Al concluir la anterior entrega sobre la rebelión de la guerrilla maoísta india en el sureste del país, vimos cómo la acusación de los servicios de inteligencia indios acerca de la infiltración de cuadros militares de los derrotados Tigres Tamiles de Sri Lanka en el ejército combatiente de los naxalitas, nos llevaba directamente a la tercera escala del arco de la crisis en el Sur de Asia, el enclave de la antigua Ceilán, por donde pasa necesariamente la estratégica ruta marítima que une el Golfo Pérsico con el Mar de China meridional
Aunque conocida en Occidente or poco más que el exotismo de sus paradisíacas playas y la excelencia de su canela o su té verde, la realidad es que desde tiempos inmemoriales, la “isla Esmeralda”, “isla de los Mil Nombres” o “lágrima de la India” –nombres por los que también es conocida Ceilán –ha constituido un enclave estratégico en las rutas marítimas (comerciales y bélicas) de navegación del Océano Índico central. La isla –de una extensión aproximada a la suma de Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana y con poco más de 20 millones de habitantes– ocupa una posición prácticamente equidistante entre el Golfo Pérsico, de donde sale la mitad del petróleo que se produce en el mundo, y el Estrecho de Malaca, puerta de entrada al Mar de la China Meridional donde se encuentran dos de los mayores consumidores de petróleo mundiales, China y Japón. Y en sentido inverso, está situada en un punto clave de las rutas marítimas que enlazan los centros de producción de dos de las principales potencias exportadoras mundiales, China y Japón, con los mercados del Sur de Asia, África, el Oriente Medio y Europa. En la edad contemporánea, esta ubicación geopolítica ha determinado de forma importante su desarrollo. Desde su anexión al imperio británico en 1815 hasta su independencia en 1948, la continua construcción de puertos modernos bajo el dominio inglés aumentó la importancia de la isla como centro del comercio asiático, lo que a su vez ha permitido a Ceilán desarrollar una economía relativamente próspera y poseer el nivel de vida más alto de todo la región del sur de Asia. Su importancia como enclave estratégico en esas rutas se puso de manifiesto durante la Segunda Guerra Mundial, en el que la isla contó con importantes instalaciones militares de las fuerzas aliadas. Aun desde antes de su independencia, la historia de Ceilán ha estado marcada por la rivalidad entre la mayoría cingalesa (83% de la población) y la minoría Tamil (9%). A comienzos de los años 80, un conflicto entre el ejército y la población tamil, dio origen a la aparición de la guerrilla de los Tigres Tamiles, que durante más de 25 años protagonizaron un auténtica guerra civil larvada que se desarrolló en medio de los bosques tropicales y selváticos del noreste de la isla. Paradójicamente, ha sido sin embargo la derrota de los Tigres Tamiles–parece que esta vez definitiva. o al menos por un largo período de tiempo– lo que ha puesto a Ceilán en el ojo del huracán de los conflictos geopolíticos que sacuden el Sur de Asia. Pekín irrumpe en el Índico Tras la ofensiva final que acabó con la guerrilla tamil y su cúpula dirigente, los principales medios de comunicación de Asia subrayaron cómo lo más sobresaliente de la victoria del ejército cingalés sobre los Tigres no fue su carácter arrollador, sino el hecho de que China proporcionara al presidente Mahinda Rajapsake los suministros militares y la protección diplomática necesaria para llevar a cabo la guerra. Sin el apoyo de Pekín, el gobierno de Rajapsake no hubiera tenido ni los medios ni la voluntad para poder ignorar a la opinión pública mundial –es decir, a la presión de las grandes potencias imperialistas– durante su ofensiva contra los Tigres. Y este apoyo ha tenido importantes consecuencias, no sólo para Ceilán. En primer lugar por la efectividad estratégica de la ayuda china. Tras casi tres décadas de estancamiento militar, jalonadas por una interminable sucesión de treguas pactadas y a continuación quebradas, han bastado apenas unos meses para que la cobertura política, militar y diplomática ofrecida por China permitiera al gobierno de Colombo lanzar una arrolladora ofensiva en todos los frentes (que ha dejado miles de muertos y cerca de 300.000 