NOS QUEREMOS FUERTES

Cuando Marina Marroquí fue entrevistada en Salvados muchas mujeres nos reconocimos en una mujer que a pesar de haber vivido en el infierno transmitía una fortaleza contagiosa. Son legión las mujeres que brillan como Marina Marroquí. Siempre se habla de las mujeres asesinadas y nunca de las supervivientes, de aquellas que marcan un camino, una puerta de salida.

Marina Marroquí preside la asociación AIVIG, la Asociación Ilicitana contra la Violencia de Género que trabaja en la prevención y la superación de la violencia de género para que la mujer recupere su vida y su libertad. Desde una perspectiva multidisciplinar la asociación da apoyo psicológico a las víctimas y sus familias, las acompaña durante todo el proceso legal, les facilita la formación e inserción laboral…

Cuando Marina Marroquí fue entrevistada por Jordi Évole en Salvados muchas mujeres nos reconocimos en una mujer que a pesar de haber vivido en el infierno transmitía una fortaleza contagiosa. Todas las mujeres tenemos que hacernos fuertes y liberarnos de las leyes aprendidas, de los miedos que nos atan. Somos muchas las mujeres independientes y libres que a pesar de haber vivido algún episodio de violencia más o menos grave no nos identificamos en absoluto con la imagen estereotipada de la mujer de las campañas institucionales pero sí con la fuerza y la alegría que ella transmite.

Son legión las mujeres que brillan como Marina Marroquí. Siempre se habla de las mujeres asesinadas y nunca de las supervivientes, de aquellas que marcan un camino, una puerta de salida.

Cuando Juana Rivas huyó con sus hijos las vecinas de Maracena pegaron en las puertas de sus casas y negocios carteles que gritaban “Juana está en mi casa”. Porque si la ley no es capaz de proteger a las víctimas nuestra casa sí es segura. El apoyo y la solidaridad a Juana Rivas recorrió como una descarga las redes. Ya no hay una agresión sin respuesta, ya no están solas. Las mujeres del mundo entero se han puesto en pie. Vivimos un nuevo momento. Varias generaciones de mujeres trabajadoras luchan airadas por su plena igualdad. Mujeres que hacen saltar todas las chispas pararán el 8 de marzo, pero no se detendrán ya.

Eres una víctima de la violencia de género que te has convertido en protagonista de la lucha por las mujeres. ¿Cómo se da ese proceso desde el miedo a la fuerza?

El problema es que no suele entenderse en profundidad la violencia de género, y luego pasa que nos dejamos llevar por los falsos mitos de víctimas que son mujeres que se dejan manipular. Nosotras mismas nos decimos mucho que somos invencibles, como si tuviésemos una mutación genética o algo así. Pero es al contrario. Una mujer que sobrevive a la violencia de género, efectivamente, no es que sea fuerte, es que es invencible porque ha sobrevivido una relación brutal, a un secuestro emocional de lo más desgarrador… sales destrozada y hundida, pero sales viva. Siempre digo que la guerra la ganamos solo con sobrevivir.

Al tratarse de una forma superflua, corremos el peligro de llevar la violencia de género a la pena, al “pobrecitas”, y dramatizar de más. Y eso no lleva a nada, al revés. Lo último que quieres es que te miren con pena. Esa es la razón principal por la que las mujeres no lo contamos, para que no nos miren con pena. El camino más duro es volver a vivir, volver a ser feliz.

Son mujeres que aunque no sean visibles, son admiradas por mucha gente. Y eso solo se consigue con ayuda profesional. La violencia de género deja un estrés postraumático brutal que necesita muchos profesionales para que las mujeres se recuperen de ese trauma. Ninguna sociedad exigiría a una víctima de secuestro que ella sola se recuperara y no se quejara nunca más, pero sí se nos exige a las mujeres víctimas de la violencia de género. La mayoría sobrevivimos pero nos acostumbramos a la ansiedad, al miedo, a las pesadillas…» Decidí que no iba a agachar la cabeza nunca más»

