Las elecciones andaluzas han dejado un mal sabor de boca entre los dirigentes de Podemos. De puertas hacia afuera se han valorado de forma positiva, al triplicar los votos obtenidos en las europeas e irrumpir con quince escaños, pero internamente la interpretación es bien diferente: el perfil marcadamente izquierdista de una candidata que nunca gustó en Madrid, Teresa Rodríguez, ha situado al partido como un simple recambio de IU. Las elevadas expectativas de Podemos no se cumplieron al no lograr disputar de manera más contundente el centro y centro derecha a Ciudadanos y el centro izquierda al PSOE.
La lección para la campaña de las elecciones autonómicas del próximo mes de mayo es clara: seguir moderando el mensaje. Una operación cosmética iniciada tras las elecciones europeas y que llegó a su punto álgido el pasado mes de noviembre con la firma de la propuesta económica de Juan Torres y Vicenç Navarro, autodenominada como “socialdemócrata”.
La tarea de Íñigo Errejón durante la campaña andaluza consistió en velar porque la candidata del sector de Izquierda Anticapitalista no se saliese del guion marcado desde Madrid, frenando cualquier atisbo de radicalidad que contradijese la ansiada transversalidad identitaria con la que Podemos busca situarse en la “centralidad del tablero”. Un esfuerzo que no dio todos los frutos esperados, al reconocer que la campaña tuvo un perfil más de izquierda que el que se pretendía ofrecer, a pesar de que logró apartar de los focos a los militantes de la CUT de Sánchez Gordillo y el SAT de Diego Cañamero. Esta tensión interna quedó retratada en el mitin de Málaga, al que Teresa Rodríguez invitó a intervenir, sin la aprobación de la dirección, al secretario general de esa ciudad, José Antonio Vargas, crítico con la línea oficial y con un perfil marcadamente de izquierda.
La aparición en escena de Vargas molestó especialmente al secretario general, que pidió explicaciones a la candidata y la reprobó posteriormente junto al jefe de campaña, Sergio Pascual. El joven aludió a la necesidad de mantener las movilizaciones en las calles y apuntó que los diputados de Podemos deberían ser los primeros en recibir los palos de los antidisturbios para frenar los desahucios. Casi a modo de disculpas, Pablo Iglesias subió al escenario tras él para pedir el voto a los policías, guardias civiles y militares, mostrando así un mensaje antagónico al del malagueño.
La secretaria de Análisis Político, Carolina Bescansa, reconocía esta semana que la formación tomaría nota de sus posibles errores e incorporaría nuevos aprendizajes a la campaña de los próximos comicios. Sin embargo, su lectura de los resultados es que el “único” rival de Podemos sigue siendo el PP, a pesar de la fuerte irrupción de Ciudadanos, el otro nuevo partido “ni de izquierdas ni de derechas” que también pivota sobre la base de la regeneración política y que amenaza con disputarle el electorado de centro y desencantado con el bipartidismo.
El riesgo de convertirse en una nueva IULa estrategia comunicativa de Podemos respecto a la formación de Albert Rivera sigue siendo la de evitar el enfrentamiento, aunque ahora será más difícil rehuir el debate cara a cara, menospreciar su fuerza y no contribuir a la propaganda que, aseguran, le están brindando los medios en su contra. Retrasar lo inevitable. Y es que en un documento interno se definía a esta nueva fuerza como una“opción light”que estarían promocionando los medios de comunicación para contrarrestar su ascenso. De ahí que Pablo Iglesias no esté dispuesto a arriesgar ni un centímetro de la fuerza social que ha logrado ganar según las encuestas ni “despistar” al electorado batiéndose contra Ciudadanos. Lo que sí harán será moderar más su discurso.
Reforzando la tendencia de los últimos meses, Podemos se moderará para apelar a los grandes públicos y se estructurará al estilo de los “partidos centralistas democráticos”, según apunta Pere Oriol-Costa, catedrático emérito de comunicación política en la Universidad Autónoma de Barcelona y experto en campañas electorales. Para el asesor de comunicación política, Luis Arroyo, los resultados de las últimas elecciones refuerzan todavía más la necesidad de eliminar el eje izquierda y derecha, “sino corren el riesgo de convertirse en una IU pasada por la lavadora o por la máquina del tiempo, que es básicamente lo que ha pasado en Andalucía”.
La primera lección que Podemos debería extraer de los comicios andaluces, según Arroyo, es que no se deben aumentar las expectativas de manera ficticia, como trataron de hacer los dirigentes del partido en la recta final de la campaña, pues así unos resultados exitosos pueden dejar mal sabor de boca entre sus votantes. La segunda de ellas es que para ganar unas elecciones Podemos debe hacer un mayor esfuerzo para ocupar el espacio del PSOE, aunque “les va a costar porque la gente los sigue situando mucho más a la izquierda” en las encuestas.