o Macri (o su heredera, la ministra del Interior Bullrich)- se suman los de la desafección, los de un profundo hastío y desconfianza de la política. Lo que se suele traducir en desmovilización.
En Argentina el voto es obligatorio, pero estas elecciones legislativas han registrado el porcentaje de participación más bajo desde que se restauró el régimen democrático en 1983. Es decir, 12 millones de electores no han acudido a votar, a pesar de que eso está sancionado con entre 50 y 500 pesos.
Esta desmovilización ha sido asimétrica. Es decir, ha afectado menos a los votantes de Milei-Bulrich, y notablemente a los de la coalición peronista-izquierdista Fuerza Patria. Los primeros se han mantenido o ascendido algunos puntos en porcentaje de voto, los segundos se han retrocedido en muchas provincias.
Algunos periodistas argentinos achacan esa desmovilización del voto peronista-progresista a la falta de caras y propuestas nuevas.
Es un revés para los intereses populares, y un balón de oxígeno para un Milei al que meses antes parecía faltarle el aire. Pero está conectado a un respirador artificial situado en Washington. Y para mantenerlo, va a tener que pisar -aun más- el acelerador de las medidas de ajuste y motosierra, a las políticas turbocapitalistas, antipopulares, hambreadoras y sobre todo entreguistas que han caracterizado sus dos primeros años de mandato.
Y todo ello tendrá una contundente contestación por parte del pueblo argentino.
