Seguramente onnubilado por la urgencia de remontar unas encuestas que le auguran la hecatombe electoral, el subconsciente no deja de jugarle malas pasadas a Rubalcaba. La última, la de pedir un «Plan Marshall» a la europea contra la crisis. Que según él debería traducirse en una inyección masiva de euros y en la aplicación de un programa europeo de estímulos a la inversión pública.
¡Lástima que Rubalcaba caiga ahora en la cuenta de que hay que hacer todo lo contrario de lo que exige la UE, de lo que él mismo hizo y defendió como ministro y de lo que sigue aplicando el gobierno de Zapatero! Que ayer, sin ir mas lejos, mientras su candidato reclamaba más inversión pública, recortaba otro 10% del presupuesto anual de obras públicas, a fin de cuadrar las cuentas y poder presentarse a fin de año ante Bruselas con los deberes de recorte del déficit cumplidos. «El resultado del Plan Marshall fue la castración política y militar de Europa» De todas formas, esto es lo de menos. Lo verdaderamente sustancial del asunto está en otro lado. ¿De qué está habando en realidad Rubalcaba cuando pide un Plan Marshall a “la europea”? Porque, para aclararnos, el resultado del Plan Marshall ejecutado por EEUU desde finales de los años 40 fue la castración política y militar de Europa a cambio de una lluvia de dólares –con los que, además, solo se podían comprar mercancías norteamericanas– que a la postre acabaron otorgando una hegemonía económica, financiera, política y militar a EEUU sin precedentes en la historia. Alemania recibió, efectivamente, miles de millones de dólares. Pero a cambio tuvo que admitir la presencia militar norteamericana en su territorio. Presencia que hoy, 65 años después de acabada la IIª Guerra Mundial, todavía permanece. El coste que tuvo que pagar la burguesía monopolista alemana, a cambio del Plan Marshall, es que EEUU fuera el que se encargara de la reconstrucción de su propio Estado, diseñándolo e interviniéndolo de tal forma que 6 décadas y media después sigue teniendo un sistema estatal y unos dirigentes políticos reducidos a su mínima expresión, sin poder dotarse de un aparato de poder político y militar fuerte, con un régimen estatal diminuto. Con el Plan Marshall, a la burguesía monopolista alemana se le permitió, hasta cierto punto, un notable nivel de desarrollo y convertirse nuevamente en la tercera o cuarta potencia económica del mundo. Pero este desarrollo económico, a su vez, estuvo (y sigue estando) sujeto a severas y estrictas limitaciones políticas y militares. La principal de ellas, la inexistencia de un centro unificado de toma de decisiones, de un sistema político-estatal con el grado de unificación y centralización necesario para que el poder político-militar y el poder económico marchen al mismo paso. Alemania pudo disponer de una lluvia de dólares, sí, pero a cambio de permitir que su Estado fuera el más intervenido y controlado por EEUU de toda Europa Occidental. Un gigante económico, pero un enano político y un gusano militar. Y por ello anclado permanentemente en la subordinación hacia Washington. «¿Qué Alemania nos envíe partidas de leche en polvo caducadas?» Algo que las filtraciones de Wikileaks pusieron bien de manifiesto al revelar cómo, en las negociaciones para formar el actual gobierno de coalición de Merkel, la embajada norteamericana conocía los resultados de cada reunión de los negociadores incluso antes que la cúpula dirigente de los tres partidos que se disponían a formar gobierno. ¿Eso es lo que nos propone ahora Rubalcaba? ¿Un nuevo Plan Marshall? Porque conviene recordar ahora, recreándonos en el genial film de Berlanga, que en el de los años 50, los americanos pasaron de largo, y en vez de dólares sólo llegaron a España botes de leche en polvo de la guerra de Corea para las escuelas. Pero eso sí, sus tropas se instalaron en nuestro país con la firma del Tratado de las bases. Y casi 60 años después, todavía permanecen ahí, a plena disposición del Imperio para instalar su escudo de misiles. El último servicio al Pentágono del gobierno del que él ha formado parte hasta su elección como candidato. ¿Qué conejo esconde ahora en la chistera Rubalcaba con su propuesta de un nuevo Plan Marshall? ¿Qué Alemania nos envíe partidas de leche en polvo caducadas? ¿O que Sarkozy emplacé destacamentos de su force de frappe en nuestro suelo?