La Comisión Europea propone que la energía nuclear, junto con el gas natural, sea considerada “energía verde”. Mientras la inmensa mayoría de la población se lleva las manos a la cabeza, los peces gordos del sector se las frotan. Si esto sale adelante, podrán forjar grandes fortunas mientras ondean la banderita “eco-amigable”.
Calificar la energía nuclear como verde o limpia tiene tanta coherencia como poner a un tiburón blanco al frente de un comité vegano. No es un error de cálculo o una mala documentación científica. Es un movimiento intencionado, defendido particularmente por países como Francia, que ha puesto en marcha un plan multimillonario para la construcción de nuevas centrales.
No hay que perder de vista que los fondos europeos están destinados en buena parte a la transición ecológica. Es decir, los gigantes económicos detrás de la nuclear no solo tendrían licencia para crecer, sino subvenciones para hacerlo. Es lo que los ecologistas denuncian como greenwashing: blanqueo verde.
Califican la energía nuclear y el gas natural como «energías de transición» con un doble objetivo. Por un lado, buscan aumentar la monopolización del mercado energético, esto es, más negocio en menos manos. Y, por otro, van a dedicar ingentes recursos a construir nuevas nucleares, recursos que no serán destinados a desarrollar las renovables.
Los peligros que esto entraña, tanto para el medio ambiente como para la salud humana, ha llevado a países como España o Alemania a oponerse. ¿Qué dicen los datos sobre esto?
El monopolio del dióxido de carbono
Ya hemos visto, con la reciente cumbre del clima, la preponderancia que el dióxido de carbono tiene en los debates sobre desarrollo sostenible. Esto puede convertirse en algo realmente problemático cuando otros contaminantes no se tienen en consideración.
Por ejemplo, se ha creado la imagen del gas natural como una fuente de energía más limpia que el carbón o el petróleo, porque efectivamente genera menor cantidad de CO2 en su combustión. Sin embargo, el gas natural está formado fundamentalmente por metano, un gas de capacidad efecto invernadero hasta 20 veces mayor que el dióxido de carbono.
Los gigantes económicos detrás de la nuclear no solo tendrían licencia para crecer, sino subvenciones para hacerlo
Algo parecido ocurre con la energía nuclear. Como, estrictamente hablando, no se produce CO2 al obtener este tipo de energía se han autorizado a denominarla “verde”, pero ¿cuál es la realidad?
Nuclear no, gracias
Aunque durante la generación de energía no se produce dióxido de carbono, no podemos decir lo mismo de la minería del uranio o del almacenamiento de los residuos radioactivos. Por lo que su principal argumento a favor se deshace, veamos el resto.
Por mucho que digan que es segura, la energía nuclear supone un riesgo considerable para la salud. No solo por la posibilidad de sufrir un accidente nuclear, que ya sería suficiente motivo para ponerse en contra. La extracción, el tratamiento y el traslado del uranio son actividades sumamente dañinas. Lo mismo pasa con el almacenamiento, durante miles de años, de los residuos radioactivos, cuyos costes pagarán las generaciones futuras.
Aunque la probabilidad de accidentes graves en las centrales nucleares es mínima (si se cumplen estrictamente las prevenciones de seguridad), los accidentes pueden ocurrir, y las consecuencias son devastadoras.
Y en cuanto al tema económico… No es tan barata como la pintan. Aunque gran parte de las centrales construidas ya están amortizadas, la construcción de nuevas plantas solo se plantea donde el propio Estado asume buena parte del coste de esta inversión, como China o Francia, o donde se garantiza una elevada retribución al capital privado, como ocurre en Estados Unidos. Otro argumento que se desvanece.
Aunque durante la generación de energía no se produce dióxido de carbono, no podemos decir lo mismo de la minería del uranio
La salud y la vida, lo primero
El paso que se pretende dar por parte de la Comisión Europea es muy peligroso. Es dañino para el medio ambiente, y ante todo, lo es para la salud, la seguridad y la vida de las personas. Además, no solo nos afecta a nosotros, sino a los que vendrán.
En España existen 5 centrales nucleares y un total de 7 reactores en funcionamiento, además de una fábrica de combustible nuclear y un centro de almacenamiento de residuos radioactivos. Los propietarios de las centrales son grandes compañías como Iberdrola o Endesa. En el año 2020, la nuclear fue responsable del 22% de la producción de energía eléctrica, constituyendo la primera fuente de generación. El cierre paulatino de las centrales, a medida que se sustituyen por generadores de fuentes renovables, dando una solución económica y social a las comarcas donde están ubicadas las nucleares, es no solo una apuesta de futuro, sino una necesidad.
Desde estas páginas nos sumamos a la repulsa que tantos sectores de la población han manifestado ante la noticia. Ya basta de utilizar la etiqueta de lo ecológico para recaudar botines multimillonarios a costa del futuro del planeta.
Debemos caminar hacia una sociedad más sostenible, de verdad. España tiene un enorme potencial para el desarrollo de las energías renovables, somos una potencia solar. Si se invirtiera en este sector, podríamos tener una industria propia, pilar de la independencia energética.