En Rusia tiene el poder una burguesía monopolista de Estado, lo mismo que en España, en Alemania o en EEUU. No es un grupo de oligarcas ni una suma de magnates. Es una clase dominante, estructurada, organizada y jerarquizada, que detenta la propiedad del gran capital, que tiene el monopolio del aparato del Estado imperialista ruso. Una burguesía monopolista que tiene objetivos y proyectos para Rusia y para el mundo, y que desde ahí establece las líneas económicas, políticas y militares para alcanzarlos
Sólo partiendo de aquí podremos entender que lo que ocurre en Ucrania es una invasión imperialista, y comenzar a explicar qué pretende, qué proyectos geoestratégicos tiene la clase dominante rusa.
Nos dicen que en Rusia manda Putin, un autócrata con una enorme concentración de poder, rodeado de un entorno que no osa contradecirle. Nos advierten que la guerra de agresión contra Ucrania responde a sus ansias de grandeza, o a la necesidad de Putin de desviar la atención de los rusos sobre problemas internos. Nos programan programas de televisión sobre la historia de Putin, sobre su perfil psicológico. Es como quien explica la II Guerra Mundial “por los delirios de Hitler”.
No. Este punto de vista personalista y ‘psicologista’ no vale nada, nos confunde. No nos permite comprender nada, ni sobre Rusia, ni sobre la naturaleza de la invasión de Ucrania, ni sobre los objetivos geopolíticos que persigue el Kremlin.
Por centralizada que esté la toma de decisiones en el Kremlin, Rusia no es un país sometido a las veleidades de un individuo. Vladimir Putin y la línea que representa era y es la alternativa de una clase dominante, de una burguesía monopolista de Estado rusa. Está al frente de Rusia para defender sus intereses de clase dentro y fuera de su territorio, para alcanzar sus metas geopolíticas en el plano internacional.
Los principales nódulos de la clase dominante rusa se han formado casi sin excepción de los restos de la burguesía burocrática soviética, que tras la implosión de la URSS en 1991 se abalanzaron con furia sobre las fuentes de riqueza del país. En su cúspide encontramos a banqueros, industriales y hombres de negocios siempre muy cercanos al poder del Kremlin. Son los llamados «siloviki», palabra rusa que podríamos traducir como «hombres de orden».
¿Quién es esa clase? ¿En qué sectores económicos se concentra? ¿Qué proyectos tiene?
Por centralizada que esté la toma de decisiones en el Kremlin, Rusia no es un país sometido a las veleidades de un individuo. En Rusia tiene el poder una burguesía monopolista de Estado, lo mismo que en EEUU.
1.- La industria energética.
Gracias a ser el país más extenso de la Tierra, Rusia posee más del 30% de los recursos naturales del mundo, con un valor total estimado por el Banco Mundial en 75 billones de dólares. Posee, con mucha diferencia, las mayores reservas conocidas de gas natural del planeta, y es uno de los tres principales productores y exportadores de petróleo del mundo. Esta industria es el principal motor de su economía, hasta el punto de que en 2019 el sector petrolero y gasístico aportó el 5% del PIB nacional, el 20% de los ingresos estatales y más del 30% de las exportaciones rusas.
Por eso, en el centro del capitalismo monopolista de Estado ruso encontramos a gigantes como Rosneft, Novatek, Lukoil o Surgutneftegas, todas ellas empresas estatales o con fuerte participación del gobierno ruso. Pero por encima de las demás destaca un buque insignia, la gigantesca energética rusa Gazprom.
Es la empresa más grande de Rusia y el mayor proveedor público de energía del mundo. Participada por el Estado ruso en un 50,23%, controla el 15% de las reservas mundiales de gas y una parte nada desdeñable de las de petróleo, tiene casi medio millón de empleados y ventas anuales por más de 164.000 millones de dólares. Al frente de este gigante encontramos a Alexey B. Miller, exministro de economía y estrechamente vinculado al presidente ruso.
Gazprom es mucho más que una mega-corporación energética. Es el núcleo de un conglomerado monopolista que -además de ser una de las principales fuentes de divisas para el Estado ruso- controla buena parte del sector bancario gracias a su banco Gazprombank (el tercero de Rusia); los medios de comunicación con Gazprom Media, el mayor holding mediático ruso, que incluye el canal de televisión NTV y el periódico Izvestia; es la principal accionista de VK Company, dueña de las tres redes sociales más importantes de Rusia, incluido VKontakte (el Facebook ruso); la aerolínea Gazpromavia; o importantes propiedades o patrocinios en el mundo del fútbol.
