ANDER ZURIMENDI@anderzurimendi
Pasan pocos minutos de las 6 de la mañana y en la calle no se ve a casi nadie. Pero ya hace una hora que en el bar Gomar despachan cafés y cruasans, especializado como está en dar servicio a todos los trabajadores de los oficios más madrugadores: recogida de la basura, limpieza de calles, paletas de la obra y los comerciantes del Mercado de la ciudad.
Con esa voz de confianza del día a día, un parroquiano en la barra abre el debate sobre la (posible) actuación de piquetes de huelga. Y él insiste, al camarero: «Ten cuidado, niño, que no te peguen hoy …». La huelga ha creado fuertes anticuerpos en los sectores unionistas y la agresividad es palpable. «Y una mierda, me tomarán a mí 100 pavos por hacer huelga», añade otro compañero de barra. Estamos en Terrassa, pero podría ser cualquier otra ciudad.
Esta conversación pone banda sonora al gran televisor que, sin volumen, emite el informativo de TV3 desde la pared principal del bar. En la pantalla se concatenan imágenes de Dolors Bassa y Meritxell Borrás, declarando ayer ante el Tribunal Supremo. «Niño, en esta vida hay gente muy mala. Y no vienen solos», añade a la conversación un tendero, al que todavía le resulta temprano para abrir su persiana y aprovecha para despertarse con cafeína y la adrenalina de meter dos monedas en la máquina tragaperras.
Los repartidores, una hora antes para evitar los piquetes
Y mira que los repartidores de alimentos que suministran al Mercado han madrugado hoy una hora más de lo normal, a fin de evitar los cortes de carreteras o encontrarse con piquetes por dentro la ciudad. Como ya ocurrió el 21 de diciembre, con los disturbios previstos en Barcelona por la celebración del Consejo de Ministros, el pánico previo será superior a la afectación real. En el mercado, sin embargo, una abrumadora mayoría de las paradas hace huelga, gracias al carácter catalanista que se presupone a los comerciantes del centro. Las panaderías y quioscos, en cambio, se despiertan con persianas abiertas. Los diarios han salido de rotativas con normalidad y no más delgados de páginas: la huelga en el sector periodístico no ha cuajado. Y tampoco ha conseguido evitar todo lo que se puede hacer antes del despuntar del alba: comprar el pan, el periódico y tomar un café en el bar.
Consumir. Dinero. Un operario municipal de la limpieza se acerca a un cajero y hace el amago de entrar, pero a través del portalón observa que la máquina expendedora ha sufrido un sabotaje: esta madrugada han lanzado pintura naranja y la han dejado inutilizada . «Cerdos pudientos», grita, sólo. Y ni la oscuridad evita que se lo intuya como le crece la rojez en las mejillas. «Habría que quemarlos y colgarlos a todos!», remata tras comprobar si el otro cajero exterior de esta sucursal bancaria también ha sido atacado.
El teléfono del abogado, apuntado en el brazo
En cambio, los huelguistas se conjuran para no consumir en ninguna tienda a lo largo de la jornada de hoy. Algunos reconocen haberse escapado a hacer el café («es que si no, no me despierto»), aunque hayan intentado que no les viera ninguna amistad ‘del rotllo‘. Mientras que otros, previsores, llevan un termo. Y es que los hay que están tan acostumbrados a las jornadas de protesta que ya llevan el kit del corta-carreteras: botella de agua, zapatos de deporte, algo de comida en una mochila como de running, el numero teléfono de un abogado de confianza apuntado en el brazo…
Muchos CDR, de hecho, han convocado «desayunos populares», como vía de encuentro previa a los piquetes. Y la próxima convocatoria llega en breve: la huelga feminista del 8 de Marzo. En esta ocasión, sin embargo, se plantea que sean exclusivamente hombres los que se encarguen de preparar el desayuno («mmm, un chocolate caliente!»), para que las mujeres puedan encabezar los piquetes y orientar las pancartas.
El piquete general de Terrassa ha reunido a cerca de 200 personas y ya marcha Rambla abajo. «Hoy, huelga general», canta el micrófono. Algunas panaderías y pastelerías que están abiertos antes de las 8 de la mañana cierran las persianas al paso del piquete. Poco después, vuelven a levantar la barrera. Algunos manifestantes se dan cuenta y vuelven atrás. «Nos vamos, después volvemos», corean los huelguistas en una sola voz, entre divertidos y ligeramente amenazantes.
El piquete asusta a algunos hombres con corbata
Pero la joya de la corona en día de huelga, en el Vallès Occidental, es cortar la C-58. Así que el piquete coge velocidad y trepa por las calles que lo llevarán hasta la salida de la ciudad. Del Hotel Don Cándido salen cuatro hombres encorbatados y suben a una furgoneta con un ágil movimiento. Parecería que huyen del piquete, si no fuera porque los huelguistas de hoy en día son mucho menos beligerantes hacia los ciudadanos que no la secundan.
El piquete pasa por delante de una muy protegida sede de los Juzgados de Terrassa, pero los Mossos no cierran el paso: la salida a la autovía C-58 está a un paso. Pocos minutos más tarde, simpatizantes de CDR y de los partidos y entidades independentistas ya han bloqueado la circulación. Sin embargo, los agentes antidisturbios de los Mossos se han presentado pocos minutos después y han cargado contra los manifestantes.
Y en paralelo, el mismo corte en Sabadell
Y es que la huelga general en Catalunya ha vivido instantes de tensión desde el despuntar del alba. De hecho, los Mossos no han permitido la consolidación de los cortes de carreteras, que últimamente se han convertido en la forma de protesta más habitual y visible de los CDR. En paralelo a Terrassa, la vecina Sabadell también ha sido escenario de una ocupación de la C-58 a su paso por su altura. Con cerca de 200 manifestantes en cada una de las protestas, han bloqueado el paso de los coches tanto en dirección a Manresa como a Barcelona.
A diferencia de otras ocasiones, en las que Mossos no intervienen durante un rato inicial (a la espera de que el piquete no se alargue demasiado y no reciban orden de actuar), hoy la escalada de tensión ha sido inmediata. Después de unos pocos minutos en el que los manifestantes han interrumpido el tráfico de camiones y coches (y prácticamente sin tiempo para sentarse en el suelo), ha llegado media docena de furgonetas de la BRIMO -la Brigada Móvil, la unidad antidisturbios de los Mossos- en cada uno de los focos de protesta y se han iniciado sendas cargas policiales. Varias personas han denunciado haber recibido golpes de porra innecesarios y una mujer ha resultado herida leve en el corte de Terrassa, por lo que ha sido atendida por una ambulancia desplegada al momento.
Manifestantes heridos: «¿Alguien tiene hielo?»
«¿Alguien tiene hielo?», pedía un asistente, al tiempo que daba muestras de dolor proveniente del brazo. «¿Alguien no habrá pillado mis gafas de sol?», pregunta otro. Son los instantes posteriores a la carga y hay nervios, entre los manifestantes apilados en la acera de la autovía. Mientras un helicóptero sobrevuela sobre la C-58, los activistas de los CDR se piden unos a las otras si están bien o si han recibido algún porrazo. «Vaya, es que no han querido ni negociar», se queja, casi sorprendido, otra joven. Su amiga replica: «Mierda, con toda la movida, ¿no nos hemos dejado la bandera allí en el suelo?».(…)