«La foto de 2010 presenta a Washington, el triunfador de la Guerra Fría, la gran potencia militar, económica y financiera a principios de década topándose con China y Brasil al final de esta y ponderando el potencial de otros países en una nueva y emergente arquitectura de las relaciones internacionales. Mientras, Europa, su gran aliado, descubre las primeras y graves heridas de su unión y se examina en el diván.»
Por motivos geoolíticos, estratégicos y sobre todo económicos, la estructura creada por la posguerra y la guerra fría se ha revelado anacrónica y cede ante sus grietas. El nuevo mapa del poder se rediseña en un momento de fuerte debilidad para las potencias que protagonizaron la posguerra y cuando países emergentes como Brasil, India, China, Indonesia y Turquía, ganan músculo. (CINCO DÍAS) EL MUNDO.- El sucesor de Pujol, Artur Mas, fue investido ayer presidente de la Generalitat gracias a la abstención del PSC. Así pues, el Gobierno de CiU iniciará su andadura bajo el signo de la llamada sociovergencia, que parece consistir en que los socialistas catalanes asuman sin rechistar los postulados nacionalistas, tanto cuando gobiernan -en los últimos siete años de tripartito- como cuando están en la oposición. El despeñadero político por el que se está deslizando el PSC resulta incomprensible, habida cuenta de que acaba de perder la mitad de su electorado precisamente por no ser capaz de poner en marcha desde la Generalitat una alternativa al nacionalismo imperante. EL ECONOMISTA.- Cansada de que las agencias de calificación financiera anglosajonas dicten la ley, China saca a relucir la suya, Dagong, que asegura es independiente, aunque según los analistas, tendrá aún que demostrarlo. Dagong se distinguió recientemente considerando que Estados Unidos está amenazado de quiebra. Poco después de que Washington anunciara a comienzos de noviembre la inyección de 600.000 millones de dólares para apoyar la recuperación económica, Dagong Global Rating Co. Ltd degradó de ‘AA’ a ‘A+’ la nota de la deuda soberana estadounidense. Opinión. Cinco Días Nuevo diseño en el mapa de poder en el mundo En la primera década del siglo XXI se ha empezado a enterrar el orden establecido tras la II Guerra Mundial. ¿Una prueba de ello? Las escalas del último viaje oficial de Barack Obama. En noviembre, el presidente de la primera potencia del mundo visitó India buscando ampliar los mercados de EE UU y ofreció al Gobierno de Nueva Delhi su apoyo para conseguir un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, una de las aspiraciones de las naciones emergentes, invisibles tras 1945. Otra de las citas le llevó a Corea del Sur para participar en la cumbre del G20, un grupo de naciones que se creó en los noventa y que hasta la crisis financiera de 2008 no carecía de relevancia. Es un grupo heterogéneo que une a Sudáfrica y Argentina con India, China, EE UU y Alemania. Obama salió de Seúl oyendo críticas a la política monetaria de su país y sin conseguir singularizar a China como manipulador de su divisa. La foto de 2010 presenta a Washington, el triunfador de la Guerra Fría, la gran potencia militar, económica y financiera a principios de década topándose con China y Brasil al final de esta y ponderando el potencial de otros países en una nueva y emergente arquitectura de las relaciones internacionales. Mientras, Europa, su gran aliado, descubre las primeras y graves heridas de su unión y se examina en el diván. ¿Qué ha pasado en estos 10 años? Por motivos geopolíticos, estratégicos y sobre todo económicos, la estructura creada por la posguerra y la guerra fría se ha revelado anacrónica y cede ante sus grietas. El nuevo mapa del poder se rediseña en un momento de fuerte debilidad para las potencias que protagonizaron la posguerra y cuando países emergentes como Brasil, India, China, Indonesia y Turquía, ganan músculo. Parte de la debilidad geopolítica empieza a hacerse evidente en la respuesta a los atentados del 11-S de 2001. En la década en la que EE UU sufrió su mayor ataque tras Pearl Habour, el profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Boston, Andrew Bacevich, explica que uno de los cambios fundamentales es la caída del gran pilar de la seguridad provisto por EE UU. "En los noventa no se discutía que América era el único superpoder, lo demostró en Kosovo en 1999", explica. "Existía el consenso de que los militares americanos garantizarían la estabilidad internacional permitiendo estabilidad económica. Pero al final de este periodo queda claro que este poder no es lo que se imaginaba", lamenta Bacevich quien afirma que en los últimos 10 años "Washington ha mostrado que sabe empezar guerras pero no cómo acabarlas". Para el autor de Los límites del poder, el final del excepcionalismo americano, Irak y Afganistán invitan a cuestionar