Otra importante empresa monopolista rusa vinculada al sector de los hidrocarburos es Transneft, de nuevo bajo control estatal y responsable de los oleoductos rusos. Transporta cerca del 93% del petróleo producido en Rusia, y con 50.000 km, posee el mayor sistema de oleoductos del mundo. De este sector es también S.G.M. Group. Ambas empresas están bajo el control de destacados ‘silovikis’. Nikolái P. Tokarev, presidente de Transneft sirvió con Putin en el KGB.
2.- El “complejo militar-industrial” ruso
En el sector armamentístico la principal referencia es Rostec, también una corporación estatal rusa, encargada del desarrollo, la producción y la exportación de productos industriales de alta tecnología para los sectores civiles y de defensa. Se compone de alrededor de 700 entidades que forman 14 holdings empresariales. Este complejo militar-industrial ruso produce motores, telecomunicaciones militares, equipos electrónicos y ópticos de alta precisión, productos para la industria aeroespacial, aviones, helicópteros, y toda clase de armamento, incluyendo los famosos fusiles kalashnikov. Rostec también tiene divisiones de «uso civil», industrias inmunobiológicas o automovilísticas. Al frente tenemos a Serguéi V. Chemezov, de nuevo ex espía del KGB y muy cercano a Putin.
3.- Los sectores financiero, de telecomunicaciones y tecnológico
Todos estos conglomerados monopolistas necesitan gigantescas inversiones, de las que provee el sistema financiero ruso. Al frente del Alfa Bank, el mayor banco privado de Rusia, están Petr O. Aven, amigo personal de Putin, o magnates como Mijaíl M. Fridman. Tenemos bancos como el Rossiya Bank, participado por Nikolái T. Shamalov, fundador de Dacha Ozero, principal grupo de influencia del entorno de Putin. Otro confidente del presidente, Gennady N. Timchenko, es fundador de Volga Group, grupo inversor en sectores clave de la economía rusa.
En el sector financiero destaca sobre los demás Sberbank, la mayor entidad financiera de Rusia, un banco también controlado por el Kremlin como accionista mayoritario. Como Gazprom, el grupo Sber es mucho más que un banco. Controla toda una serie de empresas del ámbito tecnológico: el SberMarket domina el comercio electrónico; el SberCloud da servicios en la nube; el SberMarket controla el comercio electrónico ruso; el SberAuto, una especie de Uber ruso, controla el servicio de taxis; el SberFood ofrece reparto de comida a domicilio; el SberHealth es un servicio de salud digital. Al frente de este enorme Holding tenemos a otro silovarca, Herman Gref.
4.- Otros sectores importantes
Además de por la exportación de hidrocarburos, Rusia destaca en el mundo por sus industrias mineras y extractivas, con gigantes como Polyus, uno de los principales productores de oro del mundo, o como Nornickel, el mayor productor global de níquel y uno de los principales de metales estratégicos como el paladio o el platino.
Otros sectores importantes son la industria pesada, la producción de maquinaria industrial, fertilizantes y productos químicos muy específicos, como el criptón y el neón, esenciales para fabricar semiconductores. Por último, pero no menos importante, Rusia -junto con Ucrania- es un importante productor de granos, especialmente de trigo, que cultiva en grandes extensiones. Hasta el punto de que Rusia y Ucrania, conocidos como «el granero de Europa», representan conjuntamente el 29% de las exportaciones globales de trigo y el 19% de las de maíz.
El capitalismo monopolista de Estado ruso tiene una particularidad. Su clase dominante procede casi invariablemente de los antiguos jerarcas soviéticos
Una burguesía monopolista de Estado
Todos estos grandes monopolistas, industriales, financieros y grandes hombres de negocios forman una clase social, un compacto grupo de hombres que ostenta la propiedad real de las grandes concentraciones de capital de toda Rusia. Todos ellos se han enriquecido hasta lo obsceno gracias a su absoluto dominio de los sectores productivos, comerciales o financieros, y sobre todo, gracias a su cercanía con el poder político.
Bancos, monopolios y grandes corporaciones están unidos de forma carnal e inseparable con el poder estatal. Nada diferente de lo que ocurre en cualquier país occidental, como en EEUU o en España. Es el capitalismo monopolista de Estado.
Se ven incapaces de competir en un mundo cada vez más globalizado y dinámico, así que necesitan garantizarse un enorme “mercado cautivo”, que implica la promoción del ultranacionalismo y un asfixiante control de la vida económica y política
Pero en Rusia esta relación se da de una manera especial. Todas esas grandes empresas, muchas de ellas bajo el control accionarial del Kremlin, se sirven de la financiación y las inversiones estatales. Sus altos ejecutivos están donde están gracias a sus vínculos con Putin o con su entorno. A su vez, el Estado ruso no sólo las usa para financiarse vía dividendos, sino como una herramienta de poder, de control, sea sobre su propia población, sea sobre otros países.
