Tras reajustar su estrategia debido a los reveses que la resistencia ucraniana le ha propinado en las primeras semanas de la guerra, el Kremlin anuncia ahora nuevos objetivos en el sur de Ucrania. Entre ellos crear un punto de acceso a la región separatista moldava de Transnistria, cuya independencia podría ser ahora reconocida como paso previo a la anexión por parte de Moscú. De ocurrir esto, la guerra se propagaría a Moldavia y estaría a los pies de Rumanía.
Sean ciertas o sean propaganda, las declaraciones del general Minnekayev, jefe en funciones del Distrito Militar Centro Ruso, ofrecen detalles hasta ahora no contemplados sobre los planes rusos en esta segunda etapa de la guerra.
Este alto mando subrayó que Rusia no planea reducir su ofensiva en Ucrania a corto plazo, y anunció que además de pretender el control total de la región del Donbás, y de consumar la conquista de Mariúpol para garantizar un corredor terrestre hacia la península de Crimea, Moscú busca tomar el control del sur de Ucrania mejoraría el acceso ruso a Transnistria, la región separatista prorrusa de Moldavia. Esto implica el asalto a sangre y fuego de dos importantes ciudades del sur de Ucrania: Odesa y Mykolaiv, ambas bajo control ucraniano. Mykolaiv, muy próxima a Jersón, ya soporta desde hace semanas intensos bombardeos rusos.
Según este general, controlar el sur de Ucrania permitiría a Rusia «establecer un corredor terrestre a Crimea y ganar influencia sobre instalaciones vitales de la economía ucraniana y los puertos del mar Negro que sirven para las entregas de los productos agrícolas y metalúrgicos a otros países». Es decir, se dejaría a Ucrania, una economía eminentemente exportadora, sin salida al Mar Negro, y por tanto obligada a entenderse en el futuro con Moscú para poder exportar su producción agrícola o industrial.
Hasta los pies de los Cárpatos
La novedad de las declaraciones de Minnekayev es lo referente a que la invasión de Ucrania llegue a Transnistria. Este estrecho territorio, situado al este de Moldavia y que limita con el costado sudoeste de Ucrania, se autoproclamó como «República de Transnistria» en noviembre de 1990. Cuando Moldavia, aprovechando el colapso de la URSS, declaró su independencia de Rusia, los cosacos de la región, apoyados por las tropas rusas, declararon la guerra a Moldavia reclamando su «identidad rusa». Su capital es Tiráspol, que cuenta con 160.000 habitantes. Transnistria creó su moneda, sus propio sellos y hasta tiene un prefijo telefónico diferente que el de Moldavia, pero ningún país del mundo ha reconocido su independencia -ni siquiera Rusia- durante todos estos años.
Esto parece a punto de cambiar. De repente Moscú ha «redescubierto» la utilidad de Transnistria, y todo parece indicar que -tal y como hizo con las regiones prorrusas de Donetsk y Lugansk dos días antes de declarar la guerra en Ucrania- reconocerá primero la «independencia tutelada» de Tiráspol, para luego anexionársela como parte de la Federación Rusa.
La excusa es la misma que en el Donbás: la supuesta opresión de la población rusófona en Transnistria. «En Transnistria también se constatan hechos de discriminación contra los residentes de habla rusa», aseguró Minnekayev, que sin embargo no aportó prueba alguna de esta persecución.
Una vez consumado el control de este territorio separatista, sería mucho más sencillo para Rusia lanzar ofensivas sobre el sur y el oeste de Ucrania, estrangulando los suministros que le llegan de Occidente. La eventual anexión rusa de Transnistria implicaría casi seguro el contagio de la guerra a Moldavia (otra exrepública soviética), acercando muy peligrosamente el conflicto a las fronteras de Rumanía, miembro de la OTAN. Controlar el sur de Ucrania dejaría este país -cuya economía depende de las exportaciones agrícolas e industriales- sin salida al Mar Negro, y permitiría a Rusia estrangular en el futuro lo que quede de Ucrania