Durante años, yo misma viví una película de terror, sobresaltándome cada vez que veía su marca de coche o vomitando en la calle cada vez que alguien pasaba con su colonia. Hasta que me di cuenta de que eso era peor que estar muerta. Un día acepté sus palabras y me creí que iba a matarme. De hecho, lo sigo creyendo. Y me dije que si tarde o temprano iba a matarme, solo me quedaba ser feliz, que iba a hacer cada día lo que yo quisiera y que aunque algún día me matase no iba a agachar la cabeza nunca más. No mataría a aquella Marina, sino a la mujer libre que soy. Y así, día tras día, soy muy feliz, que es lo que la sociedad tiene que buscar para las mujeres que han sobrevivido ellas solas, porque ni la sociedad ni este gobierno están haciendo mucho para que salgan de la violencia de género. Lo mínimo que les debemos es que vuelvan a ser felices.

¿Qué te supuso personalmente mostrarte en Salvados, cuando Jordi Évole te entrevistó en horario de máxima audiencia?

Mucho. No me lo planteé. Estaba asesorando al programa hasta que tres días antes me ofrecieron la entrevista. El paso de crear la asociación y los perfiles en las redes supusieron una valoración de riesgo que ya hice, pero es cierto que lo pasé mal por mi entorno. Mis padres pasaron miedo pensando ¿y si resulta que ahora no vuelve a intentar matarte sino que lo consigue?.

Fue duro enfrentarme a nivel social, porque aunque me dedicaba a esto, hice nuevos amigos que no lo sabían. O por ejemplo, mis suegros, y llevaba ocho años de relación. Fue salir del armario y emocionalmente muy difícil. Grabé el viernes y me pasé el fin de semana pensando en la gente que se iba a enterar. Pero el lunes tenía 980 mails de mujeres que se habían identificado, que habían dicho basta después de ver el programa, o que habían dicho “voy a ser feliz”. Eso lo compensó todo. El dolor que se queda dentro y no sirve para nada pudre, y yo las heridas me las he curado trabajando y ayudando a otras personas a evitar que sufran lo que yo sufrí.

¿Cómo trabajáis con las mujeres en la asociación?

Tenemos varios programas. El de detección de violencia de género precoz, la protección primaria de las mujeres… a veces vienen compartiendo todavía vivienda con el maltratador y hay que planificar la huida, la denuncia, valorar el riesgo y coordinarse con las fuerzas de seguridad para protegerlas. Y una vez se les ha alejado del peligro de muerte, está el programa de superación. Dura entre un año y un año y medio.

Cuando tocas el timbre de la asociación ya te has hecho muchas preguntas, pero aun así tardas meses en ser consciente de que eres una mujer maltratada. Es el momento más doloroso, ni las palizas, ni las violaciones, sino cuando dices “soy una mujer maltratada”, porque la imagen que da la sociedad no eres tú. ¿Cómo te vas a identificar con la imágenes de los anuncios del Ministerio, de mujeres amoratadas acurrucadas en un rincón? Ninguna mujer maltratada se identifica con eso.

Pero todavía hay un momento más doloroso, que todavía cuesta un par de meses más, que es identificar a tu pareja como un maltratador. El momento en el que te das cuenta de que te enamoraste de una persona que es un maltratador y que te ha destruido voluntariamente y disfrutando de ello. Pero a partir de ahí sabes que nunca más va a pasarte. Es el principio del fin.

Yo soy trabajadora social, que es una profesión que trabaja con los excluidos sociales, y las mujeres maltratadas, a diferencia de otros casos de exclusión, no tienen a nadie. Son invisibles porque visten normal, van a por sus hijos, pero están secuestradas a nivel emocional. Trabajamos para que sean personas libres y felices.

