El precio de los combustibles y de la electricidad bate récords históricos. ¿Sólo por la guerra?

No es solo la guerra, es el atraco monopolista

La guerra en Ucrania está impactando en los precios, eso es evidente. Pero no es la causa fundamental que determina la crisis inflacionaria que estamos viviendo, y que amenaza a trabajadores, pymes y autónomos. El impacto de la guerra actúa sobre los rieles de un atraco monopolista sobre el 90%. El dominio de las grandes empresas del Ibex sobre el precio de los carburantes y la electricidad, y su voracidad, es el factor principal.

Se nos dice que la causa de esta espiral inflacionaria está en la criminal guerra de agresión que el imperialismo ruso está lanzando contra Ucrania, una invasión que ha disparado el precio de los hidrocarburos en los mercados internacionales. Pero, siendo la guerra un innegable factor de esta crisis inflacionaria, éste no es el factor principal. Con el alza de los precios, nos cuelan un salto en el atraco monopolista contra el conjunto de la población.

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Atraco monopolista al poner gasolina

Nunca antes llenar el depósito del coche o del camión había sido tan caro. Según la OCU, para un vehículo familiar puede suponer un sobrecoste de 650 euros al año. Y para transportistas o pescadores, que consumen grandes cantidades de combustible, puede significar literalmente la ruina.

Nos dicen que el brutal aumento del precio de los carburantes es producto del terremoto provocado por la invasión rusa, elevando el precio del petróleo. Pero ocultan otros motivos: el control monopolista de un pequeño grupo de petroleras que, como han denunciado muchos economistas, nos impone un sobreprecio estructural. Nosotros pagamos más y ellos se forran.

Manel Fontdevila para Eldiario.es

Según el Boletín Petrolero de la Unión Europea, la gasolina y el gasóleo han batido récords, con el precio más alto desde 2012. En algunos casos, la subida del precio era tan rápida que los informes oficiales no podían registrarla.

La gasolina ha superado el techo de los dos euros por litro, llegándose a vender a 2,13. Y el precio del gasóleo ha alcanzado los 2,29 euros el litro. Son precios que en el caso de la gasolina son un 37,24% más caros que hace un año, y en el del gasóleo un 50,75% más que hace 12 meses.

Lo hemos notado en nuestros bolsillos. Llenar el depósito nos cuesta entre 27 y 33 euros más que en 2021. Y en el caso de transportistas o pescadores, para los que el combustible es su principal coste, supone hacer inviable su negocio.

El gobierno ha tomado medidas. Va a bonificar el precio, rebajándolo hasta 20 céntimos por litro. Sera un descuento directo, que se aplicará directamente en las gasolineras. Y que sufragarán en un 75% el Estado y en un 25% las petroleras.

El control de un pequeño grupo de grandes petroleras nos impone pagar un precio abusivo por los combustibles

Sin embargo, esta medida, con ser positiva, no sirve para solucionar el problema. Si no se abordan las cuestiones estructurales que provocan el alza de los precios, nuevas subidas pueden comerse la rebaja aprobada por el gobierno.

Y las causas de fondo de los desorbitados precios del combustible son dos: especulación y atraco monopolista.

El petróleo se compra y se vende en “mercados de futuro”. Un gran fondo de inversión compra petróleo a 116 euros el barril, por ejemplo, para venderlo al mes siguiente apostando a que el precio subirá, ganando dinero con ello. Un gigantesco negocio para el gran capital financiero, que siempre tira al alza los precios.

Y el atraco monopolista se explica con dos expresiones: el efecto cohete y el efecto pluma.

El efecto cohete nos dice que cuando sube el precio del petróleo, la subida se traslada inmediatamente al precio del combustible. Sin embargo, cuando el precio del crudo baja, sucede el “efecto pluma”: tarda muchísimo en bajar el precio de la gasolina.

Varios estudios económicos han demostrado por qué sucede esto: por la falta de competencia, es decir por el elevadísimo grado de control monopolista. Aunque existen cada vez más gasolineras “low cost”, el grueso del mercado está controlado por un pequeño grupo de grandes monopolios, como Repsol o Cepsa.

