“Somos mayoría y avanzamos”, afirman algunos representantes de las élites del procés al valorar los resultados del 14-F. Difícilmente es mayoría quien solo representa a uno de cada cuatro catalanes, y es imposible que el independentismo avance en unas elecciones donde ha perdido votos.
El saldo real del 14-F es que los sectores más agresivos del procés, representados por Puigdemont, han perdido la presidencia de la Generalitat. Mientras que el gobierno entre PSOE y Unidas Podemos sale fortalecido de las urnas catalanas.
Los números reales del procés
Las élites del procés son alérgicas a los números. Tenerlos en cuenta sería aceptar que tienen a la mayoría de catalanes en contra.
Solo destacan, fragmentariamente, algunos números: que los partidos independentistas han conseguido superar la barrera del 50% del voto total, y que aumentan su mayoría de escaños en el Parlament, subiendo de 70 a 74.
Se han beneficiado de que el descenso de participación ha sido una media de 10 puntos mayor en aquellas zonas urbanas y con más peso del pueblo trabajador, donde es mayoritario el voto por la unidad.
Pero no son estos, sino otros, los números que definen la auténtica realidad del procés, y que el 14-F ha certificado.
Primero, los partidos independentistas han perdido 617.000 votos respecto a las autonómicas de 2017. Tras nueve años de procés, ahora tienen no más sino 100.000 votos menos de los que tenían en 2010.
Esto no es principalmente resultado del miedo o la prevención impuestos por la pandemia. El voto independentista es “disciplinado”, y siempre se había movilizado. Quien haya dejado de votar ahora a los partidos del procés es porque ya no está de acuerdo con ellos.
Segundo, y más importante, las élites del procés no representan “a los catalanes”, como ellos afirman. Solo han conseguido que el 14-F les votara un 27,1% del censo… uno de cada cuatro. Y las matemáticas, que ellos tanto detestan, nos dicen que hay un 72,9% de la sociedad catalana que no los apoya.
El peso real del apoyo al procés siempre ha sido minoritario, pero es que ha descendido notablemente. En 2017 suponían el 37,4% del censo… y ahora han perdido más de 10 puntos.
Puigdemont ha perdido el control sobre la presidencia de la Generalitat, es la derrota de las élites más reaccionarias del procés.
Tercero, cuanto más agresivamente se defiende la ruptura, menos votos se han recibido. JuntsxCatalunya, el partido de Puigdemont, hizo campaña por “reactivar la DUI”, y ha sido superado por ERC, que acepta la imposibilidad de una independencia unilateral porque la mayoría de catalanes la rechaza.
Con Torra la Generalitat se dirigía desde Waterloo, ahora eso se ha acabado. Puigdemont ha perdido el control sobre la presidencia de la Generalitat. Esta es la mejor imagen de la derrota de las élites más reaccionarias del procés.
Buenos resultados para la lucha contra los recortes
Los centros de poder que quieren llevar más allá los recortes en España intentan acabar con un gobierno de coalición de izquierdas, que aceptaron de mala gana y que obstaculiza sus planes. Esta es la razón de la tan mencionada “crispación política”. E incluso alentaban y esperaban un fracaso de las fuerzas que lo integran en Cataluña. No les importaba que eso debilitara la unidad.
La buena noticia es que han salido del 14-F derrotados y con el rabo entre las piernas.
El PSC ha conseguido ser la fuerza más votada. El “efecto Illa” ha dado resultado, impulsado por una campaña donde ha repetido la necesidad de “pasar página” y acabar con el procés.
Algo que es bueno para la defensa de la unidad; es la segunda vez, tras Ciudadanos en 2017, que una fuerza no independentista gana las elecciones. Y que fortalece al gobierno presidido por Sánchez, al avalar a un candidato que ha sido el ministro de Sanidad durante la pandemia.
A esto se une que la otra fuerza del gobierno, En Comú Podem, no ha sufrido el descalabro que otros anunciaban. Aunque ha perdido 132.000 votos, mantiene sus ocho diputados. En las elecciones vascas o gallegas el hundimiento de Podemos fue mayor. Ha influido que esta vez En Comú Podem se ha desmarcado de Pablo Iglesias. Mientras el vicepresidente equiparaba a Puigdemont con los exiliados republicanos, En Comú Podem ha centrado su campaña en criticar a “la derecha de Junts”.
¿Sorpasso en la derecha?
Los resultados del PP no pueden ser calificados sino como una nueva debacle. Han perdido uno de los 4 diputados y han sido superados por Vox. Hoy el PP tiene la sexta parte de los 19 diputados que tenía hace diez años en el Parlament de Cataluña.
Quien siembra vientos recoge tempestades. Casado ha encabezado una feroz andanada contra el gobierno central, calificándolo de “ilegítimo”, atacando la unidad necesaria para combatir la pandemia. Y ahora recibe el rechazo social en Cataluña.
Quienes suspiran por un “gobierno de los recortes sin complejos” en España han recibido una pésima noticia con los malos resultados del PP.
La irrupción de Vox, con 11 diputados, va a incrementar su toxicidad y capacidad de hacer daño. Pero también tiene sus límites, impuestos por su carácter extremadamente reaccionario. Solo representan menos del 4% del censo, y han perdido 27.000 votos respecto a los que obtuvieron en las generales de 2019. La realidad es que la suma de PP y Vox concentra hoy 57.000 votos menos de los que el PP obtuvo en 2010.
Por primera vez, hay números para un gobierno de progreso en Cataluña
Es posible que vuelva a reeditarse un gobierno independentista en Cataluña, esta vez encabezado por ERC. Pero algo importante ha cambiado en la política catalana.
Existe también otra mayoría, y es la primera vez que sucede desde el inicio del procés. Podría articularse un gobierno encabezado por el PSC, la fuerza más votada, y con la presencia de En Comú Podem. Es difícil, y debería contar con algún tipo de acuerdo con ERC. Pero es posible, y es el gobierno que, con la aritmética parlamentaria surgida de las urnas, Cataluña necesita para poner por delante de una vez los problemas reales, agravados por la pandemia.