Portugal en el abismo

Peligro inminente

Que Alemania y Francia empujen ferozmente a Portugal a la bancarrota significa que la amenaza de la intervención polí­tica y económica de las grandes potencias sobre España ha dejado de medirse en meses o en semanas. Mientras los medios de comunicación intoxican y adormecen masivamente a la opinión pública, la intervención sobre España ha adquirido la categorí­a de peligro inminente.

La sentencia ha sido dictada desde Washington y Berlín: “ustedes, Esaña y Portugal, tienen que incapacitar legalmente a su padre y a su madre (la soberanía nacional y popular) porque a partir de ahora somos nosotros quienes vamos a gestionar directamente su patrimonio y su riqueza de acuerdo con nuestras necesidades e intereses” El pasado viernes, los ministros de Finanzas de Alemania y Francia se reunían en privado para decidir las medidas políticas de presión sobre Lisboa para obligarle a declararse en bancarrota y aceptar el rescate. Horas después, la banca suiza anunciaba que no admite más bonos soberanos portugueses de deuda. Las presiones y chantajes para ejecutar la sentencia se han intensificado y adquirido mayor urgencia justo cuando más movimientos efectivos había hecho el gobierno luso para zafarse de ella. Disparan a Portugal, apuntan a España Esta misma semana se conocía que el PIB de Portugal ha crecido en 2010 un 1,4% (el doble de lo previsto y lo mismo que han crecido Francia o Inglaterra), que el déficit público ha bajado del 9,4% al 7,3% (menor incluso que el de Francia). Y es sabido que Portugal tiene asegurada la colocación de un tercio de sus emisiones de deuda pública de 2011 con una oferta firme de compra por parte de China y unas negociaciones avanzadas con Brasil para colocar otro tanto. Y sin embargo, las presiones sobre la deuda portuguesa se multiplicaban con virulencia, superando las tasas de interés el nivel critico del 7%, el punto, dicen, de no retorno, a partir del cual el pago de la deuda se hace insostenible. A las grandes oligarquías financieras les basta con apretar un botón para que los intereses que tienes que pagar por tu deuda se multipliquen. Y donde antes tenías que pagar 1.000 millones ahora tienes que pagar 7 u 8.000. ¿Qué economía puede resistirlo? Y además, todo convenientemente enmascarado tras la cortina de humo de unos “mercados” sin rostro ni apellidos. El mensaje es claro: “no importa lo que hagas, ni que lo hagas bien o no, la intervención está decidida, y la decidimos nosotros”. Todo se reduce a una decisión política, quién está y quién no en el listado de los países a batir, doblegar y saquear. Las grandes potencias imperialistas –capitaneadas por EEUU y Alemania, pero en un frente unido que abarca al resto de grandes potencias mundiales que participan también de los beneficios del saqueo– han analizado la nueva correlación de fuerzas creada tras la intervención de Grecia e Irlanda. Y han observado cómo las clases dominantes de los países débiles y políticamente dependientes de ellas prefieren antes asumir su degradación al papel de conserjes del club de los ricos –donde esperan que les caigan al menos algunas propinas suculentas–, que independizarse de su sistema de dominio económico y político. Su principal debilidad no es económica, reside en su extremado grado de dependencia política. Primero Grecia, después Irlanda, ahora Portugal, mañana España, pasado mañana ¿Italia?… Con un rigor implacable, los países europeos más débiles y dependientes políticamente van cayendo, uno tras otro, en las redes de la intervención económica y política de Washington (a través del FMI) y de Berlín (a través de Bruselas). Rescatar para saquear Si los llamados planes de rescate son, por un lado, la garantía para la banca acreedora alemana, francesa, británica o norteamericana de que cobrarán hasta el ultimo euro de su deuda, son por el otro, para los países rescatados, añadir nuevas e insoportables cargas de deuda al 6,5% de interés, suministrarles liquidez a cambio de acabar con su solvencia, secuestrar varios grados su soberanía e independencia y, en última instancia, como ya está pasando en Atenas o Dublín, descargar sobre el 90% de la población unas medidas de ajuste que significan un auténtico saqueo, una transferencia brutal de rentas y riqueza desde las poblaciones de los países más dependientes hacia los centros financieros de las grandes potencias mediante unas rebajas de salarios y rentas del 30, el 40 o el 50%. La jugada