La Comisión Nacional de la Competencia, o incluso el Banco de España, ya han documentado como esta “falta de competencia” impone un sobreprecio estructural en los combustibles.

El petróleo llegó a dispararse hasta los 140 euros por barril a raíz de la invasión rusa de Ucrania. Pero tras ese pico, el crudo cayó hasta los 100 euros por barril. Pues bien, esa caída apenas se ha notado en el precio de los combustibles. El control de un pequeño grupo de monopolios les permite ralentizar el proceso, manteniendo un precio artificialmente alto, que supone una sangría para la mayoría mientras incrementa sus ganancias a nuestra costa.

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Recortar los beneficios de las eléctricas para bajar el precio de la luz

Tenemos una oportunidad histórica. La alianza “ibérica”, entre España y Portugal, consiguió vencer las resistencias de Alemania y Holanda, arrancando en el último Consejo Europeo que se permita a la península, como “isla energética”, tomar medidas para intervenir los precios de la electricidad.

España y Portugal podrán poner un tope a la electricidad creada a partir del gas, factor principal del alza de los precios.

Es una buena noticia, pero debemos aprovechar esta oportunidad para acabar, de forma permanente, con un perverso sistema de fijación del precio de la luz que supone un atraco a la población y multimillonarios beneficios para las eléctricas.

El precio del megavatio hora llegó a alcanzar este mes de marzo el máximo histórico de 544,98 euros. Eran los primeros días tras la invasión rusa de Ucrania. Se han rebajado esos niveles estratosféricos, pero estamos instalados en un insoportable umbral donde el megavatio hora cotiza permanentemente por encima de los 200 euros.

Esto supone una sangría para las familias: la factura media de la luz en febrero duplicó la del mismo mes de 2021. Y en marzo se anuncia un incremento todavía mayor.

Para las pequeñas y medianas empresas pagar una factura de la luz dos o tres veces mayor es la antesala de la quiebra. E incluso grandes empresas han paralizado su producción porque no es viable con un precio de la energía tan elevado.

Hay que poner fin a la hemorragia que supone los actuales precios de la electricidad. Y solo hay un camino para conseguirlo.

Es urgente acabar con un sistema de precios en beneficio de las eléctricas, que nos obliga a pagar un sobreprecio por un bien básico como la luz

Las eléctricas ganaron en 2021 más de 6.500 millones de euros, casi 2.000 millones más que en 2020, mientras el precio de la luz se duplicaba para hogares y empresas. Ni siquiera en plena pandemia las eléctricas han dejado de presentar multimillonarias ganancias.

Hay que recortar sus escandalosos beneficios para poder rebajar a familias y empresas una factura de la luz que ahoga su presente y su futuro.

El 40% del gas que se consume en la UE proviene de Rusia. La invasión rusa de Ucrania ha provocado que el precio del gas en los mercados internacionales se dispare. Y la electricidad que utiliza gas para su producción, el ciclo combinado, también eleva su precio. Gracias al perverso sistema de fijación del precio de la luz, donde todas las fuentes se venden al precio de la más cara, la subida del gas disparaba el precio total de la electricidad.

Ahora se va a romper ese círculo vicioso. El gobierno ha anunciado que topará el precio de la electricidad elaborada a partir del gas, fijando un máximo presumiblemente de 50 euros por megavatio. Las otras fuentes -hidráulica, renovables, nuclear…- no podrán venderse al precio de la elaborada a partir del gas sino en función del tope fijado por el gobierno.

Esta es una medida imprescindible, para evitar un sobreprecio monopolista del que solo se benefician las grandes eléctricas. Tardará un mes en entrar en vigor, puesto que debe pasar antes por la revisión y aprobación de la Comisión Europea.

No puede ser una medida temporal, debe ser permanente. Y no debemos contentarnos solo con esto. Es urgente acabar con el sistema de precios en beneficio de las eléctricas, que nos obliga a pagar por un bien básico como la electricidad un precio mucho más alto que el que realmente tiene.