cómo se garantizará la estabilidad y la seguridad porque EE UU no va a ejercer ese papel ahora que sus enemigos saben explotar sus debilidades. "Ese es uno de los mayores cambios de la década", dice Bacevich. El otro es, sin duda, económico. Según Domenico Lombardi, economista del think tank Brookings, el gran cambio ha llegado con la crisis financiera global de 2007 "que ha mostrado el cada vez mayor momento y papel de las economías emergentes en el marco global y el menor peso de las desarrolladas". La era del gran apalancamiento, público y privado, en los países desarrollados y la financialización de la economía convirtió en barro los pies de las grandes potencias, EE UU y la UE que ahora se adaptan a la austeridad. En América, la revolución puntocom se convirtió en burbuja al cruzar el umbral del 2000. Y no solo explotó. Peor aún, se curó con otra burbuja más dañina, la del crédito. Con ella se enmascaró que la prosperidad, basada en una sociedad que desde el New Deal mimó a su clase media, hacía aguas. Las desigualdades sociales crecieron pero el crédito permitió que con salarios estancados o a la baja la vivienda fuera el centro de la economía. Los préstamos alimentaron unas arriesgadas prácticas financieras, rentables a corto plazo, que atrajeron el dinero de todo el planeta reforzando un apalancamiento insostenible. Ni siquiera tuvieron que pasar 10 años para ver el daño. En 2006 llegaron los primeros avisos. En 2007 empezó a ser muy tarde. En 2008 el logro fue evitar caer en un abismo económico que recorrió el mundo debido a los riesgos sistémicos de la globalización financiera. EE UU fue la zona cero de la explosión de la crisis por ser la gran potencia y la sede de una gran banca y el sistema financiero. Este sector ha precisado masivas ayudas de Estado para seguir con vida y el capitalismo global se ha convertido en un curioso híbrido en el que el libre mercado ha coqueteado, y sigue haciéndolo, con la garantía (o apoyo directo si es preciso) del Estado. En Europa, el daño llegó sacando a la luz las insuficientes costuras políticas y económicas con las que se tejió la Unión Monetaria. Lombardi, cree que Europa "no se siente segura en este nuevo orden". A estas dificultades, los analistas de la consultora de relaciones internacionales Stratfor añaden el progresivo envejecimiento de la población en los países desarrollados. Un problema que se refleja en los continuos debates sobre pensiones y ensombrecen retos igualmente importantes como el educativo. El informe PISA de evaluación global de educación ha dado sus mejores notas a los estudiantes de Shanghai, China. El país, no solo es la gran fábrica del mundo (restando la competitividad que ofrece la innovación estadounidense), el gran ahorrador y financiero de soberanías, sino que además su educación permite pensar en un futuro más sofisticado. Este informe educativo es la última evidencia del poderío de un país que en los noventa era "el gigante dormido". Ya no duerme. De hecho, animado por un fuerte crecimiento económico ha irrumpido en la escena internacional con una carrera cuya meta es encontrar su posición en el futuro nuevo orden mientras mantiene una estructura política del siglo pasado con más sombras que luces. Su presencia empresarial en África y su papel de prestamista de EE UU no hacen más que aumentar su influencia. Su crecimiento es solo comparable al de Brasil e India, quienes también buscan su nueva voz en el contexto mundial aupados por unas economías que han crecido, sobre todo, al calor de la demanda global de materias primas, en el primer caso, y de una clase trabajadora bien formada con menos costes que la occidental en el segundo. Ese fue el trampolín. El salto ya lo han dado. Eso sí, puede que no sea un salto radical como parece a corto plazo y que tome más décadas en asentarse, como cree Peter Zeihan, vicepresidente de Stratfor. Este analista tiene dudas de que sea inmediato porque, para empezar, cree que China transita sobre arenas movedizas y "terminará siendo un fracaso por su deficiente sistema financiero, del que se sabe poco desde 2003". "En Brasil, dos tercios de las exportaciones están denominadas en dólares", explica para concluir, "no son mercados modernos". "Estos países necesitan 30 años más de crecimiento al mismo ritmo que los últimos 10 para parecerse a las potencias actuales", afirma. Tomará más o menos tiempo, más o menos tiranteces, pero el diseño del nuevo mapa del poder ya ha empezado. El titubeante camino del cambio en los foros multilaterales La crisis financiera y económica de 2008 mostró los límites del G7/G8. Consciente de las implicaciones globales de la crisis, desde Washington la Administración de George W. Bush convocó a otro "G" más grande y que hasta ahora había sido irrelevante. El G20, al que se le añadieron