Cada vez se editan más libros en España. Cada vez hay más lectores, incluso entre los jóvenes. Los autores no paran de presentar sus libros en librerías y otros espacios. Los clubs de lectura proliferan… Sin embargo, un silencio incomprensible mantiene en una relativa oscuridad el trabajo que, en última instancia, hace posible todo ello. Y aunque todo el mundo podría nombrar unas cuantas editoriales (por supuesto, Planeta… pero también Anagrama, Acantilado o Alfaguara), muy pocos podrían ponerle nombre a los editores de nuestro país. Y aún menos, podrían describir con cierta precisión cuál es el trabajo que lleva a cabo realmente una editorial, cuáles son los criterios que se utilizan para publicar libros, y lo bien o mal pagados que están los trabajadores de la industria editorial.
Solo por arrojar luz sobre muchas de estas cuestiones, el libro Personaje secundario (La oscura trastienda de la edición), de Enrique Murillo (Trama editorial, 2025), merece un reconocimiento y una atenta lectura, amén de que muchos de los temas que trata y muchas de las situaciones que describe no solo ilustran una realidad de poderosas luces y sombras, sino que deberían servir para replantear a fondo las bases del trabajo editorial en España (un país, por otra parte, con una potentísima industria editorial, la cuarta o quinta del mundo, gracias al peso que tiene en Hispanoamérica).
Murillo ha recorrido toda la escala del mundo editorial español
Pocas personas más adecuadas para abordar un tema como éste que Enrique Murillo (Barcelona, 1944), traductor, lector, editor, escritor, periodista cultural, director de un máster de edición… Comenzó su carrera como traductor allá por los años 70, colaboró casi 10 años con Anagrama en los años en que se convirtió en una editorial de referencia, participó en la gestación de Babelia, el suplemento cultural y literario del diario El País, fue director y alto ejecutivo de grandes grupos como Plaza y Janés (del grupo Bertelsman), Planeta y Alfaguara. Y acabó creando y dirigiendo una diminuta editorial llamada Los Libros del lince. En los ochenta fomentó la publicación de la “nueva narrativa” española. En los noventa fabricó algunos de los bestsellers más conocidos de la época. Siempre pugnó, tanto desde las editoriales y los sellos más literarios, como desde los más comerciales, por abir un hueco a libros y autores que tenían algo que aportar al mercado literario español: escritores tan dispares como Javier Marías, Ray Loriga o Terenci Moix, o como Salman Rushdie, Cormark McCarthy, Nabokov y muchos otros nos llegaron gracias a sus buenos oficios. También lo hicieron auténticos bestsellers, como El Rey y La Reina, o la saga de Millenium.
Miralles nunca ocupó la silla principal de ninguna gran editorial, por eso se presenta como un “personaje secundario”, aunque siempre estuvo en “la cocina” del mundillo editorial español, y sabe de primera mano lo que allí se ha cocinado y lo que se sigue cocinando.
El largo relato de más de 500 páginas contiene muchos ingredientes. Algunas son sus “verdades” sobre algunos editores y directores editoriales (Herralde de Anagrama, o el llamado misteriosamente “Ojos verdes” de Plaza y Janés) que revelan las malas prácticas habituales en el mundillo y las despiadadas luchas de poder que se dan en su seno; la narración adquiere un cierto aire de “vendetta” sin dejar por ello de poner al desnudo vicios muy reconocibles, algunos de los cuales han dado lugar a vivas polémicas públicas. El editor como gran “mandarín” no es una figura infrecuente.
No obstante, la parte más reveladora y oculta se destapa cuando Murillo pone en evidencia que el lustroso y magnífico edificio editorial en España está levantado sobre miles y miles de trabajadores explotados, mal pagados y exigidos hasta la extenuación; maquetadores, correctores, lectores, traductores, ilustradores… que muchas veces sin contrato o con contratos leoninos realizan los trabajos imprescindibles para que un libro pueda ser producido y editado en condiciones, a veces en unos plazos agobiantes y hasta imposibles, currantes que se usan y se tiran sin piedad, después de exprimirlos de mala manera. Los ejemplos que saca Murillo son contundentes y esclarecedores. Tanto como lo son también las descarnadas luchas de poder en el seno de los grandes grupos, donde la literatura y los libros son lo último que interesa, y se despide sin remilgos a gente muy valiosa solo porque puede hacer sombra al que detenta cualquier cargo y tiene poder para despedir.
El libro se subtitula “La oscura trastienda de la edición”
Son muchos los aspectos del mundo editorial que recorre la memoria de Murillo en este libro. Entre ellos está la famosa polémica sobre los premios literarios, y la singularidad escandalosa que tienen en España, donde a diferencia de lo que ocurre en Francia, Italia, Alemania o Inglaterra, los editores de las editoriales que convocan un premio forman parte del jurado que lo decide. Una forma de “corrupción” asumida, y que inevitablemente arroja una sombra muy alargada sobre la presunta limpieza de la competencia.
Merece la pena asomarse a este libro, lleno de interesantes lecciones, pero también de curiosas anécdotas, escándalos y “cotilleos”, que de ningún modo pretenden desacreditar a un mundo editorial que tiene unos estándares de calidad muy altos, aunque se asiente aún sobre prácticas que el autor califica a veces como “feudales”.
