Tras una nueva incursión de las fuerzas especiales israelíes en Gaza, que se saldó con siete palestinos – entre ellos un líder del brazo armado del movimiento islamista Hamás- y un teniente coronel israelí muertos, todo parece indicar que el el Tsahal se prepara para castigar con fuerza a la Franja, con una operación a gran escala.
La incursión israelí provocó disparos de cohetes desde el enclave controlado por Hamás. A raíz de esto, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, tuvo que volver de París, donde se realizaron los actos conmemorativos del centenario del final de la Primera Guerra Mundial, y a los que había sido invitado. Ahora las fuerzas israelíes han anunciado que «operarán con fuerza» contra un estrecho territorio, densamente poblado, y devastado por contínuas operaciones militares.
Gaza es una gigantesca cárcel, un montón de escombros, un enorme campo de refugiados. Su población soporta un 45% de paro, una miseria y carestía generalizadas. Y sobre todo, una purga sangrienta. Cada pocos años (en 2009, en 2014…) una devastadora ofensiva militar israelí arrasa vidas, viviendas, escuelas, hospitales… dejando a Gaza en ruinas, rabiando de dolor y muerte. No hay lugar en el mundo más arrasado, más asolado. No hay pueblo en el planeta más castigado y diezmado que los habitantes de Gaza.
Las nuevas operaciones de castigo se suman a los brutales hechos de los últimos meses. Un incendio provocado por el reconocimiento de la administración Trump de Jerusalén como capital israelí, y el traslado de la embajada. Desde entonces, los palestinos en la Franja de Gaza llevan protestando a lo largo de la valla con Israel en el marco de la Gran Marcha del Retorno. En todo este tiempo los francotiradores israelíes han respondido a las piedras con munición real, asesinando al menos a 200 palestinos en el enclave costero (incluidos periodistas y paramédicos) e hiriendo a más de 18.000 personas.