tamiles recluidos en campos de refugiados) que pusiera fin al conflicto. Los gobiernos de la zona habrán tomado buena nota de lo terriblemente eficaz y práctico que puede resultar establecer una alianza cooperativa con Pekín y no sólo en el terreno económico. Pero en segundo lugar, la activa intervención de China en apoyo del gobierno cingalés significa también la aparición de un nuevo actor regional en una zona que tradicionalmente ha estado fuera de su esfera de influencia. Promover la estabilidad regional para que el comercio y las rutas marítimas por las que circulan sus mercancías estén protegidos ha pasado a convertirse en un imperativo estratégico para China. De ahí su interés por Sri Lanka, tanto por fortalecer su alianza estratégica con el gobierno del presidente Rajapsake como en ayudarle a poner fin al conflicto. Como afirmaba un periódico surcoreano semanas después de la derrota de los Tigres Tamiles, “el ascenso pacífico de China se ha completado en los frentes de batalla de las playas de Sri Lanka". La contraofensiva de Washington Pero para Washington dejar un enclave estratégico como Ceilán en manos de la mayor potencia emergente del mundo y el principal rival que amenaza con acelerar el ocaso de su hegemonía imperial es algo así como reconocer explícitamente que su condición de única superpotencia está a punto de desvanecerse. Y se ha lanzado al contraataque. De forma absolutamente inopinada y abrupta, el ex jefe del Alto Mando que dirigió la ofensiva militar final contra los Tigres, el general con el improbable nombre de Gardihewa Sarath Fonseca Chandralal, anunciaba casi simultáneamente la dimisión de su cargo, su salida del ejército y su conversión en candidato unitario de los partidos de oposición para disputarle electoralmente el cargo a Rajapsake en los próximos comicios adelantados por el propio presidente a enero de 2010, con la esperanza de que el eco de su victoria sobre la guerrilla tamil le daría fácilmente un nuevo mandato por otros 6 años. La aparición en escena de Fonseca quita así de un plumazo buena parte de los argumentos de Rajapsake para ser reelegido, pues también el ex general, como comandante en jefe del operativo militar, puede atribuírselos. Al frente de una coalición liderada por el Partido de Unión Nacional –cuyos dirigentes han estado estrechamente vinculados al gobierno de Bush durante los 8 años de mandato de éste–, Fonseca (de quien las autoridades de Colombo insinuaron el pasado mes de octubre que pudiera estar usando su influencia en el ejército para dar un golpe de Estado incruento) se ha convertido así en la alternativa de Washington, cada vez más incómodo con el creciente estrechamiento de los vínculos económicos y políticos del presidente Rajapsake con China, para recuperar el terreno perdido. Justo en el momento en que EEUU intensificaba los últimos meses la presión sobre los círculos gobernantes de Colombo, en particular sobre el ministro de Defensa Gotabhaya Rajapaske, hermano del presidente, poniendo sobre la mesa implicaciones políticas en asuntos que constituyen violaciones de derechos humanos en la realización de la guerra contra los Tigres Tamiles, el ex general Fonseka se sumaba a la campaña norteamericana insinuando estar al tanto de oscuras cuestiones “altamente sensibles” relativas a la fase final de la guerra, sólo conocidas por un puñado de personas en los escalones superiores del stablishment de defensa. De hecho, la última fase de una guerra tan brutal, seguramente soportaría con dificultad el escrutinio de los convenios respecto a los prisioneros de guerra. Pero, lógicamente, la agenda de EEUU va mucho más allá de las preocupaciones sobre los crímenes de guerra y abusos de derechos humanos. Frente a un presidente Rajapaske cada vez más inclinado hacia la órbita de la alianza estratégica con Pekín, Washington busca una estructura de poder maleable para sus intereses en Colombo. Algo que resulta crucial para sus intereses geoestratégicos en esta zona del Océano Índico que conecta el Golfo Pérsico con el Mar de China Meridional. Un general de corte bonapartista puede convertirse así en la palanca que tiene Washington para romper bruscamente el contrato social en el que Rajapakse ha basado su hasta ahora brillante futuro político.