No es de izquierdas defender la división territorial de España. Y no es de izquierdas dividir al pueblo trabajador. Se divide al pueblo de las nacionalidades y regiones de España para debilitar la lucha por sus intereses frente a un enemigo común.
No es verdad que los líderes del procés hayan sido condenados por sus ideas, sino por sus hechos. Por utilizar su control del poder autonómico para saltarse la Constitución organizando un referéndum estafa sin garantías democráticas, aprobando “Leyes de Desconexión” para fracturar España contra la mayoría social catalana y dividir al pueblo. No es de izquierdas respaldar a quienes han intentado imponer la independencia con solo el apoyo del 38% del censo, dividiendo y enfrentando al pueblo.
No es ser de izquierdas calificar a esta élite del procés de “presos politicos”. No son víctimas de ningún “Estado opresor” y considerarles así es faltar al respeto a los verdaderos luchadores antifranquistas.
No es de izquierdas remezclar todo, al ex-ministro Barrionuevo, a los corruptos de la Gürtel y Urdangarín, para acabar comprando lo que dicen Puigdemont y Torra.
Porque no es de izquierdas encubrir quienes son estas élites y por qué buscan la fragmentación.
No son “unos demócratas” que estén defendiendo los intereses de los catalanes y su autonomía. Son parte de una élite explotadora que vive del poder y los presupuestos de la Generalitat, que han montado el procés para defender sus intereses, sus privilegios, su 3%, sus recortes y la privatización de la sanidad. Como dice alguien tan poco sospechoso como Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia, en un artículo de ayer mismo, vivimos “una situación de excepcionalidad que no ha conocido un solo día de tregua desde que el nacionalismo catalán tradicional vio en riesgo su reconquistada hegemonía, al comprobar la envergadura de las protestas sociales por los recortes. Junio del 2011. Ahí empezó todo… Primavera del 2011. La Assemblea Nacional Catalana se originó en aquella primavera, mientras los indignados acampaban en la plaza de Catalunya de Barcelona”.
Nadie que se llame de izquierdas puede apoyarles. No son “víctimas de la represión”, son una élite explotadora que ha establecido deliberadamente una hoja de ruta para la fragmentación y ha tratado de dividirnos. La izquierda siempre ha defendido la unidad libre y plural del pueblo trabajador en Cataluña y en toda España.
No es de izquierdas tapar que estas élites se han declarado dispuestas a entregar una Cataluña fragmentada a cualquier potencia dispuesta a apoyar la segregación, ofreciéndose a convertir el puerto de Barcelona en sede de la OTAN o de la VI Flota de Estados Unidos en el Mediterráneo.
Se puede legítimamente discrepar de la sentencia. Pero no es de izquierdas que en nombre de la discrepancia se borre que, incluso más allá de la legalidad constitucional, lo de esta élite es un delito contra el país y contra el pueblo. Sobre todo cuando la unidad del pueblo trabajador es más necesaria que nunca para hacer frente a las consecuencias de una nueva recesión.
Como decía el presidente de Bolivia Evo Morales, frente a la “consulta ilegal” que montó la oligarquía del departamento de Santa Cruz para fragmentar Bolivia: «Si hay algún defensor abierto –además de la oligarquía cruceña- que busca división de Bolivia, que no quiere que se respete la legalidad y la constitucionalidad, es Estados Unidos».