Nos cuenta que su madre le dijo un día que no envejeciera en los escenarios. Por suerte para la música, Miguel Ríos -al menos en este ‘pequeño detalle’- no le hizo ningún caso. Trece años después de su último trabajo, este viejo rockero vuelve con «Un Largo Tiempo»
¿Hay un momento en el que decides que tienes que volver, o es el tiempo el que te ha llevado a donde tienes que estar?
En realidad cuando lo dejé, con el ‘Bye Bye Rios’, que lo hice con un músico valenciano, Luis Prado, que también toca en esta gira, fue por agotamiento de materiales de otra época. La creatividad estaba un poco agotada. Haciendo ‘Solo en compañía de otros’, me había costado mucho encontrar el material. Escribí poco en ese disco y los chavales que me abastecían querían las canciones para ellos. Tenía 65 años y pensé que a lo mejor debía dejarlo y aprender más cosas. Me apetecía escribir porque me gusta.
Pero mi sombra es alargada y mi nombre tiene mucha trayectoria, así empecé a cantar casi de inmediato con amigos, en conciertos solidarios… Hice un paréntesis de cinco años y volví con ‘El gusto es nuestro’, e hice una gira muy larga en Latinoamérica. Estaba tocando con todo el mundo, pero cantaba una canción nada más y era frustrante. Cuando estaba en América me invitaron a cantar en Granada, en el Festival de Música y Danza, en el que iban a tocar rock and roll por primera vez con la Orquesta Ciudad de Granada. Y llegaron y nos compraron 15 fechas.
Tengo muy buena relación con José Nortes, que es el productor y el que ha hecho la música del nuevo disco. Toco con él desde ‘Solo o en compañía de otros’. Nos hicimos muy amigos e hicimos juntos los conciertos benéficos. Al acabar la gira con la Orquesta Ciudad de Granada nos apetecía tocar, pero no la enésima versión de Santa Lucía, y cogimos la idea de la campaña de Navidad de 2014, solo que me acompañaba el trío pero con 47 músicos. Y pensamos en hacer una cosa más íntima, para no preocuparnos mucho de si va a ir gente. Y empezamos, sin ninguna pretensión, a tener material nuevo para poder salir a la carretera. Y salió ese disco.
Muchas de las canciones son prepandémicas, y algunas ya se cocieron mientras. Empecé con mucho reparo porque estaba desentrenado. Tenía letras de canciones, pero estaba un poco oxidado. Poco a poco, sin pretensiones, fue armándose el disco y me sorprendía que eran canciones que me representaban tan bien. Siempre he intentado escribir canciones de mi tiempo, que me explicaran a mí mismo, y en este caso estoy contento. En cierta forma esto me viene muy bien como ser humano. Tengo 77 años, pero puedo ser creativo en la medida en la que tengo energía, y voy a usarla para esto.
En ‘Esplendor en la hierba’, hablas de que ‘solo el amor retiene el resplandor, aunque no brille siempre igual’. Como si explicara la razón por la que estás en esto, sin más explicación.
Es una canción que siempre tenía pendiente, inspirada por el poema de William Wordsworth. Cuando Natalie Wood hace la película, inspirada también por él, en esa escena que está leyendo en la clase… la vi y pensé que podía ser un aviso de lo que puede pasar cuando ya no te sientas tan joven. Con el tiempo el poema se ha ido haciendo más entendible y ahora forma parte de mí. Yo soy el poema, ese reflejo de esos días en los que pensabas que eras inmortal y que ibas a estallar de energía y felicidad. Me he dado cuenta de que han pasado, pero que solamente la pretensión de retener aquel momento tiene valor. La verdad es que la canción es para mí, me estaba contando a mí mismo que al final ha merecido la pena, que probablemente no van a volver las horas de esplendor, pero su reflejo son parte de tu bagaje y te contemplan como ser humano.
Hay una idea que repites en ‘Para que yo me llame Ángel González”, en ‘El Blues de la Tercera Edad’ y en ‘Esplendor en la hierba’ y es la de ‘no te rindas jamás’, la de no claudicar. Hay que insistir…
Creo que me lo sigo diciendo porque me levanto por las mañanas y pienso, ¡joder tío! Puede haber cualquier tipo de filosofía de la existencia que no contemple eso. Entiendo que haya gente que le vaya muy mal y entreguen la cuchara, que claudiquen… pero no sé por qué, siempre me levanto.