Es como liberarse de algo parecido al síndrome de Estocolmo…

Cuando una mujer sufre violencia de género se desarrolla el síndrome de mujer maltratada, que lo identificó Lenore Walker, y que es muy parecido al síndrome de Estocolmo. Si te secuestran en un zulo encadenada es una cosa, pero si es en un piso con una tele y un sofá, y todos los días te trae comida, no parece el monstruo que se podría pensar. Si los maltratadores fueran garrulos que te pegaran nada más presentarse, ninguna mujer sería maltratada. Lo que pasa es que aunque te pega y te insulta, después en seguida te pide perdón, te da un momento bueno y otro malo.«Para decir te quiero a quien te destroza la vida hay que desconectar»

Al final, se generan situaciones muy peligrosas. Llegas a pensar que eso no puede cambiar, que nunca vas a dejar de sentirte así, además de una desconexión emocional que es la razón por la que muchas veces se les cuestiona durante la denuncia o durante el juicio. ¿Cómo explicas que después de violarte y dejarte toda la noche en un descampado, a los tres días fui a buscarle? En la asociación lo llamamos “la venda”. Crees que eres objetiva porque relatas unos hechos, pero lo haces a través de sus ojos, de la manipulación. Puedes estar explicando cómo te golpeó y te dejó sobre un charco de sangre, y lo estás contando como la que compra el pan. Para poder abrazar y decir te quiero a la persona que te destroza la vida, el cerebro ha tenido que desconectar y olvidar.

¿Es la violencia de género la reproducción en lo más íntimo de los mecanismos de represión del poder?

La violencia de género se basa en el desequilibrio del poder en una pareja, y existe porque el machismo le da la coartada para existir. Si la sociedad dejara de ser machista, el maltratador no tendría cómo justificar sus actos; ese “tienes que perdonarme porque el amor lo puede todo”, o “soy celoso porque…”. Los falsos mitos del amor romántico justifican todo lo que el maltratador hace para que tenga una lógica. Hay toda una sociedad detrás que avala esos mensajes. Y lo hace cuando mira hacia otro lado ante un asesinato, que es el precio más alto que se paga por la violencia de género.

Pero es que por cada mujer que asesinan, hay miles viviendo ese infierno, que serán las asesinadas de mañana. Solo tres de cada diez mujeres denuncian, pero solo el 50% consigue acabar el proceso judicial. Según las estadísticas, ocho de cada diez mujeres maltratadas están solas. O eres cuestionada o asesinada, no hay término medio.

¿Afecta por igual a todas las clases sociales?

No hay perfil de mujer maltratada. Y los perfiles son peligrosos, porque cuando le pasa a alguien que no cubre los prejuicios, crees que no puede pasar. Aunque sí hay un requisito indispensable; ser buena persona. Porque el maltratador, que es un chantajista, un victimista y un manipulador profesional, utiliza esa bondad para anularte.

¿Lo sufren más las mujeres inmigrantes?

La mujer sufre los perjuicios, pero las mujeres negras más, y las lesbianas ya ni te cuento. Son colectivos especialmente vulnerables y hay que unir fuerzas para protegerlas. Nosotras trabajamos también con mujeres con discapacidad y ahora con la tercera edad. Son todos factores que se suman para dejar a las mujeres más indefensas. Eso es lo que no debemos permitir.

¿Hace falta una respuesta integral que no se limite a la violencia?

La violencia de género no es un golpe o una paliza, sino violencia social, psicológica, económica, sexual y física, todas juntas y todo el tiempo. A un maltratador eficaz nunca le hace falta levantar la mano, porque te ha anulado emocionalmente tanto que solo con lanzarte una mirada asesina dejas de respirar. La violencia física es un fallo del maltratador que utiliza cuando te rebelas. Pero estratégicamente, que es como piensan ellos, se arriesga a perderte. Ante un moratón ya se arriesga a que vayas a comisaría o que se dé cuenta la familia. Atacar la violencia de género desde la violencia física es como querer curar un cáncer cuando hay metástasis por todo el cuerpo. Un maltratador lo es desde el minuto uno, no se le va la pinza un día. Para que te dé una paliza y te quedes, ya ha ejercido el resto de violencia psicológica.

¿Cómo valoras el movimiento #MeToo?, ¿hay más rechazo ahora?

