El incendio es un riesgo natural que debemos prevenir y gestionar.
El verano de 2017 comienza trágicamente en la península con incendios, como Pedrogão, Doñana, Sierra Calderona… A pesar de que nuestro país la mayor parte de los incendios -el 65%- logran ser apagados en fase de conato, cada vez hay más riesgo de megaincendios ingobernables como el de Portugal. ¿Cuáles son las principales causas?
Hay que hablar de 6 grandes factores, no hay una causa simple. El primer factor a tener en cuenta es que en el clima mediterráneo, el fuego es un elemento natural. En el verano hay tormentas secas, y un rayo que caiga sobre un árbol puede generar un fuego latente que a las horas o a los días se convierte en incendio. Que haya incendios naturales es muy relevante porque nos pone en un contexto de que cada cierto tiempo una parte del paisaje es arrasado por el fuego. Hay que asumir que en el mediterráneo la climatología estival es así, y que ha modulado los ecosistemas durante millones de años.
Otro factor importantísimo es el abandono del medio rural. En el último medio siglo se han venido abajo las actividades de gestión del monte: la recogida de leña, la actividad de la ganadería ovina, caprina, caballar, que limitaban la masa vegetal. La carga de combustible que había antes era mucho menor de la actual, porque antes se aprovechaba. También había zonas agrícolas que se cultivaban que ahora son matorrales, o masas forestales muy humanizadas pero con una gran carga de biomasa inflamable, muy vulnerables al fuego.
Hay un tercer factor que es el uso del fuego como una herramienta agrícola. En muchas zonas rurales pervive una cultura del fuego, que no está vista de manera negativa. Y con esa cultura vienen inevitablemente accidentes, negligencias… muchas causas posibles de un incendio. Además de que la actividad de cosechadoras y maquinaria agrícola, al golpear piedras pueden hacer saltar chispas.
Un cuarto factor es el incremento de lo que se llama ‘interfaz urbano’ con zonas forestales, el aumento de urbanizaciones y residencias al lado de zonas densamente arboladas. Esto es un problema para provocar incendios y también para la gestión de los mismos. Muchas comunidades no asumen que viven en un medio de riesgo y no cumplen las precauciones de prevención de incendios.
Otro factor, claro está, es el cambio climático. El ascenso de las temperaturas y de fenómenos extremos como olas de calor o sequías irán a más en el futuro, creando todas las condiciones para incendios devastadores.
Y no podemos dejar de lado los recortes. La reducción de gasto público también se ha dado en la gestión y prevención forestal. Los equipos de extinción y las BRIF se ven disminuidos, sus condiciones de trabajo son cada vez más precarias. Cuando hay un gran incendio como el de Doñana o el de Guadalajara hay una alarma social puntual, pero a la hora de aprobar los presupuestos en otoño los políticos se han olvidado. Dicen que «los incendios se apagan en invierno». Yo creo que se apagan en otoño, a la hora de aprobar presupuestos que apuesten por la prevención y la gestión forestal. Y no un año, esto tiene que ser una política continuada.
Hay un régimen de fuegos ecológicamente sostenible, que ha modelado los ecosistemas durante millones de años, y el problema es que ahora hemos avanzado hacia otro régimen mucho más devastador. Sin bajar la guardia ante el grave problema de los incendios forestales ¿hay que cambiar la concepción ecológica que tenemos del fuego?
Si, ese es el cambio de paradigma que hay que acometer, aunque sea muy impopular. Porque la visión que se tiene de los incendios es -después de décadas de «todos contra el fuego»- exclusivamente la de catástrofe, que destruye población, infraestructuras; y claro que megaincendios como el de Portugal lo son. Necesitamos un cambio en la forma de percibir los incendios, necesitamos asumir de que en el arco mediterráneo, el incendio es un riesgo natural, como un terremoto, o una riada. Porque si lo asumimos, ponemos el foco en la prevención y en la gestión de ese riesgo, y no sólo en la extinción. Toda una estrategia que tiene que ser asumida por ayuntamientos y CCAA, y no que sean sólo los bomberos los que tengan que lidiar con el problema. Es como cuando nos subimos a un coche: nos ponemos el cinturón.
Este cambio de paradigma es necesario. Por él cóctel de factores de los que te he hablado antes, los científicos nos hablan de una nueva generación de incendios. Y por mucho que nos gastemos en medios de extinción… si no ponemos el acento en la prevención y en la gestión forestal de este riesgo natural, no podremos combatir incendios como el de Portugal.
Otro de los dilemas en este puzzle complejo está en la composición de la masa forestal, el retroceso de especies autóctonas en nuestros bosques y su sustitución sobretodo por pinos y eucaliptos. En concreto en 2011 Greenpeace sacó un extenso informe -que tú dirigiste- acerca de los problemas medioambientales que trae el eucalipto, en muchos aspectos, entre ellos los incendios. ¿Es la eucaliptización otro factor de riesgo de primer orden en que los incendios sean de rango devastador?
La inflamabilidad de algunas especies ayuda a que los incendios sean ingobernables, y en el caso del eucalipto hay muchas evidencias científicas. Pero hay que tener cuidado con este argumento, porque desde los valles occidentales de Vizcaya hasta Coruña hay grandes masas de eucalipto que no suelen arder, porque las condiciones climáticas son húmedas, con lluvias en verano. El factor por sí solo no explica el problema. Desde luego hay un problema de planificación forestal con estas especies inflamables, ligado a los intereses de industrias como la papelera. Es un sector que hay que ordenar y limitar. No se puede seguir ampliando la superficie de eucalipto en España, y en algunas zonas es preciso reducirla. El Estado y la industria tienen que evitar que nuestros paisajes sean fácilmente presas del fuego.
A la hora de la repoblación forestal ¿no es de vital importancia repoblar con las especies autóctonas de cada ecosistema, intentando restaurar manchas de vegetación en mosaico que haga más difícil la propagación de grandes incendios?
Si, eso es algo que los expertos están señalando, fomentar la biodiversidad y las especies endémicas,y distintas manchas que hagan más difícil la propagación de un incendio. Necesitamos paisajes de otro tipo, evitando que haya especies dominantes en los ambientes forestales, que muchas veces son precisamente producto del fuego. Por ejemplo, en Sierra Calderona ardieron pinares que ya habían ardido hace 5-7 años. Ahí hay que intervenir, hay que gestionar esos paisajes para que sean más resistentes. Los paisajes que hemos heredado del s.XX están sometidos a un estrés hídrico y a unas condiciones climáticas que los hacen muy vulnerables al fuego. Adaptarnos a esto exige otro modelo forestal.