Solo la pretensión de retener el esplendor del pasado tiene valor
Es como me pasaba en la carrera. Hacia una gira de un éxito acojonante, de esas que debería inventarse la industria más que uno mismo, como ‘Sueño de una noche de verano’, y a la siguiente me pego una hostia por no calcular los costes. Eso de la resistencia está en mi ADN. Pensaba que era una cuestión de energía, que era joven y tenía potencia, y que no me iban a tumbar. Pero me estoy haciendo mayor y ese impulso, ese pálpito, ese sino, me ha acompañado siempre.
Alguna vez me he mirado al espejo, me miro a los ojos, prescindo de lo demás, y veo al mismo tipo de siempre. Esa mirada está todo el tiempo allí y estará hasta el día que palme. Es la síntesis y mi concepción de mí como ser humano, la que veo en algunas fotografías. Tengo una de una función con 12 años, y en la foto me veo con una especie de mirada perdida, llena de desconocimiento, y todavía la tengo. Con 77 años me encuentro una mirada de 12. Lo único que no envejece es la síntesis de ti mismo y lo único que se desmorona es el chasis.
En ‘La estirpe de Caín’ haces referencia a la desigualdad y a la mentira, con la referencia que haces a la liebre del vamos a contar mentiras… pero lo que me parece más interesante es cuando hablas de la fragilidad de las costuras del sistema. ¿Redistribuir la riqueza es el cambio que se tiene que producir?
Cuando hablábamos que otro sistema era posible era pensando en esto. Los resultados son a la inversa. La desigualdad crece pero el deseo de igualdad es un pálpito planetario. Estoy convencido de que es la primera prioridad de todos los seres humanos, incluso de la gente que tiene dinero y conciencia, el no ver el padecimiento ajeno tan evidente como se ve ahora. Con la cantidad de barbaridades inhumanas que nos pasan, la gente que no se conmueva con lo que pasa… no ya militando o siendo voluntario, simplemente leyendo el periódico, o mirando las noticias con mirada libre y desapasionada. No puedes no darte cuenta y no sentirte agredido por la desigualdad y, en cierta forma, también sentirte culpable de dormir bien y tener una casa que puedes habitar bien, y ver como alguien se tira por la ventana cuando lo van a desalojar.
Esto ha pasado en el crecimiento de la Humanidad, pero no nos hemos enterado y ahora lo vemos en prime time. La fragilidad psíquica con la que estamos mirando el mundo es alucinante. Cuando te pones a escribir este tipo de cosas te produce mucho dolor. En el 85 escribí ‘En la frontera’ y pienso, ‘joder, que tenga que escribir sobre esto mismo 30 años después…’, y que haya solución pero que parezca que se aleja cada vez más.
A veces veo en el espejo los mismos ojos del chaval de 12 años
En un tiempo pensábamos que ya estaba, que seguiría habiendo ricos, pero que serían decentes, pagarían sus impuestos, habría colegios para ricos pero otros para los que no lo son, pero que serían decentes y tendrían derecho a ello por el hecho de haber nacido… pero no es así. Desgraciadamente veo esto con una impotencia, y al mismo tiempo con la mirada que digo no, ¡venga!, ¡vamos!
En ‘Cruce de caminos’ cantas esa leyenda de Robert Johnson. ¿Hay una cláusula final que siempre define la carrera de un artista?
¡Hombre, son la causa principal!, la carrera de los artistas y de la falta libertad. Es la moraleja de la canción, la de que hay que servir al diablo para poder llegar. Es una canción de coña, porque yo me he visto en la situación de pensar que si apareciera el diablo y me dijera que si le doy el alma, canto como Ray Charles, ¡seguro que se la hubiera vendido! Estoy totalmente abducido por ese pensamiento. Luego ese rollo en el disco tenía un peso. Sigo teniendo alegría de vivir, y pensaba en una coña así… ser el pipa del diablo: ‘¡dame más azufre, niño, que aquí no huele!’. Es una canción que me da mucho gusto cantarla.
En ‘A Contra Ley’ hay un idea apasionante, que es la de ‘El fuera de la Ley’ de Clean Eastwood, los forajidos que se resistían a la policía y al estado federal, y un homenaje musical…
La verdad es que nace como un homenaje a una música que siempre me ha gustado en paralelo al rock. Yo empecé con el rock sin saber de dónde venía. Era más emocional que intelectual.
Cuando estaba en la tienda y vendía los discos, llegaban y me gustaban, pero no lo escogí como algo cultural. Después se convirtió en mi forma de entender la cultura de mi vida, algo que tenía que ver con una música de una cultura de la que yo no tenía ni idea que existiera. Me fui enterando del blues, del country… y eso va armando.
