«En la actualidad, a tenor de los dramáticos cambios que se operan en la palestra mundial, es posible identificar dos corrientes fundamentales: una favorece la paz, el desarrollo y la cooperación; la otra fomenta la guerra fría, el antagonismo y los conflictos. El resultado final del pulso entre ambas tendencias decidirá el destino de la Humanidad en el siglo XXI. La primera corriente representa el futuro y esperanza de la Humanidad, y la segunda sumirá al mundo en conflictos y guerras».
En el segundo semestre de 2008 estalló la crisis financiera a escala global. Los aíses desarrollados no logran rebasarla apoyándose en sus propios esfuerzos, por lo que se hace necesario que los grandes países emergentes participen en la resolución del problema, situación que ha colocado a China en el centro del escenario mundial. El mundo occidental no se adapta a esta nueva coyuntura. De ahí que haya ventilado de diversas formas su preocupación, recelo e incluso temor por China. Lo que más le preocupa es que China siga el camino recorrido por potencias del pasado, especialmente la ex Unión Soviética. (DIARIO DEL PUEBLO) THE WASHINGTON POST.- Incluso si Europa supera todos los obstáculos políticos para un acuerdo, los costes previsibles, económicos y políticos, son pronunciados: impuestos y tasas de interés más altas en los países ricos como Alemania, austeridad sin fin en los países menos ricos como Grecia. ¿No sería irónico que la fórmula para salvar a Europa, y el sueño europeo, fuera menos participación democrática y más penurias para los habitantes de Europa? La unidad en sí podría ser una víctima si el resentimiento norte-sur se perpetúa por las transferencias y, posiblemente, provocaría una reacción nacionalista en ambos lados de la brecha pagador-beneficiario. China. Diario del Pueblo Reitera China bases de su política exterior Wu Jianmin China acaba de publicar un libro blanco sobre su desarrollo pacífico, en lo que constituye un acontecimiento de particular trascendencia en sus relaciones exteriores, a la luz de los más recientes sucesos de la escena mundial. En la actualidad, a tenor de los dramáticos cambios que se operan en la palestra mundial, es posible identificar dos corrientes fundamentales: una favorece la paz, el desarrollo y la cooperación; la otra fomenta la guerra fría, el antagonismo y los conflictos. El resultado final del pulso entre ambas tendencias decidirá el destino de la Humanidad en el siglo XXI. La primera corriente representa el futuro y esperanza de la Humanidad, y la segunda sumirá al mundo en conflictos y guerras. China persiste en el desarrollo pacífico, adaptándose a la primera corriente, haciendo así su aporte a la paz y el desarrollo del mundo. Desde el comienzo del nuevo siglo, se han venido operando cambios en la correlación de fuerzas entre las grandes potencias. En 2001, el PIB de EEUU fue de 10,14 billones de dólares; en 2010, de 14,51 billones de dólares, en contraste con los 1,18 billones y los 5,88 billones de dólares registrados por China en los dos años respectivos. La dimensión del cambio en estos diez años ha atraído la atención del mundo. En el segundo semestre de 2008 estalló la crisis financiera a escala global. Los países desarrollados no logran rebasarla apoyándose en sus propios esfuerzos, por lo que se hace necesario que los grandes países emergentes participen en la resolución del problema, situación que ha colocado a China en el centro del escenario mundial. El mundo occidental no se adapta a esta nueva coyuntura. De ahí que haya ventilado de diversas formas su preocupación, recelo e incluso temor por China. Lo que más le preocupa es que China siga el camino recorrido por potencias del pasado, especialmente la ex Unión Soviética. Aunque la propia China aún no se ha aclimatado a esta nueva situación, sus progresos se han revertido en una sociedad más plural, en la que circulan diferentes opiniones sobre la política externa del país. Algunos de esos puntos de vista, es menester admitirlo, han agravado los recelos de otros países hacia China. Atendiendo a estas dudas China publica este libro blanco, en el cual explica la trayectoria, los objetivos, los principios y el significado de su desarrollo pacífico. Esto debe permitir al mundo entender mejor la política exterior china de desarrollo pacífico. La diplomacia supone un ejercicio de la acción estatal; no un eco del sentir individual. El libro blanco deja en claro más allá de toda duda los fundamentos de la política exterior china, esgrimiendo argumentos autorizados. Cualquier idea contraria a estos presupuestos es ajena a la posición oficial de China. Como indica el documento, China combina los intereses de su pueblo con los de otros países, ensancha los puntos de convergencia para beneficio de las diversas partes, desarrolla de consuno con otros países y regiones la comunidad de intereses de diversos espacios y capas, en procura de beneficios comunes para la Humanidad, a la vez que comparte los resultados fructíferos del progreso de la civilización humana. Esta importante declaración entraña un especial significado para promover el progreso de la civilización humana. El mundo actual está preñado de múltiples contradicciones, conflictos y divergencias entre diversos países. Si sólo se asumen las divergencias, la situación internacional no hará más que tensarse, conduciendo a luchas interminables, e incluso a conflictos y guerras. Como resultado, todas las partes involucradas resultarán perdedoras. El libro blanco coloca el énfasis en los intereses comunes y propone ampliar los puntos de convergencia de intereses entre los diversos países y establecer diversos tipos de comunidades que coincidan en la búsqueda de dichos intereses. El apego a esa línea conlleva un beneficio mutuo, lo que resultaría favorable para la paz, el desarrollo y la estabilidad mundiales. Como indica enfáticamente el documento, China pugna por el desarrollo y armonía en el país, y por la paz y cooperación con el mundo exterior. En esencia, lo que busca China es permitir que su pueblo viva mejor y haga contribuciones a la paz y desarrollo del mundo. En resumen, China procura sus propios beneficios y también para el resto del mundo. Este principio se ha convertido en la voluntad común nacional. Este libro blanco llega en el momento justo, por lo que cabe augurarle una positiva acogida en la sociedad china en su conjunto, al igual que en otros países. DIARIO DEL PUEBLO. 7-9-2011 EEUU. The Washington Post Un choque de realidad para el euro A medida que la crisis financiera de Europa crece, lo mismo ocurre con el escepticismo sobre la sostenibilidad de la moneda única europea y la propia Unión Europea. Francia, Alemania y el resto tienen una respuesta coherente: la Europa unida se mantendrá, pase lo que pase. Pero teniendo en cuenta los costos probables para todos los interesados, tal vez ahora sea el momento de preguntarnos: ¿qué Europa y para qué? Los líderes políticos europeos no han pasado mucho tiempo debatiendo esta cuestión en los últimos años, al menos no públicamente. Ellos dan por sentado las ventajas de una Europa unida: desterrar el fantasma de la guerra continental, aumento de la prosperidad a través de libre flujo de bienes, trabajadores y capitales, permitiendo que el continente aumente su peso en los asuntos internacionales, generando una atractiva cultura mundial que rivalice con la de Estados Unidos. Algunos llaman a este proyecto "el sueño europeo." Otros economistas, sin embargo, lo ven como una lista de "bienes públicos". El problema es que ofrece a la gente un incentivo para consumir esos bienes sin pagar. Grecia es sólo el más flagrante "usuario gratis". En un momento u otro, todos en Europa han roto las reglas fiscales destinadas a garantizar que ningún país se beneficiara de la unión monetaria para fines nacionales. De hecho, fueron capaces de hacerlo debido a que el acuerdo de creación de la unión monetaria no incluye ningún mecanismo aplicable para la armonización de la política fiscal. Si la desunión fiscal es lo que aflige al euro, se dice, la "unión fiscal" debe ser la cura. Esto podría adquirir muchas formas: el establecimiento de una autoridad financiera europea, con el poder de imponerse sobre los parlamentos nacionales en política fiscal y presupuestaria, la emisión de eurobonos conjuntos, lo que haría que todos los países de la zona euro fueran responsables de las deudas de los demás, o más mecanismos que se han tratado, como un fondo de rescate a nivel europeo y la compra periódica de bonos soberanos por el Banco Central Europeo. De una forma u otra, la unión fiscal de hecho podría salvar el euro y Europa. Pero incluso si Europa supera todos los obstáculos políticos para un acuerdo, los costes previsibles, económicos y políticos, son pronunciados: impuestos y tasas de interés más altas en los países ricos como Alemania, austeridad sin fin en los países menos ricos como Grecia. ¿No sería irónico que la fórmula para salvar a Europa, y el sueño europeo, fuera menos participación democrática y más penurias para los habitantes de Europa? La unidad en sí podría ser una víctima si el resentimiento norte-sur se perpetúa por las transferencias y, posiblemente, provocaría una reacción nacionalista en ambos lados de la brecha pagador-beneficiario. No se sabe la forma en que los tecnócratas europeos discuten el tema, pero la falta de unión fiscal de la UE no es una mera cuestión de gobernabilidad o de diseño institucional. Se trata de un problema básico de legitimidad. Que refleja las diferencias reales de cultura, lengua e historia de toda Europa, así como la preocupación real de unos ciudadanos, laxamente articulados, por ceder el control de sus presupuestos a una burocracia lejana. Europa y el resto del mundo –incluyendo, en particular, a Estados Unidos– se benefician de una Europa unida viable, capaz de armonizar los intereses nacionales dispares del continente y equilibrar a otras grandes potencias en el comercio y la política mundial. Pero la palabra clave en esta frase es "viable". Europa está en crisis porque sus políticos prometieron más de lo que la unión, y la gente que representan, estaban dispuestos a entregar. O, para decirlo de otra manera, los líderes europeos, en contra de lo que algunos llaman sentido común, consideraron que era prudente dejar que Grecia pidiera dinero prestado a tasas de interés alemanas, mientras que daban a Eslovaquia y Finlandia derecho de veto sobre cómo resolver cualquier crisis que pudiera surgir. Los líderes europeos no pueden maniobrar para salvar el euro sin actualizar sus argumentos. Lo que más necesitan es un nuevo sentido de realismo acerca de los objetivos de la unidad europea y los medios para alcanzarlos. THE WASHINGTON POST. 7-9-2011