Están arrojando cerillas encendidas sobre un barril de pólvora. No son pirómanos descontrolados. Son algo mucho más peligroso.
EEUU e Israel, los mismos que ejecutan un criminal genocidio en Gaza, están incendiando Oriente Medio, una de las zonas más potencialmente explosivas del planeta.
El bombardeo israelí contra el consulado iraní en Damasco ha provocado la respuesta de Teheran, atacando por primera vez el territorio del país hebreo. Con ello se agudiza el peligro de una extensión de la guerra que podría tener consecuencias imprevisibles.
Es urgente defender una paz mundial amenazada por las agresiones de Washington y su gendarme local, Israel. Evitando por todos los medios una escalada bélica que se extienda por toda la región. Y sobre todo intensificando la presión para imponer un alto el fuego en Gaza, avanzando hacia una paz justa con el reconocimiento del Estado palestino. Tal y como propone el manifiesto “Hay que parar la guerra. Ni terrorismo ni genocidio” impulsado por Recortes Cero.
Todo el planeta nos la jugamos. Y Europa está directamente afectada. Para trabajar por la paz necesitamos una Europa autónoma de los dictados norteamericanos. No se puede ser bombero y a la vez trabajar junto a los pirómanos.
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¿Quién ha encendido la mecha?
El pasado sábado 13 abril, Irán lanzó 350 proyectiles contra territorio israelí. Divididos en 170 drones, 120 misiles balísticos y 30 misiles de crucero.
Era la primera vez, desde la revolución islámica de 1979, que Teherán atacaba suelo israelí desde territorio iraní.
Inmediatamente, todos los grandes medios titularon al unísono que “Irán cruza una línea roja”, poniendo el riesgo la estabilidad y la paz en la región.
Pero esa es una visión sesgada, que nos presenta a Israel únicamente en el papel de víctima. La realidad es otra muy diferente.
El 1 de abril Israel bombardeó la embajada iraní en Damasco. Las embajadas se consideran territorio del país que la ostenta. Es como si Israel hubiera atacado suelo iraní. Asesinó a 15 personas, entre ellos a Reza Zahedi, destacado general de la Guardia Revolucionaria, uno de los centros del ejército y el Estado iraní.
En los seis meses de ejecución del genocidio en Gaza, Israel ha atacado numerosas veces a Irán. En diciembre asesinó a otro general de la Guardia Revolucionaria, bombardeando su vivienda en Damasco. Y en enero varios altos mandos iraníes en la capital siria murieron bajo las bombas israelíes.
Pero el ataque del 1 de abril fue diferente. Estaba medido para obligar a Irán a responder enérgicamente.
A Teheran no le interesa una extensión de la guerra que amenazaría la continuidad del régimen islámico. Por eso ha mantenido ante la criminal ofensiva israelí en Gaza una postura “moderada”. No ha lanzado a Hizbulá, bajo la dependencia iraní, a atacar a Israel desde el Líbano.
EEUU e Israel, los mismos que ejecutan un criminal genocidio en Gaza, están incendiando Oriente Medio, una de las zonas más potencialmente explosivas del planeta.
Y la respuesta al ataque israelí a su embajada se ha medido para evitar grandes daños. Se avisó con 72 horas de antelación a Irak, Jordania y Turquía, sabiendo que se lo comunicarían a EEUU e Israel. Facilitando que casi todos sus drones y proyectiles fueran interceptados.
Pero la agresividad de Tel Aviv ha encendido una mecha en un barril de pólvora. Irán afirma estar satisfecha con la respuesta al ataque a su embajada. Pero Israel ha anunciado nuevos ataques, que Teherán ya está obligado a responder.
Se afirma que Israel está diseñando una ofensiva contra Irán “que no provoque una escalada bélica”. Pero nadie puede garantizarlo, especialmente en una zona tan potencialmente explosiva.
De repente Israel, aislado internacionalmente por su criminal actuación en Gaza, vuelve a ser presentado en el papel de víctima gracias al provocado ataque iraní. Y obtiene oxígeno político para proseguir su genocidio contra Palestina.
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EEUU no es la solución, es el problema
Se ha instalado la idea de que quien impulsa esta escalada bélica en Oriente Medio es el belicismo del gobierno ultra de Israel, que estaría “arrastrando” a EEUU a una guerra que Washington no desea. Y se depositan las esperanzas en que la superpotencia actúe como un freno ante un Netanyahu “desatado”.
Veamos cuáles son los hechos… y el papel de EEUU en ellos.
Si Israel ha interceptado más del 90% de los proyectiles iraníes ha sido porque el ejército norteamericano ha intervenido directamente. Washington vetó en la ONU la condena al bombardeo israelí contra la embajada iraní en Damasco, y ahora, ante la respuesta iraní, anuncia un “apoyo inquebrantable” a Tel Aviv.
