Más de doscientas personas se concentraron el domingo 20 de junio en la céntrica Plaza de Santo Domingo de la capital murciana, en repulsa por el asesinato de Younes en Mazarrón, y por el aumento de agresiones racistas en la Región. Una escalada que, a ojos de los manifestantes, tiene su origen claramente en los climas de odio y xenofobia alimentados por la ultraderecha.
«La culpa la tiene quien le pegó tres tiros, pero también quienes fomentan el odio y el racismo y quienes manipulan en las instituciones, en el Congreso de los Diputados o la Asamblea Regional», denunció, megáfono en mano, Rashid Boukhzer, uno de los asistentes.
«Hoy estamos recordando a Younes, pero ha habido más como él», añadió otro asistente mientras los manifestantes gritaba proclamas como «¡Fuera racistas de nuestros barrios!» y «¡No a los CIE!» (Centro de Internamiento de Extranjeros).
Murcia: dos agresiones racistas en pocos días
Dos agresiones xenófobas, con apenas unos días de separación, han conmocionado a la Región de Murcia. La primera, el asesinato racista del trabajador marroquí Younes Bilal, en una cafetería de Mazarrón, al grito de «Moro de mierda». Y la segunda, apenas un día y medio después, el apuñalamiento -esta vez sin consecuencias funestas- en una ‘cola del hambre’ de Cartagena, de una mujer ecuatoriana, al grito de “¡Sudaca! ¡Nos quitan la comida!”.
Era un domingo cualquiera en el Paseo Marítimo del Puerto de Mazarrón. En la cafetería El Muelle, un vecino, Carlos Patricio B. M, de 52 años y militar retirado, comenzó a increpar a una de las camareras por estar hablando «con un grupo de musulmanes». Entonces, «Younes se levantó y la defendió. Discutieron en la cafetería y empezaron a volar mesas», cuenta su amigo Mohamed.
Tras un intercambio de golpes, el agresor abandonó el local. Sin embargo, minutos después «volvió con una 8 milímetros y le pegó tres tiros» a Younes al grito de «moro de mierda». «Llevo mas de 20 años viviendo aquí y jamás pensé que perdería un amigo así. Lo han matado por ser marroquí, el era un hombre que odiaba las injusticias», asegura Nabil, otro amigo de la víctima.
El agresor y su víctima no se conocían de nada. No habían intercambiado ni una palabra nunca. Y sin embargo solo unos metros separaban sus viviendas. La viuda de Younes, la sevillana Andrea Hidalgo, madre de sus tres hijos, descubrió con horror que la casa del asesino, que guardaba más de 50 armas de fuego, se veía desde su balcón.
Los trabajadores migrantes en Murcia -más de 222.000 personas de origen extranjero, un 13,3% de la población murciana- siempre han sufrido de un racismo estructural, una violencia xenófoba sorda pero tangible. Pero raras veces han llegado las cosas a la sangre.
Que este crimen racista no era anecdótico, sino tristemente significativo, lo demostró pocas horas después otro incidente racista. En una cola del hambre del economato de Cáritas de la calle Carlos V de Cartagena, varias personas aguardaban, carrito de la compra en mano, a que les llegara su turno para poder aprovisionarse de alimentos básicos para dar de comer a sus familias. Una mujer de la cola comenzó a increpar a otra, simplemente por su país de procedencia: «Sudaca», «Nos quitáis la comida». En un momento dado, la agresora sacó un objeto punzante y apuñaló por la espalda a la mujer ecuatoriana. El momento en el que llega la policía y detiene a la autora de la puñalada se puede ver en un video viral. Afortunadamente, la víctima que fue ingresada, se recupera.
Las redes se llenaron de indignación contra el racismo y la xenofobia, pero también de mensajes en los que destacaban los problemas mentales de uno y otro agresor. El típico tratamiento de «casos aislados» que se da a los crímenes racistas o con tintes ultraderechistas. ¿Tratarían de igual manera, como un “perturbado”, al agresor de Mazarrón si este fuera un «moro» al grito de «Alá es Grande»?,
Un aumento de los crímenes de odio alimentado por la ultraderecha
Las dos agresiones ocurridas en Murcia son una alarma roja de un fenómeno a escala nacional. En lo que llevamos de 2021, según los últimos datos de Interior, los delitos de odio relacionados con el racismo y la xenofobia crecieron en 2019 un 20,9% en comparación con el año anterior. También han aumentado las agresiones homófobas: el año pasado hubo un repunte del 40%.
Pocos dudan de que hay un agente tóxico que está detrás del aumento de los crímenes de odio, entre ellos los de tinte racista, xenófobo o islamófobo, es el clima ideológico difundido por la ultraderecha, en particular de Vox. Una formación que no deja de hablar de «los españoles primero», «invasión», «pagas a los menas» y otras mentiras demagógicas destinadas a envenenar las conciencias de los sectores más empobrecidos de las clases populares, haciéndoles ver que sus problemas tienen como causa un «enemigo interno»: el inmigrante.
Enfrentar y dividir a las clases populares por razón de su color de piel u orígen étnico, una táctica al servicio de que los que verdaderamente explotan y oprimen al conjunto de la población -bancos, monopolios o capital extranjero- puedan llevar a cabo plácidamente sus planes de saqueo contra el 90%. Este es el venenoso papel que cumple el racismo y la xenofobia que la ultraderecha no deja de amilentar.
Un odio que tarde o temprano -como en el caso de Younes, pero no es el primero, recordemos a Lucrecia Pérez, ni será el último- se traduce en víctimas mortales.
El racismo y la xenofobia, y el odio fascista que las alimenta en todas sus manifestaciones, deben ser combatidos sin descanso. Todos somos Younes.