¡Fuera EEUU y Rusia de Oriente Medio!

¡Ni Trump, ni Putin!

El retroceso norteamericano en Oriente Medio fruto de la lucha de los pueblos, está siendo aprovechado por otra potencia, Rusia. Los pueblos no tenemos por qué elegir entre la sartén y el fuego de dos centros de poder mundial que atesoran una larga lista de crímenes contra la humanidad.

Detrás de la interminable lista de guerras, conflictos, ataques y matanzas ocurridos en Oriente Medio a lo largo de las últimas seis décadas encontraremos siempre la mano de la superpotencia norteamericana, convertida en el gendarme mundial tras la II Guerra Mundial. Respaldando todos los crímenes de Israel contra los palestinos o el resto de países árabes, enfrentando a todos contra todos para erigirse en árbitro entre el caos sangriento. Y más recientemente, invadiendo Irak o Afganistán para “defender la libertad y la democracia”, o provocando la devastadora guerra de Siria -más de medio millón de muertos y diez millones de desplazados- en su intento de hacer caer al régimen de Bachar Al Assad y remodelar el mapa de Oriente Próximo.

La superpotencia norteamericana, hoy liderada por Trump, es la máxima responsable de que Oriente Medio sea hoy un barril de dinamita, un lodazal de sangre y polvo. Conviene no olvidarlo ni por un instante.«EEUU es el principal responsable de que Oriente Medio sea un caos sangriento. Pero quien piense que la Rusia de Putin es un apoyo para la causa de la lucha de los pueblos contra el hegemonismo norteamericano, se confunde y nos desarma»

Pero Rusia es la heredera de la URSS, la superpotencia que bajo la bandera roja practicó el más negro fascismo e imperialismo, convirtiéndose al final de la Guerra Fría en la principal fuente de guerra del planeta. Su feliz colapso privó a los pueblos del mundo de su radiactiva y perniciosa influencia, control e intervención.

Hoy la Rusia de Putin -un excoronel de la KGB, procedente de las más hediondas entrañas de la burguesía burocrática fascista soviética- no es una superpotencia, ni puede ya aspirar a serlo. Pero fiel a su herencia hegemonista, se trata de una potencia imperialista, agresiva y poseedora de un enorme poder militar, en especial de una abrumadora potencia nuclear. Se guía por sus propios objetivos de explotación y control y no duda en utilizar contundentemente su fuerza bélica y sus aparatos de subversión e intervención para perpetrar todo tipo de crímenes y agresiones (Georgia, Crimea, Siria) allí donde sus intereses lo dictan. Los pueblos harán bien en prevenirse de esta heredera del fascismo más negro y radiactivo que ha conocido la humanidad.