les ha salido bien con Grecia e Irlanda. Pero esto era sólo el aperitivo. Y al disparar ahora sobre Portugal apuntan directamente contra España. Sólo con que las grandes potencias se hagan con una parte sustancial del sistema financiero español y con el mercado de los fondos de pensiones privados ya tendrían acceso directo a una riqueza y unos beneficios superiores a los que representan todos los pozos petrolíferos de Arabia Saudita. Si a esto le sumamos las rebajas salariales, los recortes en el gasto público que van a pagar los crecientes intereses de la deuda, la privatización de la sanidad y el consiguiente incremento del negocio de los seguros médicos privados, el abaratamiento del despido, la liquidación de los convenios,…. empezaremos a hacernos una idea de los miles, las decenas y decenas de miles de millones de euros de beneficios extra que la intervención económica y política de España puede suponer para las grandes burguesías imperialistas. No hay nada que negociar En esta situación, Gobierno y sindicatos se reúnen en un lugar secreto para dialogar y negociar sobre la reforma de las pensiones. No hay nada que negociar en este asunto, y los sindicatos mayoritarios cometerían el mayor de los errores si transigieran lo más mínimo. Por dos razones. En primer lugar, porque la reforma de las pensiones se ha convertido en el punto central de una batalla donde por primera vez desde que estalló la crisis y empezaron los ajustes se puede decidir un cambio (de mayor o menor intensidad, según sepamos darla) en la correlación de fuerzas política entre el pueblo y sus enemigos. Ellos no van a ceder en nada sustancial. Y ni Washington ni Berlín van a permitir que el gobierno Zapatero dé un solo paso atrás. Nosotros debemos hacer otro tanto. En segundo lugar, porque el maratón negociador en que los ha embarcado el gobierno es el síntoma más evidente de su debilidad en este terreno. Son conscientes del enorme rechazo que provoca entre el 90% de la población la reforma de las pensiones, y por eso están echando toda la carne en el asador –buscando seguramente neutralizar a CCOO y UGT a base de una combinación de chantajes y promesas– para evitar a toda costa que pueda formarse un amplio frente de unidad en torno a la lucha contra la reforma de las pensiones. Lo que está en juego es demasiado importante como para que los sindicatos mayoritarios caigan en la trampa y cedan un milímetro en sus posiciones. En caso de hacerlo, pagarán caro, muy caro, su error. No se trata tan solo de rechazar el retraso en la edad legal de jubilación hasta los 67 años, sino impedir también una ampliación en los años para calcular la cuantía de la pensión que reduzca entre un 15 y un 20% unas pensiones ya hoy absolutamente insuficientes. Lanzar ya la contraofensiva A finales del pasado mes de diciembre advertimos desde estas mismas páginas cómo España se encaminaba “en los próximos tres meses hacia una tormenta perfecta”. Apenas si ha pasado una semana desde entonces, y la amenaza se ha convertido en un peligro inminente. Por eso ahora es mas importante todavía convertir la batalla por el referéndum contra la reforma de las pensiones en un elemento político cualitativo para catalizar el creciente rechazo e indignación del 90% de la población contra los ataques de nuestros enemigos. Lanzando una contraofensiva ante su ataque más agresivo, el que más indignación y desaprobación levanta entre amplísimas capas de la población. En ningún otro tema como el de la reforma de las pensiones existe un rechazo tan unánime y una oposición tan extendida. En ninguna otra cuestión tienen una correlación de fuerzas tan desfavorable. En ningún otro asunto están tan aislados. El referéndum sobre la reforma de las pensiones es una valiosa herramienta para transformar toda esta indignación y rechazo popular en fuerza política organizada para hacer frente a sus planes. De nosotros depende utilizarla. En nuestras manos está convertir la exigencia del referéndum en un clamor nacional y popular que llegue y prenda hasta en los últimos rincones de la geografía española. Podemos hacerlo. Somos una inmensa mayoría defendiendo los intereses de una mayoría inmensa. Y debemos hacerlo sumando fuerzas a la tarea de construir un amplio frente de unidad capaz de hacer que se abra paso una alternativa de salida a la crisis basada en la redistribución de la riqueza y no en la intervención de Washington y Berlín ni en el empobrecimiento del 90% de la población.