Editorial

Ni “intervención militar especial” ni “conflicto”. ¡Es una invasión imperialista!

Denunciamos enérgicamente la invasión imperialista rusa y llamamos a defender la soberanía, independencia e integridad territorial de Ucrania. Y llamamos a Europa a buscar un camino autónomo, zafándose del hegemonismo norteamericano.

La guerra arde en Ucrania. La invasión imperialista rusa ha causado ya más de 15.000 muertos -muchos de ellos civiles-, unos 2,8 millones de refugiados, y ha arrasado ciudades y barrios enteros. La aventura militar de Putin ha golpeado como una maza la situación internacional, quebrando por largo tiempo la estabilidad europea, y lanzando los nubarrones más amenazadores sobre la paz mundial desde el 11S. Los ataques lanzados por Rusia desde el viernes en la parte occidental de Ucrania, el último a solo 25 kilómetros del territorio de la OTAN, han elevado el riesgo de un “incidente” que desencadene un peligroso agravamiento del conflicto.

Esta criminal guerra tiene un máximo responsable. Es Vladimir Putin y los oligarcas que le sostienen, herederos directos todos ellos del régimen socialfascista y socialimperialista soviético.

Ninguna razón, ningún análisis ni «explicación geopolítica» alguna puede justificar en absoluto una invasión imperialista como la que está perpetrando ahora la Rusia de Putin. No es una respuesta «defensiva» frente al avance de la OTAN, ni mucho menos busca -como afirma a las maneras de Goebbels el Kremlin- «desnazificar» Ucrania.

Putin ejecuta con criminal frialdad un plan que tiene por objetivo el derrocamiento del gobierno de Kiev, la amputación de una parte del territorio ucraniano, y la total confiscación de la soberanía y la independencia del país. Una Ucrania de vuelta a la órbita rusa es la pieza clave del proyecto imperialista de Moscú: volver a restaurar, a sangre y fuego, un área exclusiva de dominio equivalente al espacio ex-soviético. Un neo-imperio zarista unido por el pegamento del miedo a la agresión militar.

No hay lugar para la equidistancia en una violación, como tampoco la hay en una agresión imperialista. Aquí hay una potencia nuclear agresora y un pueblo agredido, una población de 44 millones de habitantes que está muriendo bajo las bombas, que está siendo herida por las esquirlas, que huye congelada por los campos y las carreteras, con niños y maletas de la mano, o que lucha con un fusil en la misma mano donde hace pocas semanas tenía un libro, un móvil o una sartén.

Nuestro lugar está con el pueblo agredido, de forma decidida. Nuestro lugar está contra el imperialismo. Denunciamos enérgicamente la invasión y llamamos a defender la soberanía, independencia e integridad territorial de Ucrania. Llamamos a la más tierna y cálida solidaridad con la población castigada por la guerra, y apoyamos sin reservas al pueblo ucraniano en su lucha por su independencia y libertad. Y apoyamos el legítimo derecho de los ucranianos a autodefenderse, con las armas en la mano, de sus invasores imperialistas.

Llamamos al gobierno español y a las autoridades europeas a intensificar la actividad diplomática conducente a conseguir un alto el fuego, la apertura de corredores humanitarios, y la consecución de compromisos justos para Ucrania, base para un acuerdo de paz estable y duradero. Para ello, es preciso la búsqueda de intermediarios internacionales de primer nivel, como China, la propia UE o el Vaticano.

Llamamos al gobierno español y a las autoridades europeas a ampliar sin límites en el número, sin límite en el tiempo y sin límite en el gasto, la ayuda humanitaria y la acogida de refugiados ucranianos, al igual que siempre lo hemos exigido -y lo seguimos haciendo- con todos los refugiados de cualquier parte del mundo que llaman a las puertas de Europa.

Al mismo tiempo que se potencia la diplomacia, apoyamos las medidas que fortalezcan la capacidad de autodefenderse del pueblo ucraniano, incluido el envío de armas que los propios agredidos reclaman ante su inferioridad bélica.

Y asímismo, exigimos que en estos momentos decisivos para Europa, nuestro continente busque una voz propia, trazando un camino de su libertad, autonomía e independencia para tomar sus propias decisiones, en pos de sus propios intereses, al margen de la dinámica de bloques, buscando zafarse de la sumisión, subordinación y supeditación a los intereses y planes de guerra de la superpotencia norteamericana.

La paz y la seguridad de Europa jamás van a venir de la OTAN ni de EEUU. La superpotencia es la principal fuente de guerra y de desestabilización a escala mundial, y busca utilizar esta gravísima situación para encuadrar -aún más profundamente- a Europa y España en sus redes políticas y militares, en sus planes hegemonistas. Algo que nos pone en peligro y secuestra todavía más nuestra soberanía nacional.

Los países y pueblos de Europa debemos hallar la manera de sacar a las tropas rusas de Ucrania, fortaleciendo al mismo tiempo nuestra soberanía y unidad frente al hegemonismo norteamericano.