Durante la pandemia he visto una serie que se llama ‘Country’, porque yo nunca escribo la canción ante de la música, pero aproveché para meterle al tema, este tipo de novela del oeste que leía cuando me decían en el colegio que leer no llevaba a ninguna parte. Eran novelas que podías cambiar por otra a la semana siguiente, por una peseta. Todo ese rollo cultural es esta canción, aparte de la imagen de Jesse James, que es un contra-héroe, que por principios o por dinero, o por ambas cosas, no admite que ha perdido la guerra. Eran de una crueldad acojonante.
Quería poner una referencia a esas canciones que cantaba un ciego, que son como romanzas que cuentan las noticias en el salvaje Oeste.
‘Viene y va’ es una versión de Pearl Jam que Javier Bardem le hizo llegar a Eddie Vedder y que le encantó, ¿qué quiere decir lo de ‘volver hacia atrás podría salvarnos’?
La canción es muy críptica, y parece que Eddie se la hizo a Chris Cornell, el cantante de Soundgarden, que se suicidó, y parece que le dice ‘¿cómo has hecho esto?’.
Todo eso se lo dice a su mujer, a la que llama ‘la reina de la noche’, y le dice que si hubiéramos podido darle la vuelta a todo, podría haber sido diferente.
Originalmente no dice esto de ‘volver atrás…’, porque no la podía meter en el corsé del castellano.
Antes me enganchó la melodía de la canción, y luego averigüé de lo que iba. La cosa es que mi hija escucha mucho sobre Pearl Jam, y me enteré de la controversia, pero Eddie Vedder nunca contestó. Tiene la suerte de no tener que contestar. Yo nunca podría hacer una canción que no sea claramente específica. Cuando escribía con Luis García Montero, me decía: ‘Miguel… la metáfora’. Y yo iba al grano. Él se cuidaba mucho de las letras. Hicimos un disco que se llamaba 60mp3, y trabajamos mucho lo textos. Luis decía lo mismo pero indirectamente, y yo no puedo. Pero cuando lo consigo me da una alegría enorme, y en este caso no sé ni lo que dice la letra, la verdad, pero son todo imágenes maravillosas.
Ver a la gente que lucha con 10 años más que yo es un acicate
Me apropié de la idea de que es una canción para alguien que se ha ido, y me sirvió cuando tuve la libertad de adaptarla. No la he tocado en directo, porque quiero llevarla a teatros, para no más de 500 o 600 personas.
Lo cierto es que Pearl Jam y especialmente sus baladas, han abierto todo un continente para la música
¡Cómo canta! Hay pocos tipos que tengan esa garganta y esos techos, ¡es la hostia! Son bandas que son hijas de la historia, el rock que nació de una forma y se convirtió en algo mas grande que él mismo. Es una percha en la que la gente ha colgado emociones, sentimientos, ideologías… que son fundamentales, y Vedder, por lo que conozco por Javier Bardem, debe ser un espíritu puro.
¿Qué es lo que más te está gustando hacer de tu vuelta?
Con la disciplina que me he autoimpuesto, me doy cuenta que si hubiera sido este ser que soy ahora hace 40 años, hubiera sido un artista infinitamente más grande de lo que soy ahora. Lo que pasa es que lo que viví también me ha traído hasta aquí. Pero con los cuidados que me hago ahora para poder llegar a un concierto en perfecta forma… aunque mi cable a tierra, toda mi vida, ha sido que tenía una actuación, no desilusionar, y que tenía que entregar lo máximo. Pero claro, tenía una energía que era muy difícil de satisfacer, y unas prioridades diferentes. Una lucha entre la tentación y el deber.
Teniendo en cuenta que formas parte de una comunidad, creo que el individuo va estableciendo pequeñas batallas que te dicen que vale la pena seguir vivo, y el hecho de hacer lo que estoy haciendo ahora, en cierta forma, puede ser ejemplar para otra gente. Cuando yo iba en la pancarta en la manifestación por las pensiones en el 2017, con Recortes Cero, veía a gente con 10 años más, o con 30, y eran ancianos con una dignidad y un curro que eran un ejemplo. Y te dabas cuenta que no pedían para ellos, que ya lo tenían todo. Eso es tan ejemplarizante que a mí me sirve como acicate o fórmula para hacer lo mismo. Yo estoy en activo, pero lo voy a hacer impecable, sin ninguna consideración. Es una meta que persigo y que me mantiene, y mientras dure…