Editorial

Pero ¿se puede estar en contra de la OTAN sin denunciar a Putin?

Los planes de guerra del Kremlin y los imperativos geoestratégicos del Pentágono se refuerzan mutuamente, se retroalimentan. Por eso, sólo puede parar el crecientemente encuadramiento de España y Europa en la OTAN, desde la denuncia convencida y enérgica de los crímenes de Putin.

Denunciar en primer lugar la criminal invasión de Rusia sobre Ucrania es un imperativo ideológico y político, una obligada toma de posición ante una injustificable agresión imperialista. No puede haber equidistancia entre opresores y oprimidos, entre agresores y agredidos, entre una potencia nuclear invasora y un país levantado en armas para defender su soberanía.

Pero España está en la órbita de dominio norteamericana, no en la rusa. Y por eso, detrás de toda la artillería mediática que estos días está denunciando la invasión rusa contra Ucrania, hay que saber distinguir el nutritivo grano de la solidaridad con el pueblo ucraniano, de la paja de la propaganda pronorteamericana y proatlantista. Hay que partir permanentemente de «quién lo dice, cuándo lo dice y para qué lo dice».

Los Estados Unidos de Biden están aprovechando la criminal guerra de Ucrania para dar grandes zancadas en el encuadramiento político, diplomático y militar de sus aliados y vasallos europeos en la OTAN, en un frente antiruso, y en perspectiva, también antichino.

El mejor ejemplo de ello es Alemania. Tras décadas de intensas relaciones comerciales con Rusia, el nuevo gobierno de Olaf Scholz ha dado un giro de 180º a la posición conciliadora y pragmática que siempre llevó Merkel en lo referente a Moscú: no sólo ha cerrado en gaseoducto Nord Stream 2, cediendo a las exigencias norteamericanas, sino que ha anunciado un fondo especial para el ejército alemán de 100.000 millones de euros y promete que el presupuesto de Defensa tendrá un volumen anual superior al 2% del PIB, justo lo que desde la época de Obama, las distintas administraciones vienen exigiendo a los europeos.

La invasión rusa de Ucrania es una formidable palanca para EEUU. Uno de los principales motivos esgrimidos por Putin para desencadenar esta guerra de agresión es detener la ampliación de la OTAN hacia el este. Pero paradójicamente, si hay un acontecimiento que está potenciando, consolidando y fortaleciendo a la OTAN, la principal alianza militar del mundo, con la que la superpotencia norteamericana ejerce su dominio político-militar sobre los países de su órbita… son las tropas rusas en Kiev.

Hace ahora tres años, Macron afirmaba que la OTAN estaba «en muerte cerebral». Ahora, las bombas sobre Ucrania sirven a Washington para sacar lustre a una alianza que es un decisivo instrumento de encuadramiento político militar, a la vez que una trituradora de la soberanía nacional. La paz y la seguridad en Europa nunca vendrán de más OTAN, porque es la superpotencia norteamericana, por encima de cualquier otra potencia mundial, la principal fuente de guerra e inestabilidad en el mundo. Sólo desde el 11S el hegemonismo yanqui ha provocado la destrucción de países enteros (Afganistán, Irak, Siria, Libia…), 38 millones de desplazados y más de 900.000 muertos, según la prestigiosa Universidad de Brown (EEUU). ¿Este es el pacificador que nos va a proteger?

Los que -levantando banderas pretendidamente antiimperialistas- defienden, contemporizan o concilian con Putin, objetivamente están alimentando al hegemonismo norteamericano, potenciando a una OTAN que nos encuadra en los planes de Washington y secuestra nuestra independencia.

Los planes de guerra del Kremlin y los imperativos geoestratégicos del Pentágono se refuerzan mutuamente, se retroalimentan. Por eso, sólo se puede ser verdaderamente antihegemonista siendo consecuentemente antiimperialista. Sólo se puede parar el crecientemente encuadramiento de España y Europa en la OTAN, desde la denuncia convencida y enérgica de los crímenes de Putin.

Los que -levantando banderas pretendidamente antiimperialistas- defienden, contemporizan o concilian con Putin, justificando en un grado u otro la invasión de Ucrania, no sólo siguen vomitando -tres décadas después- el veneno socialimperialista soviético, sino que objetivamente están alimentando al hegemonismo norteamericano, potenciando a una OTAN que nos encuadra en los planes de Washington y secuestra nuestra independencia.

El hegemonismo norteamericano y el imperialismo ruso están enfrentados, pero como ya ocurría en la Guerra Fría, ambos alimentan una dinámica de tensión que busca el encuadramiento de los países en sus intereses de dominio y en sus esquemas geopolíticos, en una trágica espiral donde los pueblos y países sólo podemos perder soberanía e independencia, y ver cada vez más amenazada la paz y la seguridad.

Por eso decimos ¡No a la Guerra! ¡Alto a la invasión de Putin! ¡Fuera tropas rusas de Ucrania!… para a continuación gritar ¡Ni Biden ni Putin! ¡No a la OTAN! ¡Por la paz y la neutralidad de España y Europa!.