¿Qué proyecto geopolítico tiene esta burguesía monopolista?
La burguesía monopolista rusa lleva décadas tratando de recuperar un espacio de dominio exclusivo, un área de influencia vedada, más o menos equivalente al antiguo territorio soviético, que le permita multiplicar su influencia global, como una de las potencias determinantes en el mundo multipolar que se está gestando. Recuperar Ucrania para su órbita es el pivote, la clave de bóveda, para ese proyecto, y ese es el motivo de la presente invasión imperialista. Han lanzado esta agresión, largo tiempo preparada, aprovechando las condiciones y debilidades de una superpotencia norteamericana sumida en su ocaso imperial, que en agosto tuvo que salir vergonzantemente de Afganistán.
El capitalismo de Estado ruso tiene una particularidad. Su burguesía monopolista procede casi invariablemente de los antiguos jerarcas soviéticos, de una burguesía burocrática que no podía competir en términos productivos y comerciales con el dinamismo económico de los países de capitalismo monopolista occidental. Para compensar una economía anquilosada y burocratizada hasta la náusea, la gerontocracia del politburó recurrió al opresivo control estatal y a una política exterior agresiva y expansionista.
No pueden apoyarse en el “poder blando”. Su proyecto de dominio imperialista necesita del pegamento del miedo a la agresión militar.
Este rasgo pervive, con otro grado o con otras formas, en la actual burguesía monopolista rusa. La procedencia político-burocrática soviética de la mayoría de sus magnates, junto a su incapacidad para competir en muchos sectores ya no sólo con EEUU o la UE, sino con China y las dinámicas economías asiáticas, les lleva a practicar, como en los tiempos de la URSS, un asfixiante control de la vida económica o política de Rusia.
Se ven incapaces de competir en en mundo cada vez más globalizado y dinámico, así que necesitan garantizarse un enorme “mercado cautivo”, donde ellos y sólo ellos pueden controlar la extracción de materia primas, el tráfico de mercancías o la oferta de servicios. Un mercado cautivo que implica necesariamente el control autoritario de la información y la opinión pública, mutilar las libertades ciudadanas y los derechos civiles, y la promoción del más rancio ultranacionalismo y del culto servil a la autoridad.
Necesitan un mercado cautivo mucho más grande que Rusia, base para poderse plantear proyectos más ambiciosos. Rusia y su clase dominante no se proponen imposibles como volver a ser una superpotencia, pero sí buscan recuperar un área exclusiva de dominio más o menos equivalente al antiguo territorio soviético: desde Bielorrusia al oeste hasta el Pacífico, pasando por blindar su dominio sobre las repúblicas exsoviéticas de Asia Central y el Cáucaso. La clave de ese proyecto es Ucrania, que le da proyección sobre Europa, el Mar Negro y el Mediterráneo, y desde ahí a Oriente Medio (Siria), el Magreb (Libia) e incluso hasta el Caribe (Venezuela, Cuba, Nicaragua…).
Pero para poder tener esa área de dominio e influencia, no pueden apoyarse en el “poder blando”. El inexistente dinamismo económico y el escaso magnetismo ideológico privan a Moscú de esa baza. Necesitan otro pegamento, y no es otro que el miedo, la amenaza de la brutal agresión militar. De nuevo otro rasgo heredado del socialimperialismo soviético.
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Rusia: algunos datos
La Rusia de 2022 es una poderosa potencia emergente, con un PIB de más de 2 billones de dólares al año (2021) según el FMI, lo que la coloca en el octavo puesto mundial. Su economía, que en 2020 retrocedió un 3%, ya ha alcanzado los niveles prepandemia y ha aumentado un 3,8% interanual. Tiene 144 millones de habitantes y con 17 millones de kilómetros cuadrados es el país más extenso del mundo. La densidad de población, sin embargo, y de su economía es enormemente desigual.
Geográficamente, la riqueza se concentra en las grandes urbes occidentales, especialmente Moscú (10 millones de habitantes) y San Petersburgo (4,6 millones), mientras que grandes áreas del país se mantienen fuertemente despobladas. Socialmente, Rusia es el país más desigual del continente europeo. El 10% más rico posee el 74% de la riqueza, las 10.000 personas más acaudaladas de Rusia poseen el 12% del patrimonio. A pesar de tener una de las deudas públicas más bajas del mundo, y un importante superávit comercial, en los últimos años se ha producido una caída del salario medio y 14,2 millones de personas (el 10%) viven bajo el umbral de la pobreza.