Tres semanas después de la celebración de la segunda vuelta de las presidenciales peruanas, que dieron como ganador al candidato de la izquierda antiimperialista Pedro Castillo con el 50,1% de los votos, los sectores más reaccionarios de la oligarquía criolla, encabezados por la ultraderecha fujimorista, intentan con sus infundadas acusaciones de «fraude» azuzar el ruido de sables en el Ejército y retrasar la proclamación oficial del vencedor. Pero están fracasando, y hasta EEUU ha tenido que dar la espalda a Keiko Fujimori y calificar las elecciones de Perú de “justas” y “modélicas”.
La noche electoral se le atragantó a la Lima de las élites y la oligarquía. Los fujimoristas sacaron el talonario, gritaron «fraude sistémico» y llamaron a desechar hasta medio millón de votos. Pero la cuidadosa inspección de los Jurados Electorales Especiales (JEE) ha hecho morder el polvo a esa patética y «trumpista» maniobra: hasta 943 recursos de nulidad han acabado en nada.
Luego vino el ruido de sables. Cientos de militares retirados -todos ellos en activo durante los años de Alberto Fujimori y sus miles de violaciones de los derechos humanos- firmaban un manifiesto llamado a la cúpula del Ejército a alzarse contra Pedro Castillo si los recursos fujimoristas no prosperaran. Un reflejo de las deliberaciones golpistas de los sectores más reaccionarios de la clase dominante peruana y de los centros de poder hegemonistas, a los que las fuerzas armadas están carnalmente ligadas.
Estas maniobras antidemocráticas y golpistas perdieron fuerza al no recibir el plácet del patrón hegemonista. La administración Biden ha dado la espalda a Fujimori, elogiando la «limpieza» del proceso electoral.
Washington no da su brazo a torcer sino a regañadientes, forzado por una situación general en el continente de auge y avance de las luchas populares. Colombia, Chile, Ecuador, Bolivia, Brasil, Paraguay bullen de protestas y movilizaciones contra las fuerzas reaccionarias y proyanquis. En esta coyuntura, no sólo es inviable la reconducción militar «clásica» que piden los golpistas de Fujimori, sino también la «impugnación legal» que aderezó el golpe de Estado «cívico-militar» de Bolivia en 2019.
Los pueblos avanzan y el Imperio retrocede. La fuerza de las clases populares de Perú y del resto del continente hispano no le deja a Washington otra salida que aceptar el resultado electoral.