Tras conocerse los resultados de las autonómicas catalanas, asistimos a una nueva batalla, la de la valoración que sobre ellos se hace. Las fuerzas del procés esgrimen que han superado por primera vez el 50% de los votos, y que su mayoría en el Parlament ha aumentado –de 70 a 74 escaños-, para declarar que “nunca ha habido tantos independentistas”. Y algunos grandes medios de Madrid coinciden sorprendentemente con ellos al editorializar que “ahora el independentismo está más fuerte que nunca”.
¿Esto es lo que ha sucedido? ¿Los catalanes han dado nuevo impulso a un procés en retroceso? ¿O se pretende ganar en la propaganda lo que se ha perdido en las urnas?
Nuevo retroceso del independentismo
Las fuerzas que apoyan el procés han sufrido un nuevo retroceso, han perdido apoyos nuevamente, y están hoy más débiles. Esto no es una “opinión”, sino hechos contundentes.
En cuanto al número de votos, los partidos independentistas han obtenido los peores resultados en unas autonómicas. Desde que se abrió el “procés” en 2012 nunca les habían votado menos catalanes. Han obtenido 617.000 votos menos que en 2017, y hasta 100.000 votos menos que en 2010, en la era “pre procés”. No son más, son menos. No avanzan, retroceden.
Y su peso en la sociedad catalana está en su cota más baja. Si las fuerzas independentistas han obtenido el 51,4% de los votos, más que las no independentistas, es porque, ante la evidencia de un retroceso del procés, muchos votantes por la unidad, que sí se movilizaron en 2017, no han votado en 2021. Pero esa cota sigue por debajo el máximo obtenido por Convergencia en 1992 –un 54,2% de los votos- antes de su conversión al independentismo.
Si lo medimos respecto al censo, aparece el auténtico grado de apoyo al independentismo en la sociedad catalana. Los partidos del procés han representado el 14-F el 27,7% del censo electoral. Es decir, uno de cada cuatro catalanes. El 1-O movilizaron al 38,4%, en 2017 les votó el 37,1%. Ahora sólo el 27,7%… más de diez puntos menos.
Hay quien argumenta que ese descenso de votos independentistas viene determinado por la pandemia, que ha dado como resultado una reducción de 25,5 puntos en la participación, la más baja en unas autonómicas. Esta es solo una parte de la verdad, y no la principal. El voto independentista se ha caracterizado por su movilización, independientemente de las condiciones. Si las fuerzas del procés han perdido votos, es porque mucha gente les ha abandonado. Por el rechazo a una ruptura unilateral de consecuencias nefastas para Cataluña. Y por el desacuerdo con una gestión de la crisis del gobierno de la Generalitat, que ha ejecutado los mayores recortes –especialmente en sanidad- de toda España.
Mientras que la mayoría social catalana que rechaza la ruptura ha resistido en condiciones difíciles. Se sabía que no se iba a volver a repetir la movilización histórica de 2017 –pocas semanas después del 1-O y la DUI-, y la abstención ha sido mayor donde se concentra el pueblo trabajador. Pero en las zonas donde se concentra la población, la hegemonía del voto por la unidad es total. De las 15 ciudades más pobladas, las fuerzas no independentistas han ganado en 11, con porcentajes que superan el 70% en Hospitalet, Santa Coloma, Cornellà… corazón del cinturón rojo y obrero.
Derrota absoluta de Puigdemont
El gran perdedor de estas elecciones catalanas es Carles Puigdemont. ERC ha superado en votos a JuntsxCatalunya, lo que quiere decir que, aunque tenga presencia en el govern, Waterloo ya no tendrá la presidencia de la Generalitat. Este es un cambio crucial. En un régimen como el catalán, un poder burocrático que utiliza para imponerse el poder de la Generalitat, este es un hecho crucial. Las caras de derrota de Puigdemont y Laura Borras la noche electoral lo decían todo.
Es el resultado de un retroceso que ahora se expresa en toda su dimensión. JuntsxCataluña tiene ahora menos de la mitad de votos de los que la Convergencia de Mas cosechó en 2010. Han perdido más de 600.000 votos gracias al procés. Y han descuartizado el partido de Pujol, que fue durante décadas su principal brazo político.
Junts era en 2015 la primera fuerza política, en 2017 descendió al segundo lugar, y ahora ha vuelto a bajar al tercero.
Las fuerzas que, como Junts, defendían reeditar la DUI, han sido penalizadas, y las que –como ERC o incluso la CUP- admiten la necesidad de “realismo”, es decir la imposibilidad de aplicar una secesión unilateral con una mayoría social en contra, llevan ahora la batuta en el campo independentista.
Los hechos plantean que el independentismo ha perdido fuerzas y apoyos, y esto se agudiza en los sectores más reaccionarios y abiertamente rupturistas.
Gana el gobierno de coalición de izquierdas
El veredicto de las urnas en Cataluña iba a tener repercusiones en el conjunto de España. Muchos habían afilado los cuchillos para utilizar los resultados del 14-F como arma contra el gobierno en Madrid, el más a la izquierda de toda Europa… Y han debido envainar sus espadas. El mapa político catalán que surge del 14-F fortalece al gobierno de coalición de izquierdas en toda España.
La arriesgada maniobra que suponía el “efecto Illa” ha sido un éxito completo. Por primera vez, el PSC gana unas autonómicas en Cataluña tanto en votos como en escaños. Illa ha hecho campaña con el lema de que “se puede acabar con el procés”, planteando la necesidad de “pasar página” y decir “basta”. Y se ha convertido en la fuerza más votada en Cataluña. Afianzando su hegemonía en las zonas urbanas, especialmente en el cinturón metropolitano de Barcelona.
Además, el hecho de que el ministro de sanidad durante la pandemia haya conseguido duplicar los escaños del PSC es un espaldarazo a la línea del gobierno en la actual crisis sanitaria.
Que sea ERC y no el partido de Puigdemont quien haya quedado en primer lugar en el campo independentista crea unas condiciones donde el apoyo del partido de Junqueras al gobierno central no será tan abiertamente cuestionado.
Los resultados del otro miembro del gobierno de coalición –En Comú Podem- son mejores de lo esperado, manteniendo a pesar de haber perdido 132.000 votos sus ocho diputados en el Parlament. En Comú Podem no ha seguido esta vez la estela de Pablo Iglesias –cuando equiparaba a Puigdemont con el exilio republicano o considera a Junts parte de la “mayoría progresista”-, sino que por el contrario ha agudizado su perfil de izquierdas, concentrando sus críticas en “la derecha de Junts”.
En el otro extremo se encuentra el PP. No solo ha retrocedido, perdiendo uno de los cuatro diputados que tenía, sino que, y esa es la peor noticia, ha sido vapuleado por Vox, que duplica sus votos y triplica sus escaños. La “línea Casado” ha recibido un más que severo golpe, que tendrá consecuencias en el futuro. La debilidad del PP afecta a la posibilidad de articular un “gobierno de los recortes” en España.
Un analista como Enric Juliana toma nota de las consecuencias del 14-F para la política española, poniendo el foco en los poderosos sectores que buscaban acabar a cualquier precio con el gobierno de coalición de izquierdas y miran con envidia a una Italia donde se ha impuesto un gobierno tecnocrático: “del 14-F vienen pésimas noticias para quienes en Madrid siguen suspirando por un gobierno de concentración nacional. Mario Draghi no está en la política española ni se le espera”.
Pero no todo son buenas noticias. La debacle de Ciudadanos, perdiendo casi un millón de votos y 30 de sus 36 diputados, es una mala noticia. Se explica por la nefasta línea que le colocó en el centro de la “foto de Colón”, y sobre todo porque el retroceso del procés ha llevado a muchos a no ver necesario respaldar a una fuerza que creció haciendo bandera del rechazo a la ruptura. La pérdida de peso de Ciudadanos no es buena, ni en Cataluña ni en el conjunto de España.
Y es evidentemente preocupante la irrupción de Vox en el Parlament, convirtiéndose en la cuarta fuerza política de Cataluña. Sus resultados el 14-F son una plataforma para multiplicar su capacidad de toxicidad e influencia en la política española. Pero conviene poner el avance de Vox en sus justos términos. Han obtenido un 7,39% de los votos, y representan a un 4,39% del censo. De cada 100 catalanes, solo 4 han votado a Vox. Y si lo comparamos con los 243.000 votos que obtuvo el 10N, ahora Vox ha perdido 26.000.
El curso más probable de los acontecimientos es que se forme un gobierno independentista en Cataluña, presidido por ERC. Esto es una mala noticia. Pero será en unas condiciones muy diferentes que en otras ocasiones: los límites del procés se han puesto de manifiesto, y la caverna de Waterloo no podrá dirigir la Generalitat.
Es significativo que algunos medios, desde El País a La Vanguardia o El Periódico llamen a explorar la posibilidad de un “gobierno de izquierdas”, como vía para liquidar el “procés”, llamado a ERC a levantar su veto a pactos con el PSOE.
Habrá que esperar para saber como se desarrollan los acontecimientos. Pero las élites del procés no tienen motivos para alegrarse, todo lo contrario, cuando los catalanes han podido pronunciarse, sin intermediarios, han vuelto a retroceder. Que no ganen en la propaganda lo que han perdido en las urnas.