Con veintinueve películas y numerosos éxitos en televisión con “Fortunata y Jacinta”, “La forja de un rebelde” o “Curro Jiménez”, Mario Camus supo adaptar al cine con éxito novelas de grandes escritores como Lorca, Cela o Delibes, dando a nuestro cine algunas de sus mejores obras. Nos ha dejado a los 86 años.
Desde estas páginas queremos rendirle homenaje, reproduciendo el tiempo que nos ofreció para esta entrevista cuando recibió el Goya de Honor hace 9 años.
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Dedicó el Goya al oficio del actor. ¿Cómo trabaja usted con ellos?
Yo no creo en el poder que pueda tener el director sobre los actores. El actor conoce su oficio mejor que cualquier director. Yo me preocupo siempre de conocer que ha visto él en el papel. Creo que un 80% de la bondad de un actor para una película está en la correcta elección de este para el personaje. Ahí está la clave. Después debes controlar o corregir su trabajo y ellos se muestran siempre agradecidos.
Con la muerte de Manuel Alexander desaparece prácticamente una generación de oro. Ahora los más jóvenes cogen el relevo y su trabajo se valora y premia en el extranjero.
Yo creo que los actores españoles son muy buenos, siempre lo han sido. He trabajado con muchos y son muy creativos. El espectador de cine o el público en el teatro lo sabe bien. Tanto los protagonistas como los secundarios nunca fallan, son muy profesionales, creativos y están muy bien preparados, podrían trabajar mucho más. También hay muy buenos actores en el doblaje, muchos se han refugiado en el doblaje pues está muy bien pagado. Es muy difícil que falle alguno, los rodajes son excelentes.
En una de sus primeras películas, “Farsantes”, representa el mundo de los cómicos como un espacio de mayor libertad y transgresión.
Fue mi primera película, han pasado ya unos 50 años. Hice un trabajo sobre sus relaciones, pues las compañías eran familias enteras que recorrían los pueblos. Tenía incluso algún toque cómico.
En películas como “El viento solano”, “Young Sánchez” o “Los golfos” con Saura los protagonistas no son estrellas glamurosas sino personajes muchas veces marginales que se empeñan en sobrevivir. ¿No entronca eso con la tradición picaresca de nuestra literatura?
Quizá. No sé, he hecho tantas películas. Todas las películas tienen siempre poso de lo anterior. Siempre corren corrientes subterráneas o no. Desde el relato oral a la narrativa cinematográfica están influenciado por otras referencias por muy lejanas que parezcan.
Son pocos los textos de Aldecoa que se han adaptado y sin embargo “Los pájaros de Baden-Baden” es una de sus mejores películas. ¿Qué destacaría de este autor todavía poco conocido?
Ignacio era un creador inmenso. Los mundos de Ignacio son inmensos, sus cuentos, sus novelas… Era un grandísimo escritor pero murió muy joven, pero estará mucho tiempo con nosotros porque cada vez que reeditan un título suyo se agota.
Sabía escribir muy bien, pero también escuchar a la gente. Sabatini decía: “El cine italiano va mal desde que los escritores y directores no viajan en tranvía”, y yo creo que por el contrario Aldecoa, como Matute o Cela, pertenecen a una generación que nos describieron muy bien, cogieron muy bien los tonos.
Como la generación de los 50, en sus películas hay un compromiso con la realidad. ¿No cree que en nuestra cinematografía haya una voluntad de transgresión a contracorriente con el cine norteamericano?
Todo nuestro cine pasa por el principio. El cine que irrumpe en los años 40, influenciado por el neorrealismo italiano, animó a los cineastas a tirarse a la calle y tomar la óptica del realismo, incluso del naturalismo. Porque escribimos sobre la gente. Esta influencia llegó también hasta EEUU, pero allí hay otro cine más convencional, basado en el género, con esquemas muy repetitivos y que se basan muchas veces en personajes que no son actores, en toda la expresión de la palabra, sino estrellas.
La ausencia de una gran industria ha impedido que muchos directores compañeros suyos, como Francisco Regueiros o Borau, tengan una mayor filmografía. Pero al mismo tiempo nuestro cine no esta tan monopolizado como Hollywood. ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene esto?
Hay una jerarquía que piramiza todo esto. Y nosotros hacemos cine gracias a concesiones, porque EEUU controla todo el sector audiovisual. No sólo el cine, ahora mismo sufrimos un ataque contras las series. La industria cinematográfica en EEUU es la 2ª o 3ª del país, nosotros vamos a remolque. Naturalmente se podría frenar, y tomar medidas. Yo tengo clarísimo que ellos marcan el ritmo de las películas que se hacen y por qué se hacen; y si quieren ellos no se hace ninguna.
Nuestra cuota de pantalla es del 14% frente a un 80% del cine americano, cuando nuestro cine es premiado y valorado fuera. ¿Dónde está el problema?
Las industrias americanas tienen una gran penetración en España, esto viene desde el 41 cuando se les permite doblar las películas. Los dobladores son grandes actores, es una técnica estupenda, pero ojo, esta cultura del doblaje convierte en actores españoles a todos los actores americanos y en españolas a todas las películas americanas. Al actor español cuando trabaja en EEUU se le exige hablar inglés y sin embargo aquí les regalamos el idioma. Es un problema.
A la hora de estrenarse las películas no hay limitaciones, competimos en un mercado en el que nosotros hemos perdido nuestra armas claves para vender. Las revistas despliegan un montaje de propaganda, porque eso es propaganda no publicidad, continua y machacona. Aquí un telediario se abre con un estreno. Es necesario unas medidas, aranceles, limitaciones… pero no hay quien dispare en ese aspecto. Directores como Almodóvar o Amenábar han triunfado fuera como en su día Truffaut o Chabrol, pero no obstante esto forma parte de la estrategia de EEUU porque sus películas se hacen con dinero americano. En España hay muchos más directores tan notables o más. La competencia es terrorífica y a mi modo de ver desleal. La película española que funciona ya es un triunfo increíble.