Me ha encantado leer la entrevista que me hicisteis hace casi un año, porque fue la primera marcha del 8-M mundial, y justamente recalco la fuerza y la lucha. La gran baza del machismo es separarnos y que nos sintamos solas o compitamos entre nosotras; si el espacio que tenemos en la sociedad es muy pequeño y queremos entrar todas…

Creo que es el principio del fin. Esta lucha feminista tiene algo mágico e increíble, que es la solidaridad. Hemos dejado de pensar que somos tontas porque no nos hemos dado cuenta, a denunciar el tipo de sociedad que permite que esto me pase a mí, o que deja libres a maltratadores. Si una de cada tres mujeres es maltratada, y cada ocho horas es violada una mujer, a lo mejor no es culpa mía, sino que hay un sistema que lo está permitiendo y, a veces, aplaudiendo.«Esta lucha feminista tiene algo mágico e increíble»

Ese “no estás sola”, ese #MeToo ha hecho que miles de mujeres se rebelen. En España, cada año, hay 540 mil mujeres maltratadas. Imagínate que mañana saliéramos todas, o que todas decidiéramos denunciar. Las colas serían tremendas. Ese es el principio del fin. Además desde la risa, desde el humor, desde ser felices y no avergonzarnos por serlo. Es una nueva concepción de mujer y de poder. Son mujeres que están encabezando la lucha y que están diciendo “estoy aquí, no voy a discutir contigo, pero me vas a escuchar”. Algo ha cambiado, aunque el machismo sea cada vez más cruel porque está dando los últimos coletazos en un sistema podrido.

¿Crees que la clase política está al margen de este movimiento?

Los políticos hace mucho tiempo que están al margen. Los cambios políticos nacen de un cambio social, que es lo que estamos viviendo. La incorporación de la mujer al trabajo fue una revolución, pero por eso nos conformábamos con trabajar 16 horas por un mal sueldo. Ganado ese derecho, queremos más.

La revolución laboral o sexual de la mujer ha estado siempre marcada por el machismo. Es decir, podéis trabajar pero en estos ámbitos, podéis liberaros sexualmente pero dentro de estos roles. Aunque también hay cada vez más hombres que se niegan a jugar ese papel.

Solo por nacer mujer, hay que esforzarse más. Y eso nos hace mejores. Yo ya lloré todo lo que tenía que llorar. Hace mucho que decidí que iba a hacer lo que quería y la fuerza que tengo es la de una mujer libre. Cada mujer con la que te encuentras en la lucha que ha vivido el mismo infierno que tú, tiene la misma fuerza.

Das cursos para policías. ¿Dónde pones el foco?, porque existe un gran agujero en este terreno

Un agujero que se lo traga todo. La única solución que tiene esto es formar a profesionales en la violencia de género. Una psicóloga solo tiene una asignatura sobre violencia de género, pero yo no dejaría que me operase un médico con una sola asignatura de cirugía. Por eso las mujeres maltratadas dicen que nadie las entiende, porque no hay profesionales preparados. Me empezaré a tomar en serio al Gobierno cuando creen una carrera especializada, además de formar a los profesionales, policiales, sanitarios y judiciales que tratan con mujeres maltratadas.

Quien no sepa solucionar este problema que se aparte y que deje que otros lo solucionen. Y esto solo pasará si se exige. Cuando la gente sale de mi taller me dicen que ahora que saben lo que es, están con rabia. Y eso es lo que busco, porque si cada mujer que asesinan es una guerra perdida de todos porque todos hemos fallado, ya no tendrán a qué acogerse. Por eso Rajoy no quiere meterse en temas de igualdad, porque el país prende. Todavía no me he encontrado a una mujer que no haya sufrido abusos de alguna manera, insultos por la calle…

Dentro de los cursos de la policía que imparten diferentes profesionales, yo doy la perspectiva de la víctima. Si una mujer llama y no se consigue que acuda a comisaría a poner una denuncia, estamos fallando. Todo el peso de la violencia de género se pone en profesores, adolescentes y policía. Y yo creo que el movimiento se demuestra andando. Tienen que conocer cómo actúa una mujer maltratada, las lagunas en el relato, el desapego emocional, que no es que esté mintiendo, es que está en shock.

Los profesionales llevan una carga muy grande. Por ejemplo, solo hay un policía para proteger a 70 mujeres, y debería haber un gabinete especializado en cada comisaría. Hay que tener claro que la inmensa mayoría de los policías están para proteger, igual que la inmensa mayoría de médicos están para salvar vidas, aunque los haya machistas u homófobos.