El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se ha referido al conflicto en Cataluña afirmando que las élites españolas “teman que en ese país ocurra una revolución popular profunda y esos pueblos explotados y oprimidos de España se alcen contra el poder de la burguesía y la oligarquía española”.
La revolución bolivariana abrió en Venezuela caminos para conquistar autonomía frente al gigante norteamericano, por los que luego avanzaron numerosos países del mundo hispano.
Pero al valorar la situación en Cataluña, algunos dirigentes venezolanos -y Maduro es el mejor ejemplo- siguen presos de viejas ideas, que consideran a España como “una potencia imperialista” o “una cárcel de pueblos” que sería mejor desintegrar.
Curiosamente, concepciones que contribuyen a ocultar al hegemonismo norteamericano, en España y en Venezuela, que la revolución bolivariana tanto ha contribuido a combatir.
¿Dónde están “los pueblos oprimidos” en España? ¿Es “España” quien oprime al “pueblo catalán”?
Cataluña es una de las partes más ricas de España, y su nivel de autogobierno la coloca entre las regiones con mayor grado de autonomía del mundo.
No es este el panorama que uno se encuentra cuando se acerca a “una nación oprimida”.
Claro que existe opresión en Cataluña… la misma que se ejerce contra el conjunto del pueblo español.
Y los máximos responsables de esta opresión no viven en Madrid, sino en los despachos norteamericanos del FMI, el Banco Mundial, de los grandes fondos del capital estadounidense, o en las oficinas del Banco Central Europeo en Frankfurt o de la Comisión Europea en Bruselas.
¿Seguro que un proyecto independentista encabezado por Carles Puigdemont o Artur Mas, representantes del “clan del 3%” persigue “alzarse contra el poder de la burguesía”?
Mas bien son representantes de una casta burocrática que ha impuesto a los catalanes los mayores recortes sociales de toda España.
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, mira Cataluña desde la óptica que considera, para España, progresista cualquier proyecto de fragmentación y reaccionario cualquier defensa de la unidad.
Debería mirar hacia Bolivia, y la posición adoptada por el gobierno de Evo Morales.
Tras la aprobación de la DUI en el parlament catalán, el gobierno boliviano emitió un comunicado donde afirmba que “el Estado Plurinacional de Bolivia, frente al anuncio de independencia de Cataluña, reitera su rechazo a esa medida unilateral por ser atentatoria a la unidad e integridad de España”.
Semanas antes, el presidente boliviano había pedido, en su país, “unidad para defender la soberanía nacional”.
Evo Morales reiteró la necesidad de defender la integración y unidad de la nación frente a movimientos separatistas, surgidos desde la derecha. Y declaró con rotundidad que “hay que defender al país de los que quieren dividirnos, esos son traidores a la patria al igual que sus cómplices”.
Evo Morales, y todo el pueblo boliviano, saben de lo que hablan cuando combaten los movimientos de segregación. Lo han sufrido en sus propias carnes.
En el departamento boliviano de Santa Cruz nació hace varios años, coincidiendo con la llegada de Evo Morales a la presidencia, un movimiento que reclamaba la independencia. Santa Cruz es la región más rica de Bolivia, donde se concrenta buena parte de la riqueza en hidrocarburos, y que supone el 27% del PIB nacional.
Las cabezas del independentismo eran los representantes de la oligarquía local más rancia y reaccionaria. Pero Evo Morales insistió en que “esto no es un problema interno, es una conspiración que viene de fuera”.
Los proyectos de fragmentación estaban impulsados desde la embajada norteamericana, presidida por Philip Goldberg, esperto en “desintegración” que ya había trabajado en Yugoslavia. A través de la CIA o a la USAID (Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional) subvencionó generosamene a políticos, empresarios, sindicalistas, organizaciones estudiantiles, periodistas e intelectuales, susceptibles de ser utilizados en sus planes de desestabilización.
Esto no es algo nuevo en la historia del continente americano. Para imponer su dominio, Inglaterra separó Uruguay de Argentina, dividió América Central en minúsculas repúblicas… Luego EEUU separó Panamá de Colombia para quedarse con el canal o convertir el nuevo país en una plataforma de agresión.
Dividen para dominar. Esta máxima está inscrita en la memoria de lucha de todos los pueblos hispanos. En Bolivia saben que la defensa de la unidad es la premisa imprescindible para conquistar la soberanía nacional, y que quienes alientan la disgregación son “traidores a la patria”.
¿Acaso no sucede lo mismo en España? ¿No es la división del país una autopista para facilitar el dominio, tanto en Barcelona como en Madrid, de los grandes centros de poder mundiales?