Zapatero aboga por una Iberoamérica «más fuerte y cohesionada» capaz de afrontar con más eficacia desafíos comunes como el de la actual crisis económica. Algo que, dicho así, sería totalmente apoyable. El problema es «más fuerte» entorno a qué y «cohesionada» primando qué intereses. La crisis abre una nueva oportunidad para que España empiece a cambiar las relaciones que han dominado desde hace, al menos, quince años.
Si tuviésemos que reguntarnos en qué consisten las relaciones de nuestro país, mejor dicho, de nuestros gobiernos, con Iberoamérica durante este periodo, la respuesta es bien sencilla.Antes, Aznar, y, ahora, Zapatero, han estado en primera línea de frente defendiendo los intereses de los monopolios españoles (Telefónica, Repsol, Iberdrola, Aguas de Barcelona, Banco Santander…) al otro lado del Atlántico.No ha sido, en absoluto, la solidaridad y búsqueda del beneficio mutuo lo que ha presidido el trabajo político y diplomático de nuestros gobiernos durante estos años.Entre tanto, en el hermano continente, se producían cambios hacia el progreso y la independencia en diferentes países de la región que les ha llevado –inevitablemente- a alejarse de España o, mejor dicho, de los intereses de las multinacionales españolas defendidas por nuestros sucesivos gobiernos.Banca, telecomunicaciones y energías, esta es la triada monopolista, por llamarla de alguna manera, que ha dominado todas nuestras relaciones.Aunque, a otro nivel, no deja de sorprender que el mercado iberoamericano sea el destino de tan sólo el 4% de las exportaciones españolas, o que, por ejemplo, sean insignificantes los acuerdos industriales o tecnológicos… que en la agricultura no tengamos nada que decirnos, que en la industria pesquera seamos unos desconocidos, etc. Nuestro país tiene una gran dependencia al mercado europeo, al tiempo que desprecia los 500 millones de hispanohablantes y sus países; lo que serían su ámbito “natural” de relación comercial… y de todo tipo.A nadie se le escapan las enormes potencialidades de una nueva relación con Iberoamérica –basada en otros principios e intereses- y más con todo el peso de la crisis cayendo sobre nuestro país.El auténtico progreso y desarrollo de España, ahora con la crisis, pero también estratégicamente, está ligado al conjunto de todos y cada uno de los países Iberoamericanos.Por ello, que el gobierno anuncie que quiere “adentrarse en una etapa de mayor colaboración y actuaciones concertadas” con la región o que España “no se puede entender sin Iberoamérica”, está bien, pero que muy bien.Sólo que en los hechos, no sólo en las palabras, debe renunciar a presidir los mezquinos intereses de las multinacionales españolas, lo único que ha preocupado a Zapatero durante su mandato.