Para las castas la austeridad bien entendida empieza siempre por el 90% restante y acaba consecuentemente ahí. Por ello es fácil entender que uno de los posibles pasos para disminuir el inmenso déficit público acumulado por la Generalitat sea la propuesta de la dirección del Hospital del Mar, uno de los más grandes de Barcelona, de cobrar las camas que necesitan los acompañantes de los enfermos. No va quedando más remedio que decidirnos entre pagarles la cama o exigirles nuestro dinero.
Porque, como vamos a ver en detalle, se trata de eso, de sacarnos más dinero para que paguemos sus deudas y así poder mantener sus privilegios y sus beneficios. La primera ofensiva salvaje de recortes sanitarios empezó en Cataluña durante la primavera de este año. Ante ello se produjeron protestas y movilizaciones semanales de las asociaciones de vecinos y del personal sanitario unidos contra el cierre de centros de atención primaria como en Hospitalet, contra el cierre de quirófanos y de unidades de cuidados intensivos, contra el aplazamiento de intervenciones quirúrgicas y el aumento de las listas de espera.
A todo ello se ha añadido la política de recortes de empleos y de salarios del personal sanitario practicada en todos sus niveles y con intención de continuar por parte de la Generalitat tras las elecciones del 20-N, con medidas como eliminar horas de guardia, suprimir el complemento de jornada partida y otros complementos salariales, y adelantar las altas hospitalarias y restringir las pruebas complementarias. Se calcula que Cataluña perderá con los recortes dos mil camas y entre 2.000 y 7.500 empleos.
Pero no se acaban ahí los recortes sino que han llevado a cabo reducciones en los presupuestos de mejora de los hospitales, como los 14 millones de euros eliminados del presupuesto del hospital Taulí de Sabadell, y el retraso en la construcción del nuevo hospital comarcal en Montcada i Reixac para descongestionar el Taulí.
«Planes futuros de empobrecimiento ilimitado de la sanidad» Y sus planes presentes y futuros de empobrecimiento ilimitado de la sanidad están detallados hasta la gasa y el pañal, es decir, es imponer talla única en las batas del personal sanitario, cambiar menos a menudo las sábanas de los enfermos, bajar el gasto de agua, luz y calefacción, acortar el tiempo que el personal de enfermería utiliza en el cambio turno, reducir el tiempo de dedicación a formación de los médicos y enfermeros, alquilar plantas al sector privado, ahorrar en gasas, pañales y material quirúrgico, rebajar el gasto en limpieza, etc., etc.
Unos recortes que suponen un deterioro significativo del sistema público de sanidad en Cataluña, siendo su PIB per cápita el 120% del promedio de la UE-15 y su gasto público sanitario per cápita es de sólo el 80% del promedio de la UE-15. Cataluña gasta solamente el 4,5% del PIB en sanidad, frente al 6,7% en España y el 7,5% de media en la UE-15. El problema no es el gasto excesivo en el sistema público de salud.
El problema es otro. En Cataluña y en el resto de España existen recursos y riqueza suficientes. El problema es que cada vez están más concentrados en menos manos. Y están concentrados en las castas regionales y en las manos de la banca española, así como de los bancos estadounidenses, alemanes y franceses.
«El despilfarro autonómico y el entramado económico de las castas» El problema del déficit público tiene dos causas principales. Una es el despilfarro autonómico y el entramado económico desarrollado por las castas regionales que para ejemplo y punta de iceberg están las “embajadas” de la Generalitat. Si es urgente ahorrar que las cierren inmediatamente para empezar con las medidas de austeridad. La otra causa son los bajos ingresos fiscales de las administraciones central y autonómica debido a las políticas regresivas, aplicadas desde hace quince años, por las que los ricos cada vez han ido pagando menos, sea en los beneficios de la banca y las grandes empresas, sea en los beneficios personales, mediante las SICAV, o sea en el fraude fiscal, llevándose sus beneficios a los “paraísos fiscales”.
Frente a los recortes salvajes en la sanidad pública catalana, que son la punta de lanza para las otras Comunidades Autónomas, sólo cabe un programa de redistribución de la riqueza. Un programa para aumentar y no recortar las pensiones, ni los gastos sociales, ni la sanidad, ni la educación sino para que pague más quien más tiene mediante una reforma fiscal de verdad. Una reforma en la que el 10% más rico de la población no se burle tributando un 1% con las SICAV y demás privilegios de las grandes fortunas, una reforma por la que Hacienda recaudaría cada año 100.000 millones de euros más. «Sólo cabe un programa de redistribución de la riqueza»
Con todo ese dinero, ¿por qué tenemos que aguantar que se cierren ambulatorios y quirófanos, se despidan enfermeras y médicos o aumenten las listas de espera y nos implanten el copago? Con una reforma fiscal progresiva, ¡claro que hay más que suficiente para elevar la pensión mínima a 1.000 euros mensuales e invertir más, y no recortar en sanidad ni en educación!