¿Qué papel ha jugado en la historia de lucha de la clase obrera?

¿Por qué celebramos el 1º de Mayo?

El 1º de Mayo no se limita al combate de los obreros por obtener mayores salarios o mejores condiciones de trabajo. Si se hubiera reducido a ese horizonte, su significación histórica como motor de la  lucha de la clase obrera hubiera sido otro.

Los cimientos del 1º de Mayo se edifican en 1864. Ese año se funda la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT). No es una “organización sindical mundial”. Nace con el objetivo explícito de impulsar la organización política del proletariado, uniendo a las organizaciones obreras de todos los países del mundo.

El manifiesto inaugural de la AIT, escrito por Marx, que forma parte de su comité de dirección, fija rotundamente como “la conquista del poder político ha venido a ser el gran deber de la clase obrera”.

Será el propio Marx quien proponga en 1866 que la Internacional adopte la consigna de la jornada laboral de ocho horas como reivindicación principal. El objetivo es impulsar una gran movilización mundial, frente a una burguesía cuyo ilimitado afán de explotación impone interminables jornadas de hasta 16 horas diarias a hombres, mujeres y niños. Donde la clase obrera irrumpa como una fuerza independiente, concentrando toda su fuerza en una campaña central, cuyo despliegue permita impulsar la organización del proletariado en todos los rincones del planeta.

La influencia de la AIT se extiende por toda Europa, y llega hasta EEUU, donde al calor del enorme aumento del número de proletarios, y de la difusión de las ideas revolucionarias, se desarrolla durante el último tercio del siglo XIX un movimiento obrero extraordinariamente combativo.

La reivindicación del límite de ocho horas cataliza una oleada de luchas obreras, en una “democrática” república norteamericana que permitía a la burguesía imponer jornadas de trabajo de entre 14 y 18 horas diarias “en caso de necesidad”.

El 1 de mayo 1886, 200.000 obreros de Chicago inician una huelga que se mantendrá hasta conseguir la jornada de ocho horas. Y el 3 de mayo la policía acribilla a los obreros que quieren parar la producción en la fábrica McCornick, mantenida con la contratación de esquiroles. Al día siguiente, en un mitin multitudinario en la plaza de Haymarket, la policía ejecuta una nueva matanza de obreros. Miles de obreros son despedidos y centenares de dirigentes sindicales procesados, asesinados o torturados. La prensa burguesa clama: “¡A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas, monstruos sanguinarios!”. Y una farsa de juicio condena a muerte a cinco dirigentes de la movilización. Son los “mártires de Chicago”.

El alegato de uno de ellos –George Engel, obrero tipógrafo- ante el tribunal que lo condenó, no habla de “reformas”, es un cuestionamiento frontal del capitalismo y del dominio de clase de la burguesía: 

¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonen millones (…), otros caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficios de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la naturaleza y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar. (…) No combato individualmente a los capitalistas; combato al sistema que produce sus privilegios. Mi más ardiente deseo es que los trabajadores sepan quiénes son sus enemigos y quiénes sus amigos. Todo lo demás merece mi desprecio. Desprecio el poder de un gobierno inocuo. Desprecio a sus policías y a sus espías. En cuanto a mi condena, que fue alentada y decidida por la influencia capitalista, nada más tengo que decir”.

En honor suyo, y de la lucha de la clase obrera norteamericana, la Internacional instituye en 1889 el 1 de Mayo como día internacional de lucha de la clase obrera. 

Al año siguiente, a pesar de estar prohibidas en la mayoría de lugares, las principales capitales de Europa y América se llenan de manifestaciones obreras. Tal y como plantea Engels, recordando la consigna con que se cierra el Manifiesto del Partido Comunista, “el espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos”.