invitados como España. El foro se reveló sorprendentemente efectivo durante lo más álgido de la crisis, sobre todo en su cumbre de Londres y Pittsburgh. De hecho, Dominico Lombardi, economista en Brookings, afirma que el G20 es una manera, quizá la primera, de internacionalizar y dar voz a las economías emergentes lo que asegura un cambio en la arquitectura de la economía global. Ese cambio se ha trasladado al mandato, que llevaba años pendiente, de dar más cuota y voz a las economías emergentes en el FMI, quizá la institución que antes ha mostrado su deseo interno de adaptarse a este periodo post-Bretton Woods. El mismo debate se empieza a trasladar a la ONU y su consejo de Seguridad. Desde el Council of Foreign Relations, editor de la Revista Foreign Affairs se explica que un consejo de seguridad en el que no haya cambios "será cada vez menos efectivo a la hora de enfrentarse a los retos de seguridad actuales que demandan una respuesta coherente, amplia y multilateral. En las últimas citas del G20, no obstante empieza a parecer que este foro es algo más esclerótico, lo que ha desatado la preocupación del director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, quien no cesa de alertar de la incipiente falta de sintonía y de que las naciones estén tentadas de dar soluciones locales a conflictos globales. Lombardi admite que uno de los fallos de esta década y que han ayudado a la implosión es que "para la globalización de la economía y los mercados financieros se han usado herramientas nacionales y eso ha creado una mayor contradicción o tensión". Por ello, considera que el G20 está siendo un foro positivo. En la consultora Stratfor hay más escepticismo. "El G20 no tiene sentido. No tiene poder para forzar políticas, es un foro de reuniones, una línea de comunicación, pero no una institución que pueda hacer cambios", explica Peter Zeihan de este centro de análisis. Lo cierto es que el multilateralismo, con muchos nuevos intereses que defender desde una posición de mayor fuerza está siendo complejo de gestionar. Ya no solo es el G20 el que pierde músculo en ausencia de una situación desesperada sino que cumbres medioambientales como la de Copenhague han sido un desastre por mucho que el listón nunca haya estado muy alto en esta cuestión. Lombardi pide paciencia. "Llevará tiempo forjar la confianza fundamental para que la cooperación global funcione con éxito. CINCO DÍAS. 24-12-2010 El Mundo. Editorial Un acuerdo suicida para el PSC y el PSOE EL SUCESOR de Pujol, Artur Mas, fue investido ayer presidente de la Generalitat gracias a la abstención del PSC. Así pues, el Gobierno de CiU iniciará su andadura bajo el signo de la llamada sociovergencia, que parece consistir en que los socialistas catalanes asuman sin rechistar los postulados nacionalistas, tanto cuando gobiernan -en los últimos siete años de tripartito- como cuando están en la oposición. El despeñadero político por el que se está deslizando el PSC resulta incomprensible, habida cuenta de que acaba de perder la mitad de su electorado precisamente por no ser capaz de poner en marcha desde la Generalitat una alternativa al nacionalismo imperante. El acuerdo logrado entre CiU y PSC -una vez que Artur Mas renunció a buscar los votos del PP para su investidura- compromete a ambos a pactar en lo que llaman «temas de país», de los cuales el más importante en este momento es rebelarse contra el Tribunal Supremo incumpliendo las sentencias que obligan a la Generalitat a garantizar la enseñanza en castellano como lengua vehicular. El nuevo presidente catalán ya advirtió durante su debate de investidura que la doctrina del Supremo no le incumbe porque pocas familias solicitan la escolarización de sus hijos en castellano, ya que es la enseñanza en catalán lo que «los integra en un país que tiene una lengua desde hace 800 años». El catalán integra, el español margina. Ese es el mensaje del nacionalismo, que parafraseando al flamante Nobel Mario Vargas Llosa en su discurso ante la Academia sueca, es «una plaga incurable del mundo moderno». Una plaga que en el caso de Cataluña resulta especialmente asfixiante porque el partido mayoritario de la oposición es el que apuntala y legitima las tesis nacionalistas de marginación del castellano, la vulneración de la legalidad y la desobediencia ya anunciada al Supremo. Por increíble que pueda parecer, Montilla -que ya pagó cara en las urnas su rebelión contra el Constitucional- sigue al frente del PSC tomando las decisiones. Habrá pocos ejemplos en el mundo democrático de un líder que coseche los peores resultados de la historia de su partido y no se vaya a su casa después del recuento de la última papeleta. Es lo que hizo Almunia tras las generales de 2000 y ni siquiera el descalabro fue tan grande como el que ha sufrido el PSC. La