Tras una manifestación de cifras históricas en la capital murciana -más de 70.000 asistentes el 7 de octubre- y de que la Iniciativa Legislativa Popular para dotar de personalidad jurídica al Mar Menor reuniera desde toda España 639.826 firmas, superando el medio millón requerido por la ley para ser presentada, el futuro de este ecosistema único en España se presenta algo menos ominoso. Pero la realidad es que el Mar Menor está al borde de la muerte y las medidas para su recuperación no llegan.
Hablamos de todo ello con Miguel Angel Esteve, catedrático de Ecología de la Universidad de Murcia, y una de las voces científicas más conocedoras y autorizadas sobre las causas del desastre ecológico que pesa sobre el Mar Menor
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Como científico, ¿cómo describiría el actual estado ecológico del Mar Menor?
El Mar Menor ahora mismo es una laguna litoral muy distinta a la que hemos conocido durante décadas, con sus características aguas cristalinas, que permitían llegar bien la luz hasta el fondo. Y eso permitía que todo el ecosistema estuviera organizado por el fitobentos, las comunidades de plantas ancladas en el sedimento lagunar, que eran las que alimentaban la cadena trófica y absorbían el exceso de nutrientes.
Ahora mismo lo que encontramos en el Mar Menor son aguas turbias, de color verde grisáceo, debido a la explosión del fitoplancton (las algas microscópicas) causada por la eutrofización, la llegada de nutrientes (nitratos y fosfatos) procedentes del Campo de Cartagena. Esta turbidez no permite la entrada de luz al fondo de la laguna, de forma que el funcionamiento ecológico ha sido trastornado de forma severa, y gran parte de los atractivos -tanto naturalísticos como turísticos- que tenía el Mar Menor se han perdido.
La agricultura produce el 85% del exceso de nutrientes que generan la eutrofización
En una situación de eutrofia como la actual el Mar Menor es tremendamente sensible a cualquier variación física o química de sus aguas, y más si se produce una entrada de nutrientes masiva procedente del arrastre de sedimentos cargados de fertilizantes del Campo de Cartagena. Cuando eso acaba en el Mar Menor hay un «input» de nutrientes que a su vez produce que se estratifique más el agua de la laguna, con capas de distinta densidad que no se interconectan, lo cual produce más problemas de eutrofización y de anoxia, con posibilidad de que desemboque en mortandades masivas de la fauna como hemos visto hace poco.
Usted, junto a otros expertos, viene advirtiendo de lo que iba a pasar en el Mar Menor desde los años 80. El gobierno regional creó hace años un Comité de Asesoramiento Científico del Mar Menor, del que usted formaba parte, pero que luego abandonó junto a otros muchos científicos. ¿Qué le hizo tomar esa decisión?
Efectivamente, había advertencias desde los 80, pero a partir de los 90 es cuando empezamos a cuantificar de forma científica la entrada de nutrientes. Ya entonces determinamos que la agricultura en el Campo de Cartagena era la responsable del 85% del exceso de nutrientes que llegaba al Mar Menor. En esos años, en los que el problema de eutrofización era incipiente, la administración del Partido Popular no fue sensible en absoluto a nuestras llamadas de atención. De haber tomado medidas entonces, con una inversión pequeña, el colapso se hubiera podido evitar, y las posibilidades de recuperación de la laguna, que hoy son inciertas, hubieran sido grandes.
Pero el gobierno regional tampoco hizo nada cuando en 2016 empezaron los signos del colapso ecológico. Nos llamaron a algunos expertos para formar un Comité Científico de Asesoramiento, pero tras un año y medio de funcionamiento, muchos de ese comité nos dimos cuenta que no había manera de modificar la forma de actuar del gobierno regional. Nuestras recomendaciones acerca de limitar la actividad agraria cerca del Mar Menor nunca fueron escuchadas. Cualquier opinión acerca de atajar el problema en su origen caía en saco roto o era minimizada. Y por eso una parte importante de este comité científico decidimos dimitir.
El gobierno regional del PP ha pasado del «negacionismo», diciendo que al Mar Menor no le pasaba nada grave, a culpar a la DANA, a decir que no tiene competencias… Ahora insisten mucho en que se abran las golas que comunican el Mar Menor con el Mediterráneo -para «oxigenar el agua»- y en que se hagan dragados como en la Albufera de Valencia. ¿Tiene sentido algo de esto?
Me da la impresión de que proponen eso para aparentar que se hace “algo». El Mar Menor es una laguna litoral que está confinada, casi cerrada a la influencia del Mediterráneo, y eso es lo que la hace especial. Por eso hay que llevar cuidado con ampliar las conexiones con el Mediterráneo, o se perderá su singularidad.
Ahora mismo hay tres entradas desde el Mar Mayor: la encañizada del charco, algo desde la gola de Marchamalo, y sobre todo desde el canal del Estacio. Según nuestros modelos, dragar esas golas no tendría un efecto importante en la oxigenación del agua de la laguna, pero sí potenciaría la entrada de flora y fauna invasora.
La clave es limitar los nutrientes y recuperar el fitobentos
Es más, podría ser contraproducente. El agua del Mar Menor es más densa que la del Mediterráneo, y si se abren las golas el agua del Mar Mayor «patinará» sobre la del Mar Menor sin mezclarse. Y eso hace lo mismo que una DANA, estratifica el agua dificultando su oxigenación e intensificando la anoxia del fondo.
¿Hay esperanza? Si se actúa de forma audaz contra la causa del problema -el desarrollo sin límite de la agricultura intensiva- ¿se puede recuperar el ecosistema Mar Menor tras tanto daño? ¿Qué se debería hacer?
Sí, aún se puede. Tardaría un tiempo, pero si se toman medidas contra el origen del problema, el ecosistema podría volver a recuperarse.
Eso requiere tomar medidas que significan modificar el 20-25% del terreno actual de regadío del Campo de Cartagena. No es un cambio total del uso que se le da al territorio, sino hacerlo sostenible. Medidas como retirar en torno a 10.000 hectáreas de regadíos ilegales, especialmente los de la ribera de la laguna; recuperar las ramblas y formar filtros verdes; crear un sistema de setos de forma reticulada en el Campo de Cartagena; reducir la cantidad de abonos que se usan en cada parcela; y monitorizar esto con detalle. Si hiciéramos eso, podríamos reducir de forma sustancial el exceso de nutrientes en la laguna. No obstante, durante siete, ocho, quizá diez años, el acuífero cargado de nitratos seguiría drenando agua por la Rambla del Albujón, y habría que desnitrificar esas aguas.
La clave, una vez limitada la entrada de nutrientes, es la recuperación del fitobentos, que esta comunidad pueda volver a dominar la dinámica de nutrientes del conjunto de la laguna; mientras que el fitoplancton, que es el que está causando ahora la eutrofización, la turbidez y la crisis de anoxia, pierda su protagonismo.
Si se actúa de forma audaz, en una década podríamos volver a tener un Mar Menor que comenzara a parecerse al original, al que todos recordamos de nuestra infancia.