No estamos ante una segunda vuelta que persiga “corregir los resultados” para “romper el bloqueo y formar gobierno”. La jugada tiene un alcance mucho más estructural, y busca crear el marco político adecuado para persistir en la ejecución de los recortes, frente a una mayoría progresista que los rechaza.
Y las fuerzas que nos han llevado del 28-A al 10-N son mucho más poderosas que “una clase política irresponsable” e “incapaz de alcanzar acuerdos”.
Los responsables
Explicar la imposibilidad de formar gobierno desde “la enemistad entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias” o únicamente hablando de “la disputa entre el PSOE y Unidas Podemos” es algo más que una superficialidad. Es simplemente falso.
Desde el mismo cierre de las urnas el 28-A -que creaba condiciones muy favorables para formar un gobierno basado en el acuerdo entre fuerzas progresistas y de izquierdas- los grandes centros de poder internacionales y nacionales se pronunciaron. Expansión, uno de los principales diarios económicos, titulaba, recogiendo declaraciones de representantes de bancos españoles y multinacionales extranjeras, que “Los empresarios reclaman un Gobierno que no sea radical y que haga reformas”. Y el presidente de la CEOE declaraba: “es preferible nuevas elecciones en noviembre para buscar un Gobierno estable que tener uno inestable a corto plazo”.
Eso es exactamente lo que ha sucedido. ¿Por qué?
Vivimos un marco internacional turbulento. La “guerra comercial” amenaza con una nueva recesión, que ya está golpeando a Europa, con la locomotora alemana “gripada”. Se anuncian tensiones en Oriente Medio, con un sospechoso ataque a una megarefinería saudí que, además de poder provocar un aumento del precio del petróleo, Washington o Riad quieren atribuir a Irán. E incluso en EEUU se ha puesto en marcha un “impeachement” contra Trump.
¿Cómo repercute en España esta situación? Se habla ya de “enfriamiento de la economía”. Y, sobre todo, se amenaza con la necesidad de nuevos recortes. Anticipando que el desfase del déficit requerirá un “ajuste” que puede alcanzar los 30.000 millones.
Esto es lo que de verdad está en juego. Por eso han forzado una repetición electoral. Necesitan un gobierno que asegure no solo persistir en la senda de los recortes sino llevarla más allá.
Lo que ya no puede ser
Pero este “programa de los recortes” enfrenta en España un serio problema. La erosión el bipartidismo ha dado paso a una situación donde ha crecido, hasta ser significativa, la influencia política de la mayoría progresista enfrentada a los recortes. Se evidenció el 28-A, con una movilización para evitar un gobierno del PP con presencia de Vox.
Los grandes centros de poder han tomado la decisión de que ya no pueden convivir con esto.
Desde abril se han utilizado todas las cartas para evitar un gobierno de progreso, que la mayoría sí deseaba. Ni con ni sin coalición, ni a la portuguesa ni a la española. Cualquier gobierno progresista desde los resultados del 28-A sería un freno para los recortes que quieren ejecutar.
Y el proceso se ha acelerado desde la fallida investidura en julio. Entonces el PSOE ofreció un limitado gobierno de coalición a Unidas Podemos. Tras la asistencia de Pedro Sánchez a la cumbre del G-7 en Biarritz está opción quedó vetada. La intransigencia de Sánchez ha “garantizado” que iríamos a nuevas elecciones. Favorecida por Pablo Iglesias, rechazando la coalición cuando era posible en julio, e insistiendo en ella sin contemplar otras opciones de acuerdo cuando ya después era inviable.
No solo querían evitar ahora un gobierno progresista. También crear las condiciones para que no sea posible en el futuro un gobierno donde la influencia de la mayoría contra los recortes pueda ser determinante.
Lo que pretenden
El fin de la era donde PSOE y PP concentraban el 80% de los votos dejó abierta la necesidad de un nuevo modelo político. Su inestabilidad -con dos inéditas repeticiones de las generales- no tiene su origen en el “multipartidismo”, sino en la lucha entre la ejecución del programa de saqueo impuesto a España desde 2010 y la influencia política creciente de una mayoría progresista contra los recortes y por la regeneración democrática.
Quienes han forzado nuevas elecciones el 10-N no buscan solo una “ligera corrección” a su favor de los resultados del 28-A. Sino dar un golpe de consecuencias estructurales en el modelo político.
Implantando una especie de “bipartidismo imperfecto” no una “gran coalición” a la alemana, donde gobiernan conjuntamente conservadores y socialistas, pero sí acuerdos entre un PSOE y un PP distanciados del resto de partidos.
Las encuestas, que anuncian como PP y PSOE serán los más beneficiados de la repetición electoral, mientras que quienes hasta ahora rivalizaban con ellos, como Ciudadanos y Podemos, perderán escaños, apuntan en esta dirección.
Y, sobre todo, persiguen minimizar al máximo, para que no pueda ser relevante políticamente, la influencia, en el Congreso y en el gobierno, de la mayoría de progreso que se enfrenta a los recortes.
El mismo Pedro Sánchez ya no es el mismo que el de la moción de censura. Ha pasado de considerarse el “Partido de la Izquierda” a presentarse como el “Partido Moderado”. Y en las 370 medidas que serán su programa electoral se garantiza que no se tocará la reforma laboral o se persistirá en el alineamiento militar con EEUU, y se elimina cualquier referencia al atraco de la deuda, la devolución del rescate bancario…
Y todas las encuestas anuncian que Ciudadanos y Unidas Podemos quedarían severamente disminuidos. Ciudadanos reducido a en torno a 40 diputados, convirtiéndose en el “partido bisagra” que permitiría gobernar a PP o PSOE. Y Unidas Podemos con un descalabro incluso mayor. La irrupción de Mas Madrid, encabezada por Iñigo Errejón, puede limitar a ambos a unos 20 diputados, condenándolos a la irrelevancia política.
Unidas Podemos tiene un doble aspecto. Su posición ante el procés, respaldando activamente la división perjudica gravemente a los intereses populares, y genera un rechazo evidente. Pero al mismo tiempo, representa a sectores radicalizados en la lucha contra los recortes.
Lo que se dibuja no es un “leve retoque”, sino un terremoto en el modelo político, donde dos grandes centros fortalecidos (PSOE y PP) tendrían a su alrededor a partidos cuya influencia se ha limitado (Unidas Podemos, Ciudadanos y Mas Madrid, Vox…).
Un modelo político pensado, no para facilitar la formación de gobierno, sino para permitir que se constituyan los gobiernos que los grandes centros de poder necesitan para ejecutar los recortes, frente al rechazo social que generan.
Esto es lo que nos jugamos, y que permanentemente nos ocultan, reduciéndolo a una disputa entre partidos.
Enfrentarlo es que, frente a su “programa de los recortes”, el 10-N pueda avanzar una línea de redistribución de la riqueza y defensa de la unidad como la que representa Recortes Cero.