Y EEUU ha movilizado a la OTAN o al G-7 para que difundan su respaldo a Israel.
Con Biden en la Casa Blanca, EEUU ha sostenido el genocidio en Gaza, incrementando el apoyo militar a Israel y ofreciéndole cobertura diplomática.
Ya se anuncia que Israel está preparando un ataque contra Irán “que cuente con el apoyo norteamericano”.
Aunque tenga contradicciones con Netanyahu, con Biden en la Casa Blanca, EEUU ha sostenido el genocidio en Gaza, incrementando el apoyo militar a Israel y ofreciéndole cobertura diplomática.
Señalar únicamente a “Netanyahu y su gobierno ultra y belicista” es ocultar la responsabilidad, directa y principal, de la superpotencia.
Los palestinos lo tienen claro. Fayez Saqqa, dirigente de la OLP, nos dijo en una reciente entrevista que “quien dirigen esa guerra en la Franja de Gaza, este genocidio, es Estados Unidos. Israel es una base militar de Estados Unidos en Oriente Medio”.
Detrás del belicismo israelí, apuntando a Irán, no está un Netanyahu descontrolado. Nadie puede defender que Tel Aviv se atreviera a atacar la embajada de Irán en Damasco, provocando una respuesta de Teheran, sin contar con el plácet norteamericano.
Varios de los ministros israelíes más ultras han afirmado que el ataque iraní es “una oportunidad para moldear Oriente Medio”, llamando a construir una alianza regional contra Irán.
No es una idea original suya. En el Proyecto para en Nuevo Siglo Americano, la guía de la ofensiva norteamericana tras el 11-S, se situaba el objetivo de “remodelar Oriente Medio”. Y se apuntaba a Irán como el siguiente objetivo, tras Afganistán e Irak.
Teheran es para EEUU la pieza de “caza mayor” en Oriente Medio. Es el único país de la región que es independiente de Washington, y su influencia local ha crecido a la par que Washington acumulaba retrocesos.
Quien ha lanzado a Israel contra Irán son los círculos más agresivos de la superpotencia. Trump llegó a acusar a Netanyahu de “debilidad”, al recordar que Israel no participó en la operación con la que EEUU asesinó al general Soleimani, máximo jefe de la seguridad y el espionaje de Irán.
Para comprender el peligro de guerra que enfrentamos hay que ir a las páginas del Wall Street Journal, histórico portavoz de los sectores más agresivos de la burguesía norteamericana, que van más allá de Trump.
Teheran es para EEUU la pieza de “caza mayor” en Oriente Medio. Es el único país de la región que es independiente de Washington, y su influencia local ha crecido a la par que Washington acumulaba retrocesos.
Ha publicado una incendiaria serie de artículos presidida por las declaraciones de un alto mando del Pentágono, que situaba a Irán en “el eje del mal” junto a China. En los que se golpea todo lo que suene a “contener a Israel”. Y se defiende una mayor intervención norteamericana contra Teheran.
Si todo se redujera al “belicismo de Netanyahu” la solución sería relativamente sencilla. Pero detrás del peligro de guerra están los intereses de la superpotencia. Oriente Medio sigue siendo una región clave, de donde sale un tercio del petróleo mundial. EEUU ha perdido terreno en la región, y lo ha ganado China. Irán es uno de los grandes proveedores de petróleo de Pekín, y participa junto a China en los BRiCS y en la OCS (Organización de Cooperación de Shanghai).
Con Biden o con Trump, Washington es la parte principal del problema. EEUU recuerda el fracaso en Irak, y recela de que una nueva conflagración en Oriente Medio agudice su ocaso. Pero también se revuelve contra su pérdida de influencia en una región clave, alentado los agresivos movimientos de su peón israelí para intentar recuperar terreno. Poniendo en riesgo con ello la paz mundial.
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Un peligro real
El genocidio israelí en Gaza está adquiriendo unas proporciones criminales insoportables. Y los ataques del ejército de Tel Aviv y los colonos ultras en Cisjordania se multiplican.
Pero además Palestina es una espoleta que puede extender la guerra en Oriente Medio.
Ya está presente, aunque se silencie en los grandes medios. La guerra en Siria ya dura 13 años, el conflicto en Yemen se ha cobrado casi 300.000 muertos. Mientras Irak es un territorio minado donde proliferan organizaciones paramilitares y terroristas. Es el legado de la intervención norteamericana tras el 11-S.
La extensión de la guerra ha sido un riesgo real desde que Israel lanzó su ofensiva contra Gaza.
