Putin lanza un misil hipersónico sobre Ucrania, enviando un mensaje a Occidente

Peligro: escalada de misiles en Ucrania

La guerra de Ucrania ha vivido su propia versión de la 'Crisis de los Misiles' de la Guerra Fría, aumentando de forma vertiginosa la amenaza a la Paz Mundial.

Después de que Biden autorizara a Ucrania a usar los misiles de largo alcance ATACMS para atacar territorio ruso, Putin cambiaba su doctrina nuclear para aprobar el uso de armas atómicas en caso de ser atacado con estos proyectiles.

Esta vez la línea roja no era retórica. Poco después Kiev usaba los ATACMS contra un arsenal ruso en la provincia fronteriza de Briansk. La respuesta de Moscú ha sido utilizar el Oreshnik, un misil hipersónico diseñado para una guerra mundial con armas nucleares, para atacar con una ojiva convencional la ciudad ucraniana de Dniéper. Lanzando así un mensaje no sólo a Ucrania, sino a Washington.

Si hacemos una comparación con la Crisis de los Misiles de 1962 es necesario guardar mucho las distancias. Entonces se enfrentaban dos superpotencias y se libraba una lucha por la hegemonía mundial entre Moscú y Washington; hoy, a pesar del temible poder militar de Rusia, existe sólo una superpotencia, EEUU. Entonces el mundo estuvo realmente al borde del estallido de una conflagración termonuclear; en esta ocasión no se puede afirmar tanto.

Sin embargo, lo que ha ocurrido esta semana en Ucrania sube de golpe decenas de peldaños en la escalera de tensión, en una guerra de agresión que va camino de cumplir su cuarto año. El 21 de noviembre, Rusia atacó una planta militar en la ciudad de Dnipro con un misil diseñado para portar cabezas nucleares.

El proyectil balístico hipersónico Oréshnik fue lanzado desde Astracán, a unos 1.000 kilómetros de Dnipró, y tardó sólo 15 minutos en alcanzar su objetivo. En su trayectoria alcanzó altura suborbital y al descender sobre Ucrania disparó seis ojivas que tocaron tierra a una velocidad 11 veces superior a la del sonido. Se trata de un prototipo prácticamente imposible de detener excepto con los más avanzados sistemas sólo al alcance del Pentágono.

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¿Cómo llegamos a este punto?

En pocos días ha tenido lugar una concatenación de acontecimientos que han conducido a esta peligrosa escalada.

Alcance de los misiles ATACMS que EEUU ha dado autorización para usar en suelo ruso

El 5 de noviembre Trump ganaba las elecciones, una victoria percibida como una bofetada en Kiev, pero también para una administración Biden, que defiende una política completamente opuesta en lo que a Ucrania se refiere.

Ya son muchas las declaraciones y las señales que indican que en enero, cuando el republicano tome posesión, «cerrará el grifo» militar a Kiev, obligando a Ucrania a capitular, aceptando el chantaje de «Paz por territorios» que busca imponer Putin.

Poco después de las reuniones telemáticas que Trump -junto a su próximo asesor, Elon Musk- mantuvo con Zelenski, el 17 de noviembre Biden autorizaba sorpresivamente a Kiev a utilizar sus misiles balísticos de largo alcance ATACMS contra objetivos militares en suelo ruso. Durante un año el todavía presidente norteamericano se había resistido a las permanentes peticiones ucranianas sobre este permiso, temiendo que podrían desencadenar una escalada. Pero cuando le quedan menos de dos meses en el cargo, Biden daba luz verde a traspasar esta línea roja. ¿Por qué?

Muchos analistas lo interpretan como un «regalo envenado» de la línea Biden a su sucesor en la Casa Blanca. De esta manera el republicano podría encontrarse con un conflicto al que no podrá dar carpetazo fácilmente.

Es posible que esa sea una parte de la explicación. Como también que al dar permiso para usar los ATACMS sobre suelo ruso, y al acelerar la entrega de armamento a Ucrania antes de traspasar la banda presidencial, Biden puede estar dando el máximo de fuerza posible a Kiev para sentarse en la mesa de negociaciones en condiciones de inferioridad, sin estar del todo «vendidos» ante Moscú.

Nada más tener el permiso de la Casa Blanca, el martes 18 de noviembre, las Fuerzas Armadas Ucranias utilizaron por primera vez los ATACMS contra un objetivo en Rusia, un arsenal en la región de Briansk, a 130 kilómetros de su frontera. Esto sorprendió a los medios norteamericanos, que ya habían publicado que el Pentágono aseguraba que los ATACMS sólo se utilizarían en la ofensiva ucrania de la región de Kursk.

El Kremlin respondió airadamente, amenazando con duras represalias contra Ucrania y sus aliados occidentales al haber sido traspasadas sus líneas rojas. Pero no era la primera vez: ya bramaron de forma similar cuando los países de la OTAN otorgaron tanques Leopard a Kiev, y lo mismo cuando les cedieron aviones de combate F-16, o cuando Ucrania invadió, con armamento occidental, parte de la región rusa de Kursk.

El 21 de noviembre, Rusia atacó una planta militar en la ciudad de Dnipro con un misil diseñado para portar cabezas nucleares.

El Departamento de Estado y las cancillerías occidentales esperaban un castigo contundente, como el bombardeo a gran escala de las ciudades ucranias con centenares de proyectiles y drones. Muchos países, incluida España, cerraron por precaución sus embajadas en Kiev.

Pero esta vez no era una bravata más. Algunas líneas rojas no son relativas para el Kremlin. “Nunca se había utilizado un armamento de este tipo en un conflicto, es sin duda una nueva fase en la guerra”, dice el historiador militar francés Jerôme Pellistandri.

Peligro de escalada

Lo que portaba el Oréshnik no eran ojivas nucleares, sino convencionales. Pero podrían haberlo sido. ¿Por qué Rusia se gastaría miles de millones de rublos lanzando uno de sus más caros y escasos prototipos de misil hipersónico para lanzar un ataque de potencia destructora normal? La respuesta está clara. El Kremlin estaba lanzando un mensaje: hay líneas rojas que sí son reales.

Y el receptor de ese mensaje no es sólo el gobierno de Zelenski, sino los gobiernos europeos de la OTAN -al alcance de estas armas rusas- y sobre todo a Washington.

El pueblo ucraniano tiene derecho a defenderse de sus invasores rusos, y a recibir armas para lograrlo. Pero esta escalada, impulsada por intereses imperialistas, pone en grave peligro a Ucrania, y también a la Paz Mundial.

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Tropas de Corea del Norte en la invasión de Ucrania

Carne de cañón norcoreana para el Kremlin

Aunque todavía no se ha producido la presencia de tropas norcoreanas sobre el terreno de combate, se sabe que unos 11.000 soldados se están entrenando en Rusia, y hay fuentes occidentales que aseguran que Pyongyang podría llegar a desplegar hasta 100.000 soldados (de los 1,3 millones de efectivos que posee) en la invasión de Ucrania.

Dado el fuerte nivel de bajas que está soportando Rusia -en el último mes, una media diaria de 1.500 muertos y heridos- las tropas de Corea del Norte aliviarían la presión del Kremlin para imponer periódicamente reclutamientos forzosos entre la población, arriesgándose a deserciones, protestas y sabotajes como ya ocurrió en los primeros meses de la invasión.

Las tropas norcoreanas -que serán usadas más temprano que tarde como carne de cañón en el frente de combate por Moscú- vienen además acompañadas por el enorme suministro de munición.

Las tropas norcoreanas -que serán usadas más temprano que tarde como carne de cañón en el frente de combate por Moscú- vienen además acompañadas por el enorme suministro de munición -desde balas a proyectiles de artillería- que es capaz de producir la industria norcoreana.

A cambio de dinero y tecnología rusa, el régimen de Pyonyang pone a sus soldados a participar en una invasión imperialista. Nada que ver con la actitud de otro aliado de Rusia en el plano internacional, China, que no ha enviado ni un gramo de ayuda militar al invasor, y ha desplegado ya varias iniciativas de paz que han llegado a ser bien vistas en Kiev.