El presidente electo de EEUU, Joe Biden, ha revelado sus primeras nominaciones para su equipo de gobierno en la Casa Blanca. Aunque aún quedan por designar puestos importantes, se configura un staff presidencial cortado por un visible patrón. Se trata de políticos de gran experiencia y solvencia en puestos de responsabilidad, miembros del establishment moderado demócrata, y con fuertes vínculos con los nódulos de la clase dominante norteamericana.
La elección de los nombres que habrán de formar parte del equipo presidencial es un proceso delicado. No solo por razones políticas -han de ser aceptados por un Senado de mayoría republicana, lo cual excluye nombramientos del «ala izquierda» del partido demócrata- sino por razones… de clase. En la Casa Blanca deben estar representados, en forma de cuadros y en una determinada correlación de fuerzas, los intereses de los distintos nódulos de la oligarquía financiera, y de los distintos sectores de la industria y los negocios de EEUU.
Así que -al contrario que en los primeros meses de la era Trump, donde hubo nominaciones que sorprendieron por su falta de experiencia en el cargo- no ha habido experimentos, sino apuestas seguras. Todos los designados atesoran un impresionante currículum en su área de desempeño, y han ocupado cargos de similar responsabilidad en las administraciones de Obama o de Clinton. Todos son, como Biden, de perfil pragmático y moderado y defensores de la «libre empresa». Y todos son miembros puros del establishment de la alta política de Washington y tienen un abigarrado conjunto de lazos con los núcleos duros de la clase dominante norteamericana.
Un secretario de Estado de alta alcurnia
Ente los primeros nombramientos, el más significativo -aunque no haya significado sorpresa alguna, ya que lleva siendo, durante 20 años, uno de los más estrechos colaboradores de Biden- es el de Antony Blinken como Secretario de Estado. El tándem del presidente con el responsable de su política exterior debe estar bien engrasado para el buen funcionamiento del Imperio.
Blinken tiene una dilatada experiencia como responsable de política exterior en la Casa Blanca. Fue viceconsejero de Seguridad Nacional y después subsecretario de Estado con John Kerry, durante la presidencia de Obama. Estuvo también en el Departamento de Estado de Bill Clinton. Se ha bregado diseñando y ejecutando la actuación imperial en los turbulentos conflictos de Oriente Medio: Libia, Siria, Irak, Egipto… pero también en la consecución del Acuerdo Nuclear de Irán, cuya «resurrección» será una de sus primeras tareas.
Los lazos de Blinken con la oligarquía financiera no son «profesionales»… sino consanguíneos. Procede de una familia de banqueros de inversión de Wall Street, y su padrastro fue asesor del gobierno Kennedy.
En una conferencia el año pasado, Blinken dijo que EEUU debe regresar al «liderazgo por la diplomacia», y que la estrategia para contener a China debe ser forjar alianzas multilaterales con otros países para controlar a Pekín. Es la misma estrategia de «EEUU liderando desde atrás» que la administración Obama -con Blinken como uno de los principales diseñadores de su política exterior- tanto aplicó.
Pero nadie debería hacerse a la idea de que Blinken no está dispuesto a usar el «poder duro» de la superpotencia. De hecho tiene un historial más propenso al intervencionismo militar: él era asesor de Biden cuando el entonces senador votó a favor de la guerra de Irak. Se ha mostrado, como Biden, arrepentido de haber apoyado a los saudíes en su guerra contra Yemen, pero también ha dicho que EEUU debería haberse metido mucho más de lleno en Siria -con tropas sobre el terreno- hasta lograr derrocar a Al Assad.
Un staff presidencial
El resto de los primeros nombramientos de la administración Biden también ofrece valiosas pistas sobre importantes aspectos de la próxima política exterior.
Es el caso de Alejandro Mayorkas, próximo Secretario de Seguridad Nacional. Será el primer latino en ocupar este puesto, pero atesora más de 20 años de experiencia.
Su nombramiento tiene una doble lectura: por un lado fue director adjunto de Seguridad Nacional durante el gobierno Obama, en el que se deportó la mayor cantidad de inmigrantes en la historia reciente del país. Por otra parte Mayorkas -cubano y anticastrista- fue sin embargo una pieza clave en las conversaciones de la administración Obama para normalizar relaciones con Cuba, y en La Habana se lo considera un interlocutor razonable.
Otro nombramiento de gran importancia es el del llamado «zar del medio ambiente». John Kerry, uno de los pesos pesados demócratas, que fuera secretario de Estado con Obama y candidato presidencial, ha sido nominado como «embajador especial» para el cambio climático. Kerry fue uno de los artífices del Acuerdo Climático de París y es el impulsor de World War Zero, un lobby de líderes mundiales, militares y famosos de Hollywood que exige acción contra la crisis climática.
Detrás de Kerry están los grandes intereses monopolistas norteamericanos que ven alarmados cómo EEUU está quedando en desventaja en la carrera por un «new Green Deal», una nueva revolución industrial y tecnológica «verde» basada en las energías renovables. Si Washington no se da prisa, el papel de locomotora de ese cambio inevitable lo puede acabar ocupando la UE… o incluso China.
Por primera vez, una mujer estará al frente de la inteligencia nacional. Será Avril Haines, que ya fue segunda de la CIA con Obama. También trabajó como asesora de Joe Biden cuando este era senador y como viceconsejera en jefe del Comité de Relaciones Internacionales del Senado. Otra mujer, Linda Thomas-Greenfield, una veterana de la diplomacia norteamericana, será la nueva embajadora ante la ONU.
Por último, pero no menos importante, será Janet Yellen la que ocupe el importantísimo puesto de Secretaria del Tesoro. Además de ser la primera mujer en ese cargo, será la primera persona en haber ostentado la dirección de los tres asientos clave de la economía norteamericana: con Obama ya dirigió la Reserva Federal (banco central) y el Consejo de asesores económicos de la Casa Blanca. Sobra decir que sus vínculos con Wall Street y con los nódulos de la oligarquía financiera son más que tupidos.