Se suceden los enfrentamientos entre Israel y Líbano, con el peligro de reeditar la guerra que estalló en 2006.
Y el mayor peligro, la implicación de Irán, está siendo acelerado por las agresiones de Israel.
La ONU ha advertido de la posibilidad de “un conflicto devastador a gran escala”. Y Borrell, máximo representante de la UE en política exterior, acaba de afirmar que “estamos en el borde del precipicio y hay que alejarse de él”.
Con Biden o con Trump, Washington es la parte principal del problema.
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La paz que necesitamos
Evitar la extensión de la guerra y conquistar una paz duradera en Oriente Medio exige dos premisas.
Imponer, a través de la movilización mundial, un alto el fuego en Gaza que detenga la masacre. Avanzando en la solución de “los dos Estados”, con un Estado palestino que pueda convivir con Israel.
Y enfrentarse a las provocaciones de Israel, amparadas y azuzadas por EEUU como un medio para mantener su dominio en la región, que amenazan con ampliar un conflicto de consecuencias imprevisibles.
Y para ello necesitamos una España y una Europa con voz propia. Cuanto más cerca estemos de EEUU más lejos estaremos de la paz.
El genocidio en Gaza y provocar una guerra regional en Oriente Medio no solo es inhumano, también atenta contra los intereses europeos. Son nuestros vecinos, y lo que allí suceda nos afecta directamente.
Evitar la extensión de la guerra y conquistar una paz duradera en Oriente Medio exige dos premisas. Imponer un alto el fuego y una paz justa para Palestina, incluido el reconocimiento a su Estado independiente. Y una Europa independiente de EEUU y de sus planes de guerra
Las grandes potencias europeas, comandadas por Alemania, Francia y Reino Unido, han acatado el mandato norteamericano, participando en la operación que ha protegido a Israel de los proyectiles iraníes, y respaldando el genocidio de Tel Aviv en Palestina.
Berlín, París y Londres actúan en contra de la paz y en contra de los intereses europeos.
En estas elecciones europeas la defensa de la paz, frente al genocidio en Palestina, contra la extensión de la guerra, y ante la invasión rusa en Ucrania, va a ser una cuestión relevante.
Y para poder actuar a favor de la paz necesitamos una Europa que no esté sometida a los dictados de Washington.
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Irán: Mucho más que una pieza sensible
Irán es una pieza clave en Oriente Medio. Lo es objetivamente, y también para los intereses norteamericanos de dominio sobre la región.
En “El gran tablero mundial: la supremacía estadounidense y sus imperativos geopolíticos”, Z. Brzezinski, uno de los grandes estrategas de la superpotencia, traza todo un plan de conjunto para la superpotencia. En él califica a Irán de pivote geopolítico y jugador estratégico regional.
Los pivotes geopolíticos tienen una situación geográfica sensible, y lo que en ellos suceda tiene importantes consecuencias globales.
Irán domina la costa oriental del Golfo Pérsico, la mayor concentración de energía del planeta. Y puede bloquear el estrecho de Ormuz, por donde circula casi un tercio del petróleo mundial. Además, limita con ex repúblicas soviéticas y con Afganistán, por lo que sus convulsiones inciden en Asia Central.
Y está en el corazón de los “Balcanes euroasiáticos”, una gran zona de inestabilidad, que abarca desde el Mar Negro a las fronteras chinas.
Brzezinski advierte de que si situación en Irán se desestabilizara “es muy probable que toda la región quedara sumida en un gran desorden”.
Los jugadores geoestratégicos activos son los Estados con capacidad y voluntad nacional para ejercer poder e influencia más allá de sus fronteras para alterar, en una medida capaz de afectar a los intereses estadunidenses, el estado actual de las cuestiones geopolíticas.
Tras la revolución de 1979, Irán es un país hermético a la intervención norteamericana. Esa es la razón de su influencia en la región, que ha aumentado tras el fracaso norteamericano en Irak y Afganistán. Teheran actúa en Libano, Siria, Irak o Yemen, y es cabeza del chiismo, la segunda gran rama del islam.
Irán es un régimen teocrático, que impone una represión extrema contra su pueblo. Las movilizaciones populares se suceden, con las mujeres al frente, y han puesto fecha de caducidad al tenebroso y fascista régimen de los ayatolás.
Pero los movimientos de Irán, y su creciente influencia, chocan con los intereses de EEUU en una región clave.
E Irán, uno de los países más grandes de Oriente Medio, con un ejército considerable, y juega un importante papel en la estabilidad regional. Tocar Irán es manipular en los ámbitos más sensibles del barril de pólvora que es Oriente Medio, con las imprevisibles consecuencias para la paz mundial.