La prensa nacional ha valorado el nuevo gobierno calificándolo de «continuista», «marianista» y «de partido». Afirmando que «está cortado a la medida de Rajoy» o de los equilibrios de poder en el seno del PP (entre Soraya Sáénz de Santamaria y María Dolores de Cospedal). Por el contrario, los grandes medios internacionales han partido de una visión mucho más amplia, remarcando el reforzamiento de los ministros que garantizan la continuidad de «las políticas de austeridad». Y rastreando los equilibrios en el nuevo gabinete, pero no domésticos, sino entre los grandes centros de poder mundiales.
Equilibrios… entre Washington y Berlín
Tanto The Washington Post como el Frankfurter Allgemeine -portavoces de importantes sectores de la burguesía norteamericana y alemana- destacan la continuidad de Luis De Guindos y el nombramiento de Alfonso Dastis al frente de Exteriores.
Son, junto a Iñigo de la Serna, los únicos ministros que no son diputados. De la Serna ha presidido la Federación Española de Municipios y Provincias, pero tanto De Guindos como Dastis han adquirido peso político fuera de España.
De Guindos es el “ministro Lehman Brothers”, cuyo nombramiento fue anticipado por la agencia Stratfort, conocida como “la CIA privada”, meses antes de que Rajoy lo anunciara.
Si hace unos meses el propio De Guindos dejó entrever que abandonaría el gobierno, ahora no solo se queda, sino que su mando sobre la política económica se ha reforzado, añadiendo a su ministerio el de Industria y algunas de las competencias de Hacienda.
Pero tenemos también otro ministro como Alfonso Dastis, “más conocido en Europa que en España”, como han resaltado algunos medios.
Ha sido desde 2011 “el hombre de Rajoy” en la UE. Fue director de la unidad de apoyo del comité organizador de la Presidencia Española de la UE, secretario general de Asuntos Institucionales de la UE, además de consejero en la Representación Permanente de España ante la ONU.
La mayoría de los nuevos ministros mantienen una privilegiada conexión con Bruselas. Méndez de Vigo, elevado al papel de portavoz, fue eurodiputado durante 19 años.
Ya no son cuadros que adquieren relevancia en la política española, y luego son enviados a Bruselas. Sino que realizan el trayecto inverso.
Mucho más que los equilibrios entre las familias del PP, o de la confrontación entre Santamaría y Cospedal, lo primero que define al nuevo gobierno son las conexiones con los grandes centros de poder mundiales, que determinan tanto su composición como sus políticas.
La continuidad de los ministros del área económica es el mensaje que Washington y Berlín esperaban: no van a revertirse, a pesar de las dificultades de un gobierno en minoría, las “políticas de austeridad”.
Si se mantiene a Fátima Báñez en Empleo, reforzándola al entregarle la dirección del pacto con Ciudadanos, es porque, como anunció Rajoy en su investidura, la reforma laboral es “una línea roja”. Y porque su ministerio debe afrontar una de las principales exigencias del gran capital extranjero: la reforma de las pensiones.
Si adquieren más relevancia los ministros con estrechos vínculos con la UE, es porque será con Bruselas con quien habrá que negociar la ejecución de los nuevos recortes.
El Eurogrupo ha reiterado al nuevo gobierno la exigencia de presentar, antes del 2 de diciembre, medidas que garanticen un ajuste de 5.500 millones en 2017, para cumplir con los objetivos de reducción del déficit. A los que debería añadirse una cantidad similar en 2018, establecida en los próximos presupuestos.
Pero, necesariamente, esas exigencias van a tener que modularse. En las nuevas condiciones políticas no pueden aplicarse los recortes como en la pasada legislatura. Rajoy lo sabe, y prepara una estrategia para la negociación, que previsiblemente será aceptada por Bruselas. Más flexibilidad en los plazos y en las formas, a cambio de garantizar que el grado de saqueo alcanzado se vuelva estructural… y empieza a avanzarse en otras reformas, como las pensiones.
Si se ha nombrado a Cospedal para Defensa (“el ministerio más importante para EEUU”, como reconoce ABC), no es para contentar a la secretaria general del PP. En un gesto insólito hacia un político español, The Wall Street Journal dedicaba hace unos meses todo un artículo a Cospedal, ensalzándola como “cruzada de la austeridad”, remarcando que “se mantuvo firme” en la ejecución de los recortes a pesar del rechazo social y de los costes políticos -el PP perdió el gobierno castellano manchego-. Esta fidelidad en la ejecución de sus proyectos es exactamente lo que Washington espera de Cospedal, garantizando de forma firme una mayor participación española en las operaciones militares de la OTAN, que previsiblemente tomaran nuevo impulso una vez resuelta la incógnita en Washington tras las elecciones presidenciales.
Las claves nacionales
El nuevo gobierno de Rajoy debe hacer frente también a una situación nacional insólita. Nunca un gobierno ha estado en una situación de minoría como el actual, dependiendo de los acuerdos con otros grupos para aprobar en el parlamento cualquier decisión importante, comenzando por los presupuestos.
Los ministros “incómodos” han sido retirados, independientemente de su peso en el partido. Wert y Soria previamente, Fernández Díaz o García Margallo con el cambio de gabinete.
El objetivo del nuevo gobierno es “garantizar la estabilidad presupuestaria” con el mayor consenso posible. Negociando cambios, pero desde dos “líneas rojas” planteadas por Rajoy: el cumplimiento de los objetivos de reducción del déficit marcados por Bruselas, y el mantenimiento de la reforma laboral.
Impulsando “nuevas reformas” cuyo objetivo es crear las condiciones para profundizar el saqueo sobre la población: la reforma de las pensiones, la nueva financiación autonómica, la reforma de la ley de educación…
Y abordando una negociación, centralizada por la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, que permita cerrar la herida en Cataluña. Ofreciendo algunas concesiones (mejoras en la financiación… dirigidas a la gran burguesía catalana y a sectores de la ex Convergencia) a cambio de aparcar la deriva independentista.
Pero del dicho al hecho puede haber una distancia demasiado grande. La actuación del nuevo gobierno va a estar determinada por una realidad política donde no solo intervienen las exigencias de Washington y Berlín, sino también la influencia de una mayoría social progresista que va a seguir rechazando la continuidad de las políticas -bajo otras formas y ritmos pero con la misma sustancia- del nuevo gobierno de Rajoy.