pulsión suicida de esta formación resulta inaudita. De seguir por ese camino, acabará convirtiéndose en una formación irrelevante, ya que el papel de la oposición en Cataluña lo asumirá el PP. Del mismo modo, resulta incomprensible, a la par que escandaloso, el respaldo que desde el Gobierno socialista se ha dado al «acuerdo de país» con CiU. El vicepresidente Rubalcaba defendió ayer, incluso con entusiasmo, un pacto cuya primera finalidad es desobedecer al Supremo. Parece increíble que el portavoz del Gobierno eluda una respuesta política a la doctrina del tribunal alegando que no se ha leído la sentencia. He ahí el cinismo del Rubalcaba de siempre. Es evidente que el entendimiento sociovergente le puede facilitar la vida -política- a Zapatero en el Congreso, aunque no debería fiarse mucho después de lo que le pasó con la ley Sinde. Lo que está fuera de toda duda es que el pacto con CiU será letal para el PSOE en el resto de las comunidades e incluso en ayuntamientos catalanes importantes, como los de Barcelona y su cinturón. Todos los candidatos socialistas -ya lastrados por la caída en picado de Zapatero- irán a las elecciones de mayo con la rémora que el PSC ha colocado sobre sus cabezas, con la aquiescencia del Gobierno, que, como los náufragos, sólo parece pensar en su propia supervivencia. EL MUNDO. 24-12-2010 Agencias de calificación. El Economista Dagong, la agencia china de calificación que desafía el dominio anglosajón Cansada de que las agencias de calificación financiera anglosajonas dicten la ley, China saca a relucir la suya, Dagong, que asegura es independiente, aunque según los analistas, tendrá aún que demostrarlo. Dagong se distinguió recientemente considerando que Estados Unidos está amenazado de quiebra. Poco después de que Washington anunciara a comienzos de noviembre la inyección de 600.000 millones de dólares para apoyar la recuperación económica, Dagong Global Rating Co. Ltd degradó de ‘AA’ a ‘A+’ la nota de la deuda soberana estadounidense. La agencia china justificó su decisión por "el deterioro de la capacidad de reembolso y el declive drástico de la voluntad del gobierno (estadounidense) de reembolsar sus deudas". La devaluación del dólar Dagong estima que la política monetaria estadounidense consiste en devaluar el dólar para reducir la deuda del país y que "esta medida ha perjudicado gravemente los intereses de los acreedores" de Estados Unidos, el primero de los cuales es China, poseedora de más de 900.000 millones de dólares en bonos del Tesoro norteamericano. Las notas atribuidas por las grandes agencias Standard and Poor’s, Moody’s y Fitch determinan las tasas de interés a las que un Estado o empresa piden dinero prestado en los mercados. Fitch es la única agencia controlada por capitales europeos, a saber, el holding Fimalac, creado por el multimillonario francés Marc Ladreit de Lacharrière. A contracorriente de las tres grandes agencias de calificación Pese al elevado déficit estadounidense, las tres grandes agencias han dado siempre a Estados Unidos la mejor calificación posible, ‘AAA’, que permite a la primera economía mundial endeudarse a bajo coste. Estas agencias "dejan de lado dos principios fundamentales, que son saber si el país en cuestión tiene dinero y si puede crear valor", declara a la AFP Guan Jianzhong, el presidente de Dagong. "Sus normas descansan sobre una ideología, un sistema de valores y los intereses estadounidenses", considera Guan. En Dagong, que cuenta con 500 empleados, 300 de los cuales en Pekín, "hacemos nuestros análisis a partir únicamente de criterios de solvencia", asegura su presidente. "La independencia de Dagong no deja lugar a dudas. Somos una empresa privada y no recibimos apoyo particular del gobierno para nuestra actividad", añade. Contactadas por la AFP, Fitch y Moody’s no han querido expresarse sobre su competidora china. La última colaboró con Dagong de 1999 a 2001. Su objetivo: la internacionalización Fundada en 1994, cuando la reestructuración de las empresas estatales chinas, Dagong quiere ahora adquirir una dimensión internacional, en un momento en que el gobierno alienta a las empresas chinas a implantarse en el extranjero. La agencia ya ha evaluado la solvencia de más de 50 países y quiere llegar a 150 de aquí a 2012. El sector de las agencias de calificación "se va a hacer mucho más competitivo", pronostica Patrick Chovanec, profesor de economía en la Universidad Tsinghua de Pekín. Este antiguo banquero de negocios saluda la diversidad de puntos de vista que aporta la agencia china, aunque no comparte todos sus métodos de evaluación. "Estoy en desacuerdo con su idea de que los países con importantes reservas de cambio están menos expuestos al riesgo, porque eso crea problemas y distorsiones en la economía", explica. EL ECONOMISTA. 23-12-2010