Editorial

No olvidemos la Dana

Parece como si la situación en las poblaciones afectadas por la Dana estuviera controlada, como si ya estuvieran puestos los railes de la reconstrucción. No es así, no lo crean. No es así en absoluto.

Pasan dos meses de la mayor catástrofe de la historia reciente de España. El 29 de octubre la vida de los casi 850.000 valencianos que viven en cerca de 80 municipios afectados dio un drástico vuelco con una dana que derramó en 24 horas casi 500 litros por metro cuadrado. Dejando 223 muertos y 34.000 inmuebles dañados.

Aquellos días, lógicamente toda España se pegó al televisor, con el corazón en un puño, volcándose en la ayuda y la solidaridad a Valencia.

Pero ahora, dos meses después, el foco de atención mediática decae y la dana y el barro ya no abren telediarios. Parece como si la situación estuviera controlada, como si ya estuvieran puestos los railes de la reconstrucción.

No es así, no lo crean. No es así en absoluto.

Basta con darse una vuelta por las poblaciones afectadas por la dana, y con hablar con los vecinos. Basta con bajar al barro y mancharse de realidad y solidaridad, como hacen los voluntarios. Basta con estar un minuto en las movilizaciones que inundan la capital valenciana para impregnarse de una indignación cargada de razones, no sólo por las responsabilidades políticas y penales ante la criminalmente nefasta gestión de la Generalitat de Mazón aquel trágico día, sino por la insuficiencia, lentitud e ineficacia de las ayudas prometidas por el conjunto de las administraciones públicas, también del Gobierno Central.

Esta intolerable situación debe cambiar de una vez.

Primero, deben multiplicarse las ayudas. Y deben facilitarse los trámites y barreras burocráticas. Garantizando que llegan YA a quien lo necesita de forma urgente. Desde familias a pymes y autónomos

Segundo. Deben duplicarse, triplicarse o quintuplicarse los medios y equipos humanos, de trabajadores y técnicos, para garantizar que en el plazo de pocas semanas se restablezcan los servicios básicos y los saneamientos: desde el transporte público al alcantarillado y los desagües, desde el agua potable a la luz, desde la reconstrucción o reparación en garantías de seguridad de colegios, institutos o centros de salud, así como las vías de transporte más utilizadas por la población o puestos o plazas de abastos donde comprar comida y productos básicos.

Tercero, es preciso un plan de revitalización económica de las zonas afectadas, para financiar, impulsar, facilitar y acompañar a las pymes y comercios que quieran volver a subir la persiana. Un plan que dure años, sin ahorrar recursos ni esfuerzo.

Esto es lo que la inmensa mayoría de la